Buenas noches andarines!
Hoy estamos agotaditos. Y no porque hayamos hecho muchas visitas turísticas (una lástima) sino porque hoy era otro de los trayectos más larguitos del viaje, de Grenoble a Liechtenstein. Aunque sólo son 550 km se nos han hecho bastante pesados, quizás por la gran cantidad de camiones que hemos encontrado en nuestro camino o por el continuo y espeso tráfico.
Salimos esta mañana de una soleada y despejada Grenoble, con el macizo de la Chartreuse recortado contra un cielo azul. Sin una sola boulangerie abierta en las cercanías decidimos coger la autopista y, como el diesel es mucho más caro en Suiza que en Francia, aprovechamos para parar en un área de servicio, llenar el depósito del coche y el nuestro con un buen par de croissants y dos (malos) cafés con leche.
Ya más repuestos avanzamos kilómetros y nos encontramos con la frontera. Compramos nuestra vignete (40 CHF o 40 Euros...véase el truco...40CHF=33Euros) y vamos comiéndonos la autopista mientras vamos dejando atrás carteles que anuncian ciudades que ya visitamos hace tiempo y que nos hacen recordar viajes pasados: Lausanne, Berna, Solothurn, Zúrich, St. Gallen, Schaffhausen.... decidimos hacer un alto en Yverdon, una pequeña ciudad en la que está el museo de la ciencia ficción y que tenemos la mala suerte de encontrar cerrado. Igualmente la parada vale la pena cuando vemos en la rotonda de entrada del pueblo el símbolo de Green Lantern y un cartel que nos informa que la ciudad está hermanada con Gotham City.... esta es nuestra ciudad!!!
Tras dejar el coche en un aparcamiento público y tener que pasear un poco para buscar monedas para el parquímetro (1,50 CHF la hora) damos un paseo por el casco antiguo del pueblo, lleno de tiendas y de farmacias y con un gran logo de Spiderman, su amigo y vecino, en la plaza principal. Como no hay mucho más que ver, decidimos coger algo de comida preparada del Manor y devorarla en un parque mientras vemos como los niños se juegan la vida en columpios de madera con bordes afilados y cuerdas asesinas...
Tras descubrir que Superman está en la oficina de turismo, arrancamos de nuevo. Túnel tras túnel, camión tras camión (algunos muy graciosos...%$&*"!) llegamos a Liechtenstein, ese pequeño país escondido en los Alpes. Nuestra primera parada es en Balcers para ver su castillo y su bonita iglesia.
Bajamos del coche para dar una pequeña vuelta y volvemos al coche con la sensación de que perturbamos la tranquilidad del lugar...todo tan silencioso, todo tan ordenado, tan limpio y tan solitario que da reparo caminar por la calle, incluso respirar demasiado alto.
Finalmente escogemos la opción de ir a nuestro hotel a dejar las maletas y a asegurarnos de poder hacer el check-in y después volver para visitar todo lo que nos resta del país y que no es mucho.
Le indicamos al GPS que queremos ir a nuestro alojamiento y como poseído por un espíritu maligno empieza a meternos por...llamémoslas carreteras (es ser muy bueno) apenas asfaltadas, sin señalización, con curvas de infarto y giros de 180 grados. Carriles estrechos, carreteras que parece que se meten en casas y...cuando parece que cogemos una vía decente...nos mete en otra peor en la que encima nos encontramos a los operarios que están desbrozando los arcenes!!! Mi coche, el operario y la desbrozadora NO cabemos en la carretera!!! Cuando parece que llegamos al fin del mundo nuestro hotel hace acto de presencia. Una preciosa casa-restaurante rodeada de Alpes donde sólo se escuchan los cencerros de las vacas.
Un lugar impresionante, un paisaje de ensueño. Las altísimas montañas tienen mil tonos de verde y diríase que las nubes se enganchan en sus picos. Nos creemos Heidi y Pedro. Eso sí, Heidi y Pedro no vuelven a hacer el camino de bajada para ver Vaduz y subir en un hora. Así que ponemos en la balanza Vaduz y una cerveza bien fría en la terraza del hotel, añadiendo las variables de que mañana tendremos que bajar de aquí sí o sí y de que, en esa bajada, pasaremos por la capital del país pero que mañana la cerveza ya no estará. Así que la elección es sencilla y pasamos la tarde relajados, en la impresionante terraza que da a las montañas, únicamente escuchando a las vacas y bebiendo cerveza liechtentinense.
Poco a poco las nubes blancas van dando paso a unas nubes negras, el frío empieza a levantarse y el hambre a apretar. No tenemos más remedio entonces que entrar en el restaurante, pedir una fondue y dos botellines de sidra y disfrutar de la lluvia desde la ventana. El personal del lugar es encantador, hasta nos traducen la carta de arriba a abajo. La verdad es que es justo lo que necesitábamos.
Las nubes vuelan por debajo nuestro mientras los rayos aparecen más allá de las montañas y con las barrigas llenas y las piernas cansadas nos vamos a dormir, deseando meternos bajo los nórdicos en esta fresca noche alpina para soñar con lo que nos espera mañana. Hallo, Osterreeich. Guten Nacht.
lunes, 4 de agosto de 2014
[+/-] | Día 2 - De Grenoble a Liechtenstein |
domingo, 3 de agosto de 2014
[+/-] | Verano 2014 - Aventura Austríaca |
Día 1 - Esquivando la lluvia. De Barcelona a Grenoble
Hola Andarines.
Tras unos meses llenos de trabajo y estrés, con nuestra energía agotada y nuestros nervios destrozados por fin, parece mentira, pero las vacaciones han llegado!!!!
Casi sin tiempo para prepara nada nos encontramos de morros con el día que toca salir y emprender camino para descubrir nuevos lugares.
El coche con zapatos nuevos y bien revisadito, nosotros ansiosos por desconectar y kilómetros ante nosotros. ¿Qué más se puede pedir?
Pues que no llueva... o al menos que no llueva demasiado. A pesar de las tormentas torrenciales de ayer en Barcelona se levanta un día despejado y sin prisa pero sin pausa ponemos rumbo a la frontera.
Es un camino ya familiar que se nos hace un poco pesado por culpa de tanta caravana y tanta autocaravana que, según nuestro poder de deducción, vuelven a casa tras las vacaciones. Los nubarrones negros van y vienen sobre nosotros.
Hacemos un parada en Orange para descansar y recuperar fuerzas con una deliciosa galette y continuamos directos hasta nuestro destino de hoy, Grenoble.
Nuestro sencillo hotel está en las afueras, un establecimiento de la cadena Kyriad. Con parking, un precio realmente asequible y con el bus en la puerta que nos lleva hasta el centro de Grenoble en 10 minutos, creemos que ha sido una buena elección, a pesar de llegar al hotel y tener que llamar 5 veces a recepción para que bajara alguien a atendernos....
Una vez instalados dejamos en el hotel todo lo no esencial y bajamos para ir al centro. No sé si somos gafes o qué pasa con nosotros pero es poner un pie en suelo francés y ponerse a llover como si no hubiera mañana. Dudábamos si vendría el autobús o el Arca de Noé, pero valientes como somos, con un sólo paraguas para dos, esperamos estoicamente el bus nº 31 que por el módico precio de 1,60 el ticket individual (que se puede comprar en el autobús) no lleva directitos al centro.
Con un pequeño casco histórico que se articula a través de sus 3 plazas principales, un precioso jardín y el curiosísimo teleférico sirven para completar una visita que no dura más de una tarde bien aprovechada. Las torrenciales tormentas nos regalan el arcoiris más espectacular que hemos visto jamás. El precioso tiovivo que llena de luces una plaza abarrotada de cafeterías. El olor de las rosas húmedas del jardín. A pesar de las lluvia, de que es domingo y que todo está cerrado, la visita ha merecido la pena.
Cómo no tenemos nada claro que encontraremos para cenar un domingo noche en nuestra zona y no queriendo perder el bus de vuelta, compramos unos ricos paninis y vamos de vuelta al hotel.
Hoy nos iremos a dormir pronto porque aún achacamos el cansancio laboral. Mientras escribimos estas líneas ha caido un curioso chaparrrón que ha dejado lugar a un cielo azul y a una bonita luna, pero mirando por la ventana los vemos ahí. Nuestro siguiente destino que se empeña en esconderse tras oscuros nubarrones. Los Alpes..... mañana, a Liechtenstein. Esperemos que la lluvia se comporte. Ahora a dormir y...por si acaso... un paracetamol.
miércoles, 25 de junio de 2014
[+/-] | 4 días en la Venecia del Norte: Estocolmo (Parte 2) |
Esta noche la pasamos un poco mejor y aunque apenas había ruido, las
barras de la litera se clavaban en la riñonada en cuanto se chafaba el
colchón y la litera de arriba se inclinaba, así que el terror a dormirme
y que en medio de la
noche la litera cediera y matara al que dormía abajo se apoderó de mí y
me mantuvo en una especie de duermevela toda la noche y pegada a la
pared (donde estaban los anclajes) como una garrapata.
Nos levantamos, miramos por la ventana y continuamos teniendo ese
cielo gris infinito que parece una nube enorme que cubre todo el país
para privarlo de la luz del sol. Nos abrigamos bien y echamos a andar
hacia la zona de museos. El
paseo no es corto pero tampoco se hace pesado. De camino buscábamos
alguna cafetería para desayunar pero no tuvimos demasiada suerte, así
que acabamos tomando un delicioso chocolate con nubes en la cafetería
que hay en la entrada de la isla de los museos.
La nieve nos llegaba hasta las rodillas y era difícil caminar, varios
de los museos estaban cerrados pero sólo el verlos por fuera merecía
sobradamente la pena.
Pasamos el museo dedicado a Abba y el parque de
atracciones “vintage style” que, por desgracia,
está cerrado en invierno, y llegamos al Skansen. Un parque gigantesco
con talleres de artesanos, construcciones tradicionales de las distintas
regiones de Suecia, animales de granja y animales nórdicos. Aunque en
verano tiene que ser absolutamente fantástico,
en invierno este parque tiene un encanto extraño. Nada más entrar
empezó a nevar con fuerza y parecía que estábamos en medio de un
escenario de Sleepy Hollow. Los viejos molinos en madera oscura, los
árboles sin una hoja, nadie en los caminos… daba un poquito
de miedo!!! Los animales de granja, evidentemente, no estaban… pero
cerdos y vacas ya hemos visto mucho. Nos acercamos a la zona de animales
nórdicos y aquí sí que están todos! Lobos (se veían estupendamente!!
Nos quedamos embobaos con ellos!), zorros, alces,
renos, ciervos, osos… bueno… con los osos hicimos el primo bien
pegaditos a los cristales y sollozando porque no veíamos a los peludos
animales cuando de repente un cartelito nos hace pensar en que nuestras
neuronas deben estar congeladas y por eso no funcionan
… los osos hibernan… espabilaos… Sintiéndonos un poco más tontos se nos
hace la hora de comer y para no complicarnos vamos al único restaurante
del parque que había abierto. La verdad es que el lugar era muy
acogedor y comimos un delicioso plato de albóndigas
que nos sentó genial! (http://www.skansen.se/es/
Salimos de nuevo a la nieve y ponemos rumbo al Museo Vasa para ver el
impresionante barco de guerra del siglo XVII que se hundió frente a la
costa de Estocolmo nada más salir del puerto. La verdad es que es
espectacular y bien merece
una tranquila visita. (http://www.vasamuseet.se/sv/
Un buen paseo más tarde llegamos al Gamla Stan y aprovechamos para deambular un poco antes de que cierren las tiendas. El encantador dueño de una tienda nos invita a galletas de jengibre y glüghwein antes de cerrar su local (la verdad…uno de los mejores vinos calientes que he probado nunca!) y buscamos un lugar para cenar algo en nuestra última noche de viaje. Damos con un sitio que nos venía recomendado, un local donde cenar algo informal, quiches, ensaladas, etc... y unas deliciosas tartas de postre. El lugar es encantador, una especie de sótano con una escalera secreta escondida en la chimenea. Una horda de guiris italianos invade la tranquilidad del bar mientras damos buena cuenta de nuestros platos. Caminamos por la noche nevada disfrutando del silencio y del frío. Y esperamos esta noche poder descansar… (http://www.tripadvisor.es/
Al despertar el último día la ciudad parecía otra. Durante ese fin de semana apenas hemos visto gente en la calle pero hoy era día de diario y al salir del hotel había gente por doquier. Iniciamos nuestro paseo por la zona menos “chic” de la ciudad, el barrio de Södermalm. Subimos andando hacía un mirador desde donde se ven varias de las islas, entre ellas la que tiene el parque de atracciones. La nieve de los días anteriores se ha convertido en hielo y el simple hecho de caminar es un riesgo! Pasemos por antiguas calles y nos aventuramos a cruzar un sendero que, según nuestra guía, tiene mucho encanto y unas preciosas vistas. Lo que la guía no especifica es que el estrecho sendero que va junto al acantilado parece una pista de hielo. Tras avanzar varios metros agarrados a la barandilla, luchando por mantener el equilibrio entre risas e insultos decidimos que hemos tenido suficiente sendero y volvemos al asfalto. Intentamos visitar la pasarela y el ascensor de Katerina que, lamentablemente no funciona desde hace meses.
Poco a poco volvemos a nuestro barco, a recoger nuestras maletas de esa tienda de perfumes reconvertida en baggage room. Nos hemos quedado con las ganas de disfrutar un poco de la ciudad. Hemos visto mil terrazas cerradas, nos habían hablado de puestos callejeros de venta de pescados encurtidos… pero es lo que tiene el invierno. De nuevo paseo, bus y aeropuerto, mientras recordamos el intenso fin de semana. El encanto de las calles nevadas, esa agradable sensación de entrar a un sitio calentito y sacudirte la nieve de las botas, los niños haciendo muñecos de nieve y las heladas estatuas de Thor. Hablamos de la luz extraña de este país, que nos ha acompañado todos los días, una luz gris y un sol esquivo que sólo aparecía durante 6 o 7 horas al día (lo de aparecer es un decir). Aprovechamos en el aeropuerto para gastar las últimas coronas que nos quedan comprando algo de embutido de oso y reno y, cómo no, una caja de deliciosas galletas de jengibre. Un fin de semana de desconexión que ha llegado a su final. Más vale empezar a quitarse las botas de nieve que en casa nos vamos a cocer…
[+/-] | 4 días en la Venecia del Norte: Estocolmo (Parte 1) |
La verdad es que hace ya bastantes meses que hicimos nuestra escapada
a tierras nórdicas pero la rutina ha ido haciendo que pasaran los días
sin escribir ni una palabra sobre ella! Y eso…no puede ser!
Aquí vamos con nuestra pequeña reseña de los 4 días que pasamos en Estocolmo.
Quizás enero no es la mejor época para hacer una escapada a un país nórdico, pero nosotros somos así de valientes!
Y allí vamos, un 31 de enero, con toda la ropa térmica de que podemos
hacer acopio. Desde el aeropuerto a la ciudad cogemos lleva un autobús
con wifi de Flygbussarna. Nosotros llevábamos los billetes comprados
directamente desde Barcelona
para evitar el tener que comprarlos allí por el tema del cambio de
moneda (así de gusto:
http://www.flygbussarna.se/es
) Y ahí vamos, a toda velocidad por una autopista oscura y llena de
nieve…welcome to the North… El autobús nos deja en medio de la parte
moderna de la ciudad, cerca de la Terminal de
tren, una zona de llena de hoteles, luces y restaurantes. Pero nosotros
nos alojamos en la parte antigua, así que empezamos a caminar
arrastrando las maletas y los pies por la nieve mientras atravesamos las
calles cada vez más oscuras y solitarias a temperaturas
bajo cero.
Tras lo que nos pareció un buen rato, y con las trenzas ya
congeladas, atisbamos nuestro hostel atracado en el muelle. Es un barco
que hacía cruceros y que ha sido reconvertido en alojamiento al
finalizar sus años de servicio. La verdad
es que el hotel era chulo. Tenía ese encanto decadente de los cruceros
al más puro estilo vacaciones en el mar. Nos dan uno de los camarotes
originales que quedaban en el barco, con baño incluido y cama doble e,
ilusos de nosotros, estamos encantados! (http://www.anedinhostel.com/
Dejamos las maletas y nos lanzamos a buscar algún sitio para cenar.
El estar en el centro es un lujo, pero justamente este centro no es el
súmmum de la vida gastronómica de la ciudad. Aun así hay varios sitios y
nos decidimos por un vegetariano
que tiene muy buena pinta, el Hermitage. Y la verdad es que cenamos
súper bien! Una especie de buffet libre en el que todo estaba buenísimo!
Muy recomendable! (http://gastrogate.com/
Damos un corto paseo en la fría noche sueca deseando llegar a
nuestras camas a dormir como bebés … que inocentes éramos. Al principio
parecía que todo iba bien pero justo al otro lado del pasillo teníamos
la sala de máquinas (que suponemos
que albergaba las máquinas de la calefacción o no sé qué demonios
habría allí dentro). El caso es que no pudimos pegar ojo en toda la
noche porque el ruido de la maquinaria era brutal, al que se añadió el
griterío de los huéspedes fiesteros que vuelven de
madrugada. Toda la noche dando vueltas, con un dolor de cabeza in
crescendo a cada minuto que pasaba… una de las peores noches de mi vida
turística. Yo que me jacto de que el ruido no me molesta para dormir….
La verdad es que se nos está dando bastante bien el día y aprovechando la hora decidimos ir a una zona comercial donde visitamos un mercado de alimentos bien bonito. No es un mercado al uso, es decir, venden alimentos claro está, pero lo genial es que hay muchos puestos que te permiten comer allí mismo, hay varios de comida preparada, bocadillos … y todo tiene una pinta... a pesar de la tentación, cuando las tripas empiezan a rugirnos salimos a la calle para iniciar nuestra cruzada particular. Hemos oído hablar que por esta zona hay un puesto callejero donde se hacen los mejores bocadillos y salchichas de todo Estocolmo y…claro…no podemos perdérnoslo. Tras buscar un cajero para sacar coronas (la verdad es que cogen tarjeta en toooodos lados…menos en el puesto de bocadillos….) damos con el chiringuito de los bocatas y, tras los problemas de comunicación, hacemos nuestras elecciones dejándonos guiar por el amable chico que regenta el “local”. La verdad es que estaban buenísimos y eso de comer un bocadillo bien caliente a 0 grados es curioso!
Por la tarde nos dirigimos a la parte más “moderna” de la ciudad, con la Ópera y los teatros, los helados jardines, los cisnes nadando y una preciosa pista de hielo. Caemos en esa parte neutra que toda gran urbe tiene y que bien podría estar en Estocolmo o en Marrakech. Callejeamos, miramos escaparates, entramos en iglesias, descubrimos coquetos patios art decó, cálidas cafeterías con enormes surtidos de muffins y abarrotadas plazas con mercados callejeros y serias figuras al más puro estilo Gotham. Un grupo de Hare Krishna amenizan el paseo con su alegre cancioncilla mientras miramos a los que nos rodean y te das cuenta de que hay muchas suecas. Nada raro por otro lado. Al principio hacen gracia y cuando te cruzas con un grupo un poco grande de chicas te sientes un poco como Esteso y Pajares al grito de “qué vienen las suecas!” pero luego las vas viendo a todas iguales y, la verdad…tanta rubia aburre…
Poco a poco nos vamos acercando a la hora de la cena. Volvemos a nuestro barco a dejar lastre y salimos bien dispuestos a hacer el guiri de verdad. Y es que la elección del restaurante de esa noche bien merece una ovación. Encontramos en el Gamla Stan un restaurante vikingo. En la puerta nos recibe un mozo que bien podría haber acabado de bajar de un Drakkar o de llegar del mismo Valhalla. Aún sin reserva tenemos suerte. Bajamos unas toscas escaleras hacia una especie de sótano, dejamos los abrigos en un guardarropa, y hacemos entrada en el restaurante al grito de “Please! Let me introduce you! Silvia and Sergio from Spain!!!” y entre el aplauso de los comensales que abarrotaban el local. Las mesas eran grandes bancos donde nos iban sentando unos al ladito de los otros a medida que nos iban presentando. Sin luz eléctrica que ilumine los toscos cubiertos, las velas nos ayudan a leer la carta… madre mía… elegimos unas costillas con mermelada, salmón y cerveza. Todo impresionante. El ambiente, la comida, los camareros, la música en directo que estaban tocando con instrumentos medievales… una experiencia genial!!!! Encantados y un poco más pobres nos dirigimos a nuestra cama, cruzando los dedos para que hoy podamos dormir un poquito…. (http://www.aifur.se/en_home)