Buenas!!!
Tras una noche realmente reparadora (qué a gustico se dormía en la cama del albergue!!), tomamos un frugal desayuno a base de pan con queso y leche con cacao y hacemos frente a uno de los días clave del viaje. Nuestro traslado hasta Skradin.
Y decimos uno de los día clave porque vamos a hacer unos 200km de nacional bajando por la costa croata. Todo el mundo nos avisó que aquí encontraríamos atascos, guiris a gogó, follón y retenciones. Pues id por la autopista del interior, nos diréis. Lo que pasa es que este tramo está considerado como una de las carreteras más bellas del mundo, y como comprenderéis, no nos la podemos perder.
Así que tras una rápida visita al pueblo de Crikvenica para ver su playa de guijarros, eliminamos de la ruta todo tipo de visitas y altos dispuestos a hacer frente, con paciencia, a los terribles atascos. Pues no ha habido atascos!!! Al contrario, poco tráfico y fluido (claro que siempre te encuentras la típica autocaravana o el camión lento, pero nada duradero). La carretera está en un estado inmejorable, pese a ser continuamente una carretera de curvas, no encontramos ninguna de infarto, miles de millones de zonas de parada que la gente aprovecha bien para hacer alguna foto, bien para dejar pasar a vehículos más lentos. Y las vistas… una pasada. Nosotros no conocemos todas la carreteras del mundo, pero creemos que ésta sea una de las mejores.
Transcurre casi todo el tiempo al lado del mar, atravesando pueblos, pueblitos y pueblines, todos con sus pequeños y coquetos puertos pesqueros, casi a ras de la carretera. Con el mar al lado, vamos viendo como aparecen y desaparecen algunas de las grandes islas croatas, primero Krk, luego Pag, todas ellas con esa apariencia lunar, casi de desolación, que las envuelve de un halo de misterio… Un mar azul, eternamente en calma, nos acompaña todo el camino dejándonos imágenes de ensueño, unas veces, le vemos golpear con furia el rocoso acantilado y otras, acariciar las pequeñas y escondidas calas de guijarros y roca y dejando que la luz transforme su oscuro azul en un verde esmeralda, mágico.
Y así los kilómetros van pasando sin casi enterarnos. Durante todo el camino miles de carteles indicando lugares donde dormir (Sobes) que nos ponen los dientes largos, campings con las mejores calas reservadas para ellos, restaurantes y hoteles se esconden entre la vegetación y el agua.
Para hacer un pequeño descanso, decidimos parar en un restaurante-grill situado al lado del mar, para tomar un refresco, disfrutar de la vista y dejar descansar al coche, puesto que los 34 grados hay que respetarlos. Así que tomamos asiento en una mesa de madera en una terraza sobre el mar, una cala a un lado, otra al otro, al frente, el mar, inmenso. Sólo el ruido de las olas y unos niños jugando. Una Coca Cola fresca y ¿por qué no? Nos vamos a la cala para probar las aguas del Adriático!
Y ahí llegamos con nuestros bañadores dispuestos a darnos un chapuzón y seguir viaje. Primer problema, somos de Barcelona, playas de arena fina, suave y esta cala es de guijarros, bueno, si fueran guijarros, unas piedracas que lo flipas!!! Incapaces de dar un solo paso sin pensar en la amputación de un pie, procedemos a la técnica “chancla submarina”, haciendo equilibrios sobre dos rocas más o menos llanitas, intento atinar el pie con su chancla correspondiente… ahora… parece que sí… ERROR!! La chancla flota!!! Y yo no!!! Cuando me quise dar cuenta la chancla nadaba, feliz, mar adentro… ahora voy! Sin olvidar que todo este show se produce dentro del agua, sobre unas piedras asesinas y destrozapies y dentro de unas aguas, fresquitas, vamos, frías de narices (estaremos aquí hasta primeros de mes, sesiones a las 11am para todos ustedes, gracias).
Por fin, y ya empapada a causa de las caídas, me encasqueto mis zapatillas-chanclas atadas (no aptas para travesías acuáticas según Decathlon) y allá que me lanzo, a las aguas del Adriático.
Tanto esfuerzo vale la pena. Un agua limpia como pocas veces las he visto, el silencio, el frío del agua sobre la piel caliente revitaliza el cuerpo y el espíritu, el sol mezclándose con las olas dibuja extrañas formas en las piedras del fondo… qué maravilla.
Ahora sólo queda una pregunta…¿cómo salgo de aquí sin destrozarme los pies? Ayuda!!! A mi salvamento marítimo!! Ballena varada!!
Más segura sobre mis superzapatillas (espero no habérmelas cargado, que eran nuevas) nos vamos al coche y continuamos por la magnífica carretera, aunque ya queda poco… Primera parada (seria) de hoy, Zadar.
Con su centro histórico amurallado está lleno de iglesias y edificios interesantes así que nos damos una vuelta por su foro romano y visitamos el Órgano del Mar, creado por un artista en el año 2004, es una serie de agujeros en las escaleras del paseo marítimo por las que entra el agua del mar y que, en función de la fuerza de las olas, el viento producido hace las veces de instrumento al colarse por los agujeros y entonces… el mar canta. Hay que verlo!
Un taglio de pizza, una coca colica y nuestro coche nos lleva al pueblo de Skradin, donde tenemos nuestro alojamiento actual. Tras limar nuestras diferencias con el GPS en cuanto a la ubicación del lugar, llegamos a nuestro hotel años 70. Eso sí, el pueblo nos sorprende mucho. Esperábamos una pequeña aldeucha con 4 casas y nos encontramos un coqueto pueblo que vive del parque natural de Krka (no, no me como vocales), con tiendas de artesanía y souvenirs, restaurantes, puestos de fruta y un puerto deportivo junto a la playa para el baño (que no es playa de mar, sino de río). Todo un descubrimiento.
Tras dar nuestra vuelta de reconocimiento por el lugar, decidimos aprovechar lo que nos queda de tarde y visitar Sibenik.
Precioso, con su suelo de piedra, todo tan limpio, sus calles llenas de escaleras y sus plazas maravillosas. La magnífica Logia y la Catedral ponen el broche de oro a la visita. Viendo la hora, nos quedamos a cenar en Sibenik y damos con una taberna escondida en una placeta, con mesas y bancos de madera, manteles rojos de cuadros y una carta de comida que… vamos… me lo comería tó!
Los elegidos son una ensalada de pulpo para compartir (joooss), pasta con tartuffi pa mi (aaarrhhhgg) y una especie de bistec relleno de pruscht de Dalmacia y queso de Pag para el trusky (buuuuuuff). Supongo que no hace falta que diga nada más…
Satisfechos con todo, con el día, con la visita y con la cena, ya toca retirarse al hotel, despacito, pues la noche nos ha caído encima empujándonos ya a la cama para que mañana podamos continuar nuestro viaje con energías renovadas.
Un beso.
Km: 298
Acumulado: 2130
miércoles, 17 de agosto de 2011
[+/-] | día 5 - De Rijeka a Skradin |
martes, 16 de agosto de 2011
[+/-] | Día 4 - De Piran a Rijeka |
Mira tú, hoy sí que hemos dormido mejor. La gente de fin de semana ya se ha marchado y el turismo que invade el pueblo es más tranquilo.
Antes de irnos, decidimos tomar un café en un cibercafé que hay cerca del hotel y así aprovechar para actualizar este maravilloso blog. Siempre es curioso que un Ciber café no tenga internet, así que nuestro gozo en un pozo y el desayuno se limitada a un café con leche mientras esperamos el Party Shuttle (qué alta tienen la música, parece la disco!) hasta el aparcamiento. La rutina, coche, pagar, maletas y… seguimos ruta hacía territorios desconocidos!
Llegamos a la frontera croata ahora con los pasaportes preparados. ¿Por qué te hablará la policía en croata cuando la matrícula del coche pone España, el pasaporte pone España y nosotros tenemos cara de españoles? Y claro, quedas mal ante la autoridad, pero tu respuesta a su pregunta es: Eiin? En fin, tras explicarles que es nuestra primera visita a Croacia, ponemos rumbo a nuestro primer destino del día: Buje.
Cuando llegamos allí alucinamos con la de coches que hay, aunque realmente deberían ser todos de los habitantes, porque turistas, ni uno. La gente oriunda nos miraba raro, subiendo por las cuestas del pueblo, cámara en ristre, mochila en la espalda y plano en la mano. La verdad es que el casco antiguo no está mal pero tampoco es para tirar cohetes, así que una vueltica rápida, unas compricas de productos típicos a base de tartuffi y a continuar viaje.
Con un poco de desconfianza, y con un plano de carreteras de la región que nos hemos agenciado en la oficina de turismo (locos pero no tontos), avanzamos por pequeñas carreteras, en bastante buen estado, a través de verdes valles hasta llegar al pueblo de Groznjan, pueblo que abandonaron los italianos y que fue rehabitado por artesanos y artistas. Nos quedamos sin palabras puesto que nos esperábamos un pequeño pueblo, vacío, en medio de la montaña y nos hemos encontrado un lugar precioso, lleno de rincones de ensueño, de tiendas de artesanía, limpio y con unas vistas impresionantes!! Muy recomendable!!
Encantados de nuestro descubrimiento, seguimos hacia la Ruta de las Ciudades Fortificadas, adentrándonos en la península de Istria y acercándonos a nuestra próxima parada, Motovun, pueblo que conserva su núcleo medieval y está enclavado en lo alto de una colina. Vistas impresionantes a través del paseo por lo alto de las murallas que rodea el casco antiguo pero que, sinceramente, tras visitar Groznjan, no lo supera en absoluto.
Continuamos nuestro camino hacia la costa, pasando por diversos pueblos del estilo de Motovun, núcleos medievales, enclavados en colinas, pero sin nada en especial salvo su ubicación, perfectamente visible desde la carretera. Tras un trayecto no muy largo, por un bonito camino (confianza en el GPS aumentando) llegamos al minúsculo pueblo de Plomin. No tiene más que un par de calles y una pequeña Iglesia, pero precisamente por eso merece la pena hacer un alto de 10 minutos, estirar las piernas y asomarse al mirador que hay nada más pasar el pueblo, en la primera curva, desde donde se ve un fiordo (lástima que lo que haya más abajo sea una enorme fábrica con la chimenea más grande que jamás he visto).
Continuamos viaje hacia la costa, pensando en parar en algún sitio para comer. La carretera atraviesa diversos pueblos donde intentamos parar pero en los que la acumulación de turismo nos lo impide de todas todas. Pequeños núcleos que no tienen nada más que acceso, mediante relativas playas, al mar, y cuando estamos a 34 grados la cosa se complica. Así pasamos por Moscenice, Lovran y Opatija y, finalmente, decidimos ir hacia Rijeka, donde tenemos nuestro alojamiento.
Atravesando la ciudad, llegamos al albergue donde los alojaremos hoy. Sorprendente.
Está ubicado en una bonita mansión, con habitaciones dobles, con baño privado, desayuno, wifi, un personal agradable y sitio para dejar el coche en la misma calle, a 20 metros de la puerta. Gracias!!!!! Justo en la puerta, el autobús que nos lleva al centro.
Así, decidimos descansar de coche esta tarde y cogemos el autobús de la línea 1 que nos deja al lado del casco histórico (10kn el billete).
Un paseo por la calle principal de tiendas, y acabamos comiendo en el McDonalds (bueno, forma parte de la tradición visitar el McDonalds de cada país donde vamos y tengamos en cuenta que son las 15.30 de la tarde!). Especialidades del país, el McCountry y gambas rebozadas… Ei, y es más barato que en España (2 menús más una ensalada pequeña –el chico se ha equivocado pero da igual, tenemos hambre- 59kn, aproximadamente unos 8 euros).
Una vuelta por el centro histórico nos hace darle la razón a aquellos que nos decían que Rijeka no tenía nada, así que compramos tiritas, nos tomamos un cafetín y entramos al Konzum a comprar cena, unos panes, Prüst (jamón típico de la zona) ,agua y zumetes. Y con nuestra bolsa de la compra cogemos el bus que nos llevará a nuestro lugar de descanso.
Mañana nos espera un día durillo, la carretera de la costa croata que nos llevará hasta Skradin. Un buen tramo! Esperamos no encontrar mucho atasco… mañana os contamos.
Km: 143
Acumulado: 1832
[+/-] | Día 3 - Costa de Istria |
Hola holita!
Tras una noche movidita en la que nos ha costado bastante dormir ( fin de semana, fiesta, pueblo de costa, agosto… mucha gente en la estrecha calle, a TODAS horas, con un buen eco, estamos hartos de dar vueltas en la cama), nos levantamos decididos a visitar la península de Istria, o al menos, todo lo que podamos!
Así, alegres, nos dirigimos a la plaza principal de nuestro precioso pueblo y nos tomamos unos cafeticos con leche y una cosa típica de hojaldre con queso… hay que coger energías para pasar toda la mañana dando vueltas.
Cogemos el autobús que nos lleva en 5 minutos (si llega) al aparcamiento “Fornace” en el que hemos tenido de dejar el coche al más puro estilo Venecia. La verdad es que barato no es, pero es lo que hay (15 euros las 24 horas) y, además, te despreocupas del coche totalmente.
Una vez ubicados en nuestra fiel montura, ponemos rumbo a la frontera croata… sin haber cogido los pasaportes!!! Menos mal que estamos en la UE y con el dni pasamos sin problemas. Ahí vamos! Los Truskys invadiendo otro país, ni los Escipiones, tú! Y tras un trayecto no muy largo hacemos nuestra primera parada, Porec.
Dejamos nuestro coche en un aparcamiento y lo primero que hacemos es acercarnos a un cajero para sacar kunas, la moneda que utilizaremos en Croacia. Aquí empieza lo divertido… ¿y cuanto sacamos? ¿Cuánto vale una kuna? Y aquí estamos, en medio de Istria parados mirando al cielo con cara de ignorancia esperando ser iluminados por el espíritu de la Gran Calculadora del Mundo y contando con los dedos, recordando nuestros tiempos de mozalbetes repitiendo la tabla de multiplicar del 7… aish… en fin, que 1 euro son 7,4 kunas… como veréis, el cambio no es fácil…
Dejando a un lado nuestra incapacidad para el cálculo mental, nos disponemos a visitar el bonito pueblo, sembrado de turistas, pero lleno de vida, restaurantes y tiendas, con un cuidado centro histórico y donde encontramos una iglesia patrimonio de la Unesco… que no podemos visitar porque están de misa y no acaba hasta dentro de … 3 horas!!!! Qué rabia.
En fin, una vez hecho el recorrido turístico y ante la imposibilidad de esperar más de 2 horas y media en tan pequeño lugar, decidimos obviar la visita a la iglesia y continuar viaje, cerca de la costa, hasta nuestra siguiente cruz en el mapa, Rovinj.
En el camino a Rovinj hacemos un alto en el canal Limski, que no deja de ser un fiordo, donde la gente acude a bañarse, hay alquiler de barcas, etc… un remanso de paz y tranquilidad, una verdadera preciosidad que queda escondida tras los árboles que circundan la carretera.
Animados por el bello paisaje llegamos a Rovinj. ¿Qué decir? A mi me encantó, un bonito puerto deportivo rodeado de casas de colores llenas de restaurantes (un poco como todos los pueblos costeros) pero con un casco viejo realmente bonito. Si obviamos la típica calle principal que lleva hasta la iglesia que hay en lo alto del pueblo y que está llena de tiendas y extranjeros en chanclas y calcetines, y nos adentramos por las calles aledañas, empinadas, con sus ventanas con flores y su pintura desconchada, sus pequeños bares y sus rincones soleados, llegaremos hasta la iglesia habiendo disfrutado un poco más de la esencia del pueblo. Desde allí arriba, unas vistas magníficas del Adriático. Sin duda merece la pena.
Tras comer unos bocadillos de pollo rebozado (tras hacer la serie de cuentas matemáticas pero ahora con la calculadora del móvil, claro), nos asombramos de lo desconfiados que somos… que si seguro que nos cobran de más, que nos querrán timar por ser guiris, que ahora a ver cuánto nos cobran de servicio… pues no! No estamos encontrando un país demasiado caro en la alimentación (las bebidas sí que suben un poco más) , por ejemplo, los dos bocadillos, con dos bebidas, en un restaurante en el puerto menos de 12 euros. Vale, no es barato pero…
Tras Rovinj, ponemos rumbo a Pula, donde nos sorprende el buen estado de conservación de su anfiteatro romano. Aviso a navegantes, se ve perfectamente desde fuera, caminando por el parque que hay al lado derecho de la entrada se ve todo el interior maravillosamente, así que podéis pagar la entrada de 20kn si os apetece pagar o si queréis ver el museo, pero si sólo queréis ver el anfiteatro, no hace falta gastarse el parné. Como ciudad, Pula es la menos bonita de las tres que hemos visitado hoy, así que un helado de chocolate y melón, una vueltita y para el coche.
Una vez aquí, decidimos empezar a dirigirnos de nuevo al norte, hacia Piran, con la intención de no llegar tarde y poder dar una vuelta por el pueblo y, de paso, ver el atardecer en el Adriático. En lugar de ir por la autopista, decidimos ir por las carreteras secundarias, para intentar ver alguna cosita más, animados por lo temprano de la hora, así que chino chano paramos en Svetvincenat, un minúsculo pueblo con una bonita plaza, a la que le damos la vuelta y ya está visto! 10 minutos a lo sumo. Y de ahí, aprovechando que la ruta marcada por el GPS pasaba, nos paramos en el pueblo abandonado de Dvigrad, donde, también, 10 minutos bastan para visitarlo, sobre todo cuando escuchamos a la niñita extranjera decirle a su mamá… “guachipu aguachipeig escorpión” y señalando graciosa una piedra del suelo. Miramos nuestros pies, que buen día para ir con chanclas, y decidiendo, en el instante, que
ya estaba bien de ciudad abandonada!
Ya poniendo rumbo a Piran, dejamos que nuestro Tonto nos guíe hasta el… infierno… y no una, sino dos veces… su maravilloso plan de viaje nos mete en una carretera sin asfaltar, llena de baches, boquetes y piedras. Decidiendo que no queremos hacer Dios sabrá cuantos kilómetros por esa carretera, cambiamos la ruta diciéndole que nos lleve por la autopista, no puede ser tan difícil llegar puesto que la vemos, todo el rato, a nuestro lado. Pues volvemos al infierno entonces, nos mete por otra carretera peor si cabe que la anterior, a 100 metros un desvío, bueno, pensamos, llegaremos a otra carretera… no! Se supone que llegábamos a la autopista!! Y sí, llegar llegamos, pero el problema es que estamos debajo de la autopista!!! Y venga camino de tierra y le decimos que no queremos carreteras sin asfaltar y el GPS erre que erre… Qué desesperación!!! Reculamos, con el rabo entre las piernas, durante varios kilómetros buscando una entrada a la autopista y… por fin! Ahí está! Nunca nos alegramos tanto de entrar en una vía rápida!!! A partir de este momento, nuestra confianza en el navegador ha disminuido 100 puntos (de 100) aunque, en un plis plas, llegamos a la frontera, cambiamos de país y alcanzamos nuestro Piran querido sin más altercados.
Dejamos nuestro coche (ahora blanco por el polvo) en el aparcamiento y llegamos a nuestro hostel. Nos cambiamos y vamos a dar una vuelta por el pueblo y, sobretodo, a ver el impresionante atardecer. No hay palabras, sentados en una roca en el paseo marítimo atestado de gente, el silencio acompaña al sol mientras se va a dormir. El agua se va tiñendo de rojo y la gente que nada en el mar parece formar parte de un ritual místico, hermoso. Hasta las olas desaparecen mientras el sol se va ocultando en el horizonte y el mismo cielo parece en llamas. Una maravilla.
Y cuando por fin el sol desaparece, el paseo cobra vida, la gente sale a la calle, los restaurantes se llenan y nosotros nos metemos entre pecho y espalda una parrillada de carnes en un local del paseo marítimo, con una cervecita fresquita!!! Ui, que morriña, que cansancio…
Ahora sí que nos podemos ir a dormir a gusto.
Km: 237
Acumulado: 1689
[+/-] | Día 2 - De Saint Paul a Piran |
Buenas a todos!
Aquí viene nuestro segundo día, otro día de tránsito hacia nuestro destino. Un día durillo.
Nos levantamos prontito, para abandonar Saint Paul de Vence a las 7 de la mañana, puesto que el camino que nos falta hasta nuestro próximo destino es largo, Piran. Una gozada atravesar el precioso pueblo cuando aún nadie anda por sus calles, totalmente en silencio, escuchando el ruido del agua y caminando despreocupadamente, sin esquivar guiris despistados y habitantes irritados.
Como ya nos conocemos la autopista que tenemos por delante, nos armamos de valor y de paciencia, para hacer frente a uno de los peores tramos de autopista por las que hemos pasado en nuestras andaduras europeas. Pasado Mónaco, una vez en territorio italiano, las curvas, cambios de velocidad, malos peraltes y, lo más fuerte, autopistas en curva y sin ninguna línea divisoria de los carriles… hacen que a las 3 horas de viaje tengamos el cuello agarrotado, la espalda tiesa y las piernas estresadas. Pero cómo conducen!! Es como el chiste, va un español, un francés y un italiano conduciendo por la autopista… ¿de quien es la culpa? Menos más que a medida que nos vamos adentrando en el país la carretera mejora, las curvas desaparecen y el tráfico disminuye.
Agotados y desesperados, decidimos hacer un alto en Sermioni, cerca del lago di Garda para comer y cual es nuestra sorpresa cuando para salir de la autopista encontramos una cola impresionante!!!! Tras 15 minutos para alcanzar el peaje, nos detenemos a comer en una pizzería que no sirve pizzas, y donde a pesar de saber inglés, pasan de ti y te traen lo que quieren y, claro, acabas hablando en indio para ver si así te entiendes.
Azuzados por el reloj, dejamos para otra ocasión la visita del lago y ponemos rumbo a Trieste, en la frontera italiana. La verdad es que el camino hasta allí pone los dientes largos a cualquier turista que se precie. Durante nuestra travesía por la autopista pasamos por Turín, Milán, Verona, Mantua, Pádua, Piacenza y Venecia… menudos destinos! Menos mal que los conocemos todos, sino nos habría dado un ataque!!
El caso es que por fin llegamos a Trieste, un paseo por su puerto y sus calles y poca cosa más, también hay que tener en cuenta que es domingo y todo está cerrado.
Así que volvemos al coche y ponemos rumbo a la frontera, haciendo una parada en un pueblo de cuyo nombre no quiero acordarme (bueno, querría, pero menudo nombre… no he conseguido retenerlo) donde, parados en una acera, intercambiamos los planos del GPS, ya que nuestro navegador actual no tiene Eslovenia, Bosnia o Croacia.
Una vez actualizados, nuestro Tonto no sabe pa donde ir. Italia? Eslovenia? Se pierde. Ahora flotamos en la nada, ahora aparecemos en una carretera… qué horror!! Tras una parada estratégica para comprar unos chips de manzana sin grasa y la viñeta para las autopistas eslovenas (30 euros para un mes), hacemos caso de nuestro sentido común y avanzamos hacia la autopista que nos acercará a nuestro destino, Piran, con la esperanza de llegar antes de que nos cierre la recepción del hostal!! Por suerte el camino se hace corto y una parte de él se hace por una carretera comarcal sencillamente impresionante que va al lado del mar, con la puesta de sol y una canción romántica, el trayecto se hizo maravilloso.
Una vez en Piran, siendo restringido el acceso al pueblo (sí, parece que sólo vamos a pueblos superrestringidos…) tenemos que dejar el coche en uno de los aparcamientos que hay antes de llegar, desde donde una navette (llámalo shuttle, llámalo autobús gratuito) nos acerca al centro del pueblo.
Del pueblo, mucho, no hemos podido ver, pero sí lo suficiente para decir que es una preciosidad. Casitas de colores, un paseo marítimo precioso, rocas que separan el mar de las casas, una puesta de sol increíble, gente paseando, restaurantes, y el Adriático bañándolo todo.
Una vez dejadas las cosas en el albergue, salimos a cenar, y tras una pizza y unos “cepvicicis” o algo así, damos un paseo bajo la luz de luna, escuchando el murmullo de las olas y de vuelta a nuestro alojamiento, porque hoy, ya no podemos con nuestras almas.
Mañana más.
Km: 780
Acumulados: 1452
sábado, 13 de agosto de 2011
[+/-] | Verano 2011 - Día 1: El inicio |
Hola, hola!!!
Hoy hemos empezado el día, con energía y alegría, dispuestos a comenzar nuestras vacaciones lo antes posible. Y eso nos ha llevado a levantarnos, felizmente, a las 5 de la mañana, sin remolonear, sin perezosear... y a las 5.30... al coche!
¿Y por qué semejante madrugón? direis. Teníamos algo menos de 700 km por delante hasta llegar a nuestra primera parada, teniendo que salir de Barcelona en el cambio de quincena de agosto y en fin de semana de puente y la intención era dormir en Francia hoy, no en la Ronda de Dalt. Además, con el añadido de que teníamos que dirigirnos a la zona turística de Francia más frecuentada en verano, la Costa Azul. Así que, como la cosa pintaba mal, nuestro pensamiento fue: "si nos levantamos los primeros... no habrá nadie!" Y doy gracias de nuestra insensatez!!!
Cuales Bolt velocistas, hicimos nuevo record personal para llegar a la frontera, alcanzando la Jonquera en 1,30h... uauuu. Entrados en territorio francés ya era otra cosa, a pesar de ir tirando, el tráfico aumentó considerablemente en nuestro sentido, pero en el sentido contrario era... no hay palabras. Creo que en algún tramo hemos llegado a calcular entre 100-150 km de atasco!!!! Pa' no creérselo!!
Por suerte, nosotros, ahí íbamos, chino chano, haciendo nuestras paradas estratégicas para descansar y comer.
Cuando ya casi llegábamos a nuestro destino, Saint Paul de Vence, decidimos hacer una parada turística para amenizar un poco el día, y vamos a visitar Grasse, capital mundial del perfume, cuya visita ya intentamos hace unos años, sin demasiado éxito.
Esta vez sí. Visita a una de las decenas de fábricas de perfume de la ciudad y visita al centro histórico, muy bonito, muy francés, calles empedradas, tiendas cucas y buenos olores por todas partes. ¿Lo que recordaremos siempre? Sentarnos en un jardín, en una hamaca, acariciados por la brisa de la Provenza y siendo vaporizados con agua con esencia de rosa... que sensación, señores, que maravilla, señoras, que gozor, mindundis!
Tras semejante baño odorífero, de nuevo al coche y ya, rumbo a nuestro destino. Viva los pueblos architurísticos! Viva las obras! Viva la leche!!! 1 hora dando vueltas para encontrar el parking recomendado por nuestro hotel, ya que el pueblo es peatonal y los coches no pueden acceder. Pues el caso es que había que acceder y yo gritándole al funcionario que me tenía que bajar el pilón: !Qué voy al hotel! y el funcionario: !Qué no la escucho!... aish... y venga calles estrechas, y venga guiris en medio... y mi coche tan grande... por ahí no quepo! Y, por fin, llegamos al aparcamiento.
Aunque el plan era llegar, dejar las maletas y hacer unas visitillas por pueblos de los alrededores, la odisea de la entrada a Saint Paul nos disuade de tamaña locura, con lo que, tras dejar nuestro equipaje en la Hostellerie des Remparts, dedicamos la tarde a pasear, ver tiendas, comer creps y presenciar partidas de petanca. ¿Podremos vivir así de relajados toda una tarde en un pueblo de 4 calles? Pos va a ser que sí...
Como estamos en la Provenza, en vez de ir a cenar a un local típico, con comida regional, somos tan freaks que acabamos cenando en un Diner, sí, un Diner americano en Saint Paul ¿no lo esperábais, eh!? Y tras intentar mimetizarnos con la población local asistiendo a un conciertillo de un grupo de chavales, nos dirigimos a nuestro hotel, deseando dejar de escuchar al agónico cantante y anhelando, simplemente, una cama ya que nuestro cansancio ya piensa en el día de mañana, otro tute como el de hoy, autopista, autopista y más autopista hasta llegar a nuestro destino, a partir del cual, empezará de verdad nuestro viaje.
Por ahora, las piernas ya se me han dormido y creo que el resto del cuerpo está deseando seguirlas. Hasta mañana!!!
Km. 672
Acumulados... no me hagais repetirlo.
lunes, 8 de agosto de 2011
[+/-] | Verano 2011 - Iniciando la cuenta atrás |
Por fin!! Parece que ya llegan!! ¿Qué quien? Pues las vacaciones!!!
Una semana.. nooo, 4 días e iniciaremos nuestro periplo por tierras croatas, bosnias y eslovenas, esquivando italianos, luchando con los idiomas y peleando con las monedas... aish, pero qué ganas!
Los últimos días antes de un viaje siempre son los de más nervios... ¿lo llevaré todo? ¿Pasaportes? ¿Reservas de hoteles? ¿Indicaciones en el GPS? ¿Seguro del coche? ¿Documentación? ¿La cabeza...?
Y casi, sin darnos cuenta, habrá pasado la semana.
La maleta abierta en el suelo del dormitorio va recibiendo ropa, de cualquier manera, amontonada... se diría que tiene prisa por irse, pero simplemente es el reflejo de nuestra impaciencia. "Ésto me lo tengo que llevar". A la maleta. "Ésto también". Hay que hacer corriendo una lavadora.
Nos proponemos llevar poco equipaje. Siempre decimos lo mismo, pero no sabemos cómo, acabamos llenando la maleta de ropa que no nos ponemos. Qué malos son los "Porsiacaso". Por si acaso llueve... el gorro, por si acaso hace sol... la gorra, por si acaso hace frío... a ver, qué vamos a paises civilizados!! Es cierto, aunque parece que salgamos de España y que el mundo vaya a dejar de tener tiendas! Una vez asumido esto, continuamos con la maleta... por si acaso, el gelocatil.
Cables, antiestamínicos, cargadores, tiritas, cámaras de fotos, champú, carretes... un poti poti de objetos que deben entrar al coche antes que nosotros mismos. Qué no se olvide nada! La música para el viaje, esencial. La cabeza viene y va intentado recordar qué nos dejaremos el viernes...
20 días, 16 hoteles, 3 paises (más 2 de paso)... será agotador y a la vez relajante.
Pero una cosa no olvidamos.
Una vez metamos las maletas en el coche, abrochemos nuestros cinturones, subamos el volumen de la radio y notemos como las ruedas van comiéndose los kilómetros, volando, silenciosas, sobre el asfalto... en ese momento, empezaremos nuestras vacaciones. ¿Nos acompañais?
domingo, 10 de julio de 2011
[+/-] | Dominguereces y cestas de picnic: Gallinas! |
Bueno amigüitos,
Ahora que el verano nos honra con la jornada intensiva en el despacho y el calor intensivo en la calle, la mejor opción es la de permanecer anclado ante el ordenador, ventilador en ristre, consumiendo la inmensidad de las horas que antes parecían segundos, cuando era el reloj el que mandaba sobre el tiempo.
El bochorno te hace recordar lugares más frescos y mejores que los actuales sin ser necesario remontarnos a tierras lejanas y recónditas.
Nuestra última dominguerez es bien sencilla. Un fin de semana de camping, en Roda de Barà. Pero eso no es lo interesante, ya conocemos todos los misterios de los campings de costa: desayunar, piscina, aperitivo, petanca, comer, siesta, café y pasta, playa, merendar, paseo, cenar, sobremesa, dormir… y así en un bucle infinito en función de los días de letargo concedidos.
Entre paseo y paseo, mi dominguerez es visitar una granja, por mi bautizada como la Granja Pirata, ya que es como aquella isla a la que no se puede llegar a no ser que ya sepas donde está.
¿Y qué tiene de especial? Una tontería que a los de ciudad nos encanta pues nos permite entrar en contacto directo con la naturaleza… tras llegar al pequeño recinto con perros y pavos reales, entras en una pequeña sala, austera, llena de cestos misteriosos y gente con acento extraño.
Es un pagés. De los pocos que quedan. ¿Y qué sorpresas guardará en sus ajadas cestas de mimbre? Asomas la nariz, poco a poco, y unos colores intensos inundan tu visión. ¿Frutas y verduras? Para esto tanto misterio. Pero recordad….somos de ciudad y en la ciudad… nadie escuchará tus quejas.
Decides aprovechar el viajecito y ahorrarte la visita al super cuando regreses a la urbe. Paseas entre los cestos y una sensación extraña comienza a apoderarse de ti… qué colores… y sin fluorescentes… ese olor…
Coges un tomate, casi con gesto reverencial, qué textura… te lo acercas a la cara y …huele a tomate!!! Te empiezas a poner nervioso… ¿qué es esto? ¿a qué extraño lugar hemos llegado? Y coges un melocotón y de repente… los recuerdos caen sobre ti con violencia. Ese olor te transporta a un verano de hace años, a un verano dulce, a tardes soleadas donde la pereza era la única actividad permitida. Hemos llegado a un pequeño paraíso donde los colores, olores y texturas están guardados dentro de cestos de mimbre. ¿Qué más podría pedir?
Un sonido extraño llega a nosotros. Su origen se encuentra al otro lado de una pesada puerta de metal. Te acercas a ella, lentamente, paso a paso… alargas la mano y con dedos temblorosos aferras la maneta de la puerta… qué fuerte olor … dudas y el miedo te paraliza durante unos segundos pero la curiosidad es más fuerte (aunque no olvidemos que mató al gato… suerte que no somos gatos).
Cierras los ojos, tiras fuertemente y con decisión y la puerta… no se abre… es corredera. Qué vergüenza! Y cómo la vergüenza es más fuerte que el miedo, abres la puerta rápidamente, preparado a hacer frente a lo que habita tras ella….
Cientos, miles de pequeños monstruos de dos patas, con garras afiladas como cuchillos y que emiten unos ruidos guturales se amontonan dentro de jaulas…sí, amigos… son … !! gallinas !!
Gallinas que, viven como nosotros, en pisos, unos encima de otros. Largos pasillos llenos de aves ponedoras que cacarean en función de su estado de ánimo, que te miran y no te ven, un humano más que pasa de largo.
Y ante semejante espectáculo comienzas a caminar entre las columnas de gallináceos, tan hipnotizado por su soniquete arrítmico, que ni las pesadas moscas que rondan el lugar parecen molestarte. Y, de repente, alguien ha puesto un cartón en tus manos y te encuentras acariciando la superficie de un huevo, aún tibio, y lo tomas entre tus manos como si se tratara de un ídolo sagrado, cómo si dentro estuviera el secreto de la eterna juventud.
Y vas paseando, recolectando pequeños milagros y colocándolos en un rugoso cartón, con cuidado, suavemente… uno… dos… tres… y los minutos pasan y parecen segundos, empleados en la búsqueda del huevo perfecto.
Y cuando abandonas la sala, con una mezcla de tristeza y satisfacción, muestras tu colección de hallazgos, henchido el pecho de orgullo ante aquellos que huyeron despavoridos ante el olor a vida y descomposición, ante la visión de tales horribles monstruos generadores de miles de momentos de placer (huevos fritos….huumm).
Ya en el coche, no puedes evitar lanzar miradas desconfiadas a las estériles bolsas de plástico donde han guardado tus tesoros. Miras, remiras y vuelves a mirar para cerciorarte que los colores, los olores y las texturas no han desaparecido al cruzar las puertas del templo ecológico donde los has encontrado. Y sonríes… continuan ahí.
De vuelta a la rutina, a la ciudad, la pátina gris vuelve a cubrir todo lo que nos rodea. Trabajo, limpieza... Toca hacer la cena. Despistada, abstraída en tus pensamientos, abres la nevera y, sin mirar, coges dos huevos. Cenaremos tortilla. El color es extraño… pero casi no lo percibes. A la sartén. Vuelta con el tenedor. Et Voilà, la tortilla francesa. Te sientas en el sofá, con el plato en una mano y el mando a distancia en la otra. Acercas el tenedor lentamente mientras cambias de canal, cortas la tortilla y te la metes en la boca sin pensar y, de repente…una explosión de sabor inunda tu boca!
Y así es como una persona de ciudad aprendió a que sabe un huevo de verdad.