Otro nuevo día amanece en tierras asturianas y ponemos rumbo a Ribadesella, bien seguros de que hoy se celebra la tradicional regata.
Aparcamos asombrados de la facilidad, justo al lado de la ría, justo al lado de la comisaría que invalida mi control remoto del coche y cerquita del centro. Qué triunfada!!
Caminamos hacía la oficina de turismo y preguntamos a qué hora es la regata y, cual es nuestra sorpresa cuando la amable informadora nos informa de que estábamos mal informados, puesto que la regata fue hace unos días. Qué mala suerrrrte!!
Así que con la cabeza gacha nos ponemos a patear Ribadesella. El entramado de callejas nos lleva cuesta arriba, poco a poco, a la pequeña ermita y al mirador desde el que podemos ver como la ría parte en dos la ciudad, como la gente se baña en el agua medio dulce medio salada de la playa y como las antiguas casas de indianos se han mantenido firmes, mirando a la ría. Bajamos encantados de haber subido hasta allí y volvemos por el agradable paseo, sembrado de paneles que nos llenan la cabeza de historias de trasgus y sirenas mientras los perretes entrenan en el agua, cazando palos, unos con más maña que otros.
Una vez entramos en el coche, con la alarma sonando (qué fuerte es no saber entrar en tu coche y apagar la alarma que tú misma has activado...), y con el ánimo alto por la bonita visita que hemos realizado, nuestras ruedas nos llevan a la zona de Cabrales, ansiosos por visitar una quesería y aprender el noble arte de curar el queso cabrales!
Llegamos a Arenas de Cabrales, centro neurálgico de la zona, y poco a poco nuestra decepción va en aumento. Sólo restaurantes (eso sí, con cabrales en la carta) y tiendas de souvenirs pero pocas queserías a visitar. Lo único visitable era un museo que recreaba como se hacía el cabrales, pero no nos apetece ver recreaciones. Nos hablaron de que en Asiegu sí que encontraríamos una quesería, así que tras una comida ligera, fabes con almejas y escalopines al cabrales y... postre! cómo no vas a comer postre! arroz con leche, nos metemos en el coche y vamos carretera de curvas arriba hasta llegar a Asiego, aldea perdidilla en la montaña.
A pesar de todo, hay ambientillo puesto que estan de fiestas y nada más llegar nos reciben los cánticos tradicionales que estan animando a los lugareños. Nos damos una vuelta por el pequeño pueblo admirando los órreos, estos sí son auténticos de verdad, las gallinas que anidan debajo, los gatos que maullan encima y el maíz que se seca del alero de madera... pero ni rastro de la quesería. Así que con ese desánimo que suele invadir al guiri cuando no puede guirear lo que quiere, nos vamos al bar del pueblo a por un café y allí nos informan de que la visita a la quesería se hace guiada... aaaaaacabáramos. Pagas unos dineros majos (ahora no sé cuanto era pero más de 20 euros sí) y te enseñan la cava de cabrales, un lagar de sidra y degustación. El tour empieza a las 19h y dura 3 horas. Lo veo ideal si vas con niños, si nunca has visto un lagar (nosotros ya sí) y si nunca has visto una cava de queso. Pero este año estamos de crisis y, además, sólo de imaginar bajar con el coche por el camino por el que hemos subido, de noche cerrada, seguramente con niebla y más que probablemente con lluvia, se me quitan las ganas ni de oler el cabrales, así que hacemos un esfuerzo de imaginación, rebuscamos en nuestra memoria a la caza de la imagen de las cavas de Roquefort y... voilà! Un colage!
De nuevo en el coche, miramos el mapa, recalculamos rutas y hacia nuestro nuevo destino: Llanes.
Llegamos por la impresionante playa de Toró, aunque impresionante también los problemas de aparcamiento. No con pocos problemas dejamos el coche y damos un pequeño paseo por la increïble playa que ha sido escenario de algunas películas. La verdad es que parece de otro planeta con toda esa zona rocosa. Dedicidamente, hay que verla!
Con mejores expectativas subimos al pueblo, al mirador de los Cubos de la Memoria, donde está el faro y... creo que necesitan repintarlos... Esperábamos tanto tanto de ellos que nos han decepcionado un poco, pero lo mejor para juzgar es verlo, así que ya sabeis. Seguimos nuestro paseo hasta el centro del pueblo, una preciosidad que roda una lengua de agua que se adentra en la tierra. Llena de vida, de tiendas y de gente es un lugar ideal para pasar una tarde relajada. Y para pasar un buen rato, que mejor que conseguir leer todo el poema cuyos versos estan dispersos por toda la ciudad. En el suelo vamos encontrando placas con palabras y marcas que nos indican la dirección a seguir, así que un buen entretenimiento es conseguir leerlas todas!! Y, por supuesto... allá vamos... mirando más el suelo que los edificios pero divirtiéndonos como niños!!!!
Una vez superado el reto, damos otra vuelta mirando ahora a nuestro alrededor y tras visitar el recinto de la policía y una preciosa urbanización de casas con ovejas, encontramos el camino que nos devuelve al coche, pasando al lado de una ermita donde no hay ni un alma, entre setos donde perros esperan escondidos para asustarte.
Y ya, por fin, de vuelta en Nueva, al bar de siempre a disfrutar de una opípara cena y un par de botellines.
lunes, 1 de octubre de 2012
[+/-] | Día 7 : Ribadesella - Cabrales - Llanes |
lunes, 13 de agosto de 2012
[+/-] | Día 6 – Villarriba-Villabajo-Sietes – Lagar – Muja – Llastres – La Cuevona – Nueva |
[+/-] | Día 5 - La senda del oso - Pueblines - Valdediós - Candás |
Puff… cómo cuesta levantarse por las mañanas… No sé si es que nos estamos haciendo mayores o que el cansancio del año pasa factura pero se nos pegan las sábanas… Hoy tenemos nuestro récord de hora en abandonar el hotel…las 9,30 de la mañana! Todo un logro!!
Animándonos a nosotros mismos empezamos el día decididos a disfrutar de la montaña puesto que vamos hacía la Ruta del Oso, en Proaza, para poder ver a las dos osas pardas que hay en Asturias, Paca y Tola.
Tras unas carreteras sinuosas llegamos a nuestro destino, y en el centro de interpretación nos facilitan las rutas, nos indican un parte corta, sencilla y bonita que podemos realizar desde el cercado de las osas y nos confirman que a nuestras peludas amigas les dan de comer a las 12.
Así que como tenemos tiempo iniciamos la ruta de 4 km ida y vuelta que nos indicaron y comenzamos nuestro periplo senderista… Tras unos 3km sólo de ida empezamos a arrepentirnos de no haber alquilado unas bicis y comenzamos a mirar el reloj. El sendero, bueno, está bien, pero no parece muy… ¿una central eléctrica? Aquí nos damos cuenta que la parte bonita que nos habían indicado aún no ha comenzado, Paca y Tola van a comer y el sol cae de justicia sobre nuestras cabezas. Así que comprobando que aún estamos a la altura del pueblo, damos marcha atrás para ver como dan de comer a nuestras amigas.
Para nuestra sorpresa las acompaña Furacu, un precioso oso que traen del Parque de Cabárceno en Cantabria para que les haga “compañía” en determinadas épocas de año. Decenas de personas asomadas a la valla esperan que los osos sufran un arrebato de locura mientras su cuidador les vacía delante bolsas de fruta y pan, pero eso no pasa, y tras el baño de Furacu todo el mundo continúa su camino. Unos de vuelta, otros de ida.
Nosotros volvemos al coche, avanzamos cómodamente el camino que nos había llevado 1 hora bajo el sol y en parking de la central eléctrica dejamos a nuestro corcel para continuar la ruta hacía una zona de túneles. A partir de aquí el sendero se vuelve más bonito, con el río al lado, los árboles que forman un techo nos protegen de las inclemencias del sol, y tras otros tantos kilómetros de ida esquivando bicis y hasta algún coche decidimos dar por finalizada la ruta. El gran problema que le vemos es que la ruta no es circular y tener que desandar lo andado es un poco rollo, pero bromeando pronto llegamos al pueblo y buscamos un sitio donde reponer fuerzas.
Tras una olla de lentejas nos metemos en el coche y serpenteamos durante kilómetros para visitar dos pueblos recomendados por el señor de turismo: Bandujo, pueblo medieval de montaña asturiana (que aún estamos pensando si merece la pena o no) y Bermiego, lleno de hórreos de los de verdad y de mariposas por doquier (éste si merece la pena). ¡En estos pueblos no esperéis encontrar nada turístico porque no lo hay! Y preparaos, porque hay curvas…muchas curvas.
Tras colocar el estómago en su sitio y por carreteras un poco menos sinuosas, llegamos a Valdediós, donde está el Conventín de San Salvador, Patrimonio Mundial. Este conventín es del siglo IX por lo que su importancia y antigüedad son remarcables. El curioso guía nos obsequió con una hora de visita, con toda suerte de explicaciones, que nos hicieron permanecer con la boca abierta (a veces de incomprensión y a veces de admiración). La lástima es que no pudiéramos visitar el monasterio colindante debido a una boda más larga que un día sin pan, pero desde luego la visita al pequeño conventín mereció la pena.
Cansados … no… agotados por los casi 10km andados durante la mañana y por las carreteras de curvas, volvemos al hotel, y tras dejar descansar al coche damos un paseo hasta el pueblo de Candás, a unos escasos 10 minutos, para cenar algo.
Al llegar encontramos una pequeña ciudad costera, sede de antiguas conserveras de pescados y marisco de las que apenas quedan vestigios (aquí estaba la conservera Albo, por ejemplo), y que rebosa vida por los cuatro costados!
Escogemos una sidrería entre tantas y … puff… gran puntería. Unas patatas al cabrales que quitan el sentido, una sarten de patatas, huevos y chipirones que te nublan la razón y un par de botellinas de sidrina que pa’ que más. La simpatiquísima camarera te escanciaba ella la sidra (estábamos dentro del restaurante, no en la terraza, así que podríais imaginar el desastre si todo el mundo se encanciara su sidra), y cada vez que pasaba por nuestra mesa nos miraba, reía y decía… ¿un culín? Pos claro que sí, y desde alturas de vértigo veíamos la sidrina caer eficazmente en el borde del vaso, romper, y pa dentro, del tirón! Que no puede reposar… Qué misterio, esto de la sidra.
Y tras una carrerita de nuevo al bar, un helado y un paseo la cama nos espera ansiosa…
domingo, 12 de agosto de 2012
[+/-] | Día 4 – Cudillero-Luarca-Gijón |
Hola hola hola!! Tras una reparadora noche y un copioso desayuno nos ponemos en camino, bastante tarde para ser nosotros, hacía uno de esos pueblos de los que tanto oyes hablar y sobre el que tantas alabanzas han caído. Cudillero.
Así que llenos de entusiasmo cogemos la autovía y en un ratín nos plantamos allí.
Aparcamos en la zona habilitada para ello y el gran número de coches que rondan nos hace ya pensar en lo turístico del lugar. La simpática chica de turismo, aunque un poco estresada por llegar tarde a trabajar, llevar a la niña con la abuela y encima se le estropea el coche (sí, los asturianos son muy simpáticos y te cuentan y recuentan…me encanta!) nos da un plano de la región y un par de indicaciones.
Y así, cámara al cuello, nos lanzamos al descubrimiento de esta pequeña joya de la costa asturiana. Mientras avanzamos desde el puerto curiosas zonas de baño de aguas cristalinas se abren ante nuestros ojos, abuelos con niños, cangrejos… y el pequeño pueblo que aparece encajonado y encaramado en la montaña que da al mar. Diríase que sus casas se montan una encima de la otra, ladera arriba, para poder besar el mar y mirarlo desde lo alto, todo al mismo tiempo.
Merece la pena perderse por sus estrechas callejas empinadas y llenas de escalones, de esas que te hacen dudar de si estás en una calle o entrando en una casa. Subir o bajar, izquierda o derecha, pequeños recovecos, giros y regiros, olor a ropa recién tendida y a mar. Y entre esto y aquello hay que subir a sus miradores para poder observar el conjunto desde arriba, porque realmente merece la pena.
Con muy buen sabor de boca abandonamos Cudillero justo cuando la plaza central comienza a ser intransitable. Una marea de gente llega desde el aparcamiento ansiosa de pueblo y pescado, así que nosotros hacemos un mutis por el foro y tras comer un bollo preñado y un arroz con leche cara al mar decidimos poner rumbo a nuestro próximo destino que no es otro que la también alabada ciudad de Luarca.
Pero antes de llegar, y aconsejados por la anteriormente mencionada chica de turismo, hacemos un alto en el faro de Cabo Vidio. Y señores, vaya si merece la pena. Qué acantilados, señores y señoras. Ese mar furioso rompiendo contra las olas, el agua que se vuelve turquesa, la espuma revuelta, las aves que sobrevuelan la piedra que se yergue orgullosa soportando los embistes de la brisa… Precioso. Realmente precioso.
Ahora sí, con el olor del mar alegrando nuestros corazones y elevando nuestro ánimo, nos vamos hacía Luarca y al llegar allí…bueno… no podemos decir que sea una ciudad fea, puesto que no lo es, pero la ciudad de nuestro señor Severo Ochoa queda un poco deslucida tras las visitas de la mañana. Así que aconsejamos empezar la ruta por aquí. Paseamos por el puerto y dedicamos un ratín a visitar el Museo del Calamar Gigante… suena freak pero… es genial y superinteresante. Parece mentira que puedan existir bichos así… y más en nuestras costas! Imaginaos que bocatas se pueden hacen con un calamar de 20 metros… yummm.
Como tanto calamar nos ha abierto el hambre, nos arriesgamos a comer en un restaurante ubicado en la azotea de un edificio y con bastante buen resultado, lástima que no tienen chipirones y nos conformamos con un poco de pote asturiano y una fabadita. Algo ligero.
Con las panzas a reventar nos vamos para Gijón, la última de las grandes ciudades que nos faltan. Y la verdad es que nos encontramos una ciudad de tamaño asequible, llena de vida, de bares y de tiendas. Un paseo por sus calles nos lleva en un momento de la preciosa playa al puerto y del estrecho casco antiguo donde los niños juegan a pelota a las anchas calles y avenidas repletas de tiendas, sidrerías y gente que va y viene. Nos perdemos un rato por entre sus gentes y sus aires, visitamos la Iglesia que da a la costa totalmente recomendable pues a pesar de ser de este siglo la parte de detrás del altar no tiene desperdicio y, cansados de todo el día, volvemos al hotel y, de tan llenos que estamos de la opípara comida, no podemos ni cenar.
Una botellina de sidrina para tener nuestros primeros escarceos con el escanciar y a dormir. Mañana más…
viernes, 10 de agosto de 2012
[+/-] | Día 3 - de León a Perlora, ciudad de vacaciones… |
Buenos días!! De buena mañana… vale… son casi las 10, estamos muy señores este viaje, o muy agotados… vamos, que en un momento indeterminado de la mañana abandonamos el León que tanto nos ha gustado para adentrarnos en tierras asturianas, y chino chano autovía adelante llegamos a Oviedo.
Nos encontramos con una ciudad elegante, al estilo de las pequeñas capitales, en la que te vas encontrando estatuas en cada rincón, entre ellas la más conocida es la de Woody Allen. Una curiosa plaza dentro de un edificio es lo que más nos ha llamado la atención de Oviedo, la calle de las sidrerías y una fuente que es patrimonio y que no suele estar dentro de los circuitos turísticos es el recuerdo que nos llevamos de esta ciudad. En definitiva y en resumen, que siendo bonita, no es espectacular.
Así que sin más dilación decidimos ubicar nuestro próximo hotel, que se encuentra en el Cabo de Peñas. Y allá vamos, por unas carreteras estrechas, hasta que llegamos a un pueblo que diríase perdido en medio de la nada. Un gran hotel, de aquellos que tienen un aire a los grandes hoteles de los 60 nos da la bienvenida en medio de los praos asturianos. Unas cuantas palabras con el simpático personal y decidimos arriesgarnos en medio de este páramo a encontrar algún sitio para comer.
Y cual es nuestra sorpresa que encontramos un pequeño local cerca del hotel, con menú diario a 9 euros y productos de la zona (fabes y… un pescado que no recuerdo que se parecía al boquerón) y con un gran ventanal que mira al mar. Qué más podemos pedir!
Con la panza ya llena volvemos a seguir camino y … ahora sí que flipamos, nosotros que nos creíamos aislados del mundo moderno resulta que estamos ubicados en medio de una zona ultraturística, justo al lado de Perlora Ciudad de Vacaciones y casi sin darnos cuenta estamos metidos en medio de un pueblo lleno hasta la bandera de restaurantes, locales, bares y sidrerías… increíble…
En medio de este desconcierto llegamos a Luanco, que se prometía un bonito pueblo costero y que a nuestro entender se quedó simplemente en pueblo costero. Un pelín decepcionados, ponemos rumbo al Cabo de Peñas, al faro.
El camino hasta allá nos deja unas vistas y paisajes increíbles y una vez allí, pasados los krakens, tiburones y gatos, el paisaje nos deja sin aliento. Qué acantilados más impresionantes. Un manto de color verde y morado se extiende sobre la tierra hasta que ésta cae a plomo sobre un mar furioso que torna su azul profundo en un azul zafiro. El sonido hipnótico del mar rompiendo contra las olas, las gaviotas en su eterna risa socarrona, la luz que baña el agua… todo se diría puesto allí a propósito, sin otra intención que maravillarnos.
Y así, anonadados, aún con la brisa del mar enredada en nuestros cabellos y en nuestra alma, atravesando prados de un verde inconcebible, llegamos a Avilés.
Avilés, otra ciudad de la que no sabíamos qué esperar y que superó con creces nuestras expectativas. Un ambiente alegre, la gente abarrotando las calles de la pequeña ciudad, señoras que te paran para indicarte que los parques no son sólo parques y una atención turística alegre por llamar huevo a lo que lo parece… No sé sabe bien qué tiene esta ciudad empedrada, si son sus edificios con soportales, su porte elegante o su aire de pueblo, que te enamoran. Y así, soñadores, se nos hace la hora de cenar y más por casualidad que por otra cosa damos con un local de tostas y pinchos, donde nos ponemos hasta arriba de pinchos a 1,50… pero pinchos que… vamos… para qué hablar… 3 para cada uno y ya no podíamos más!!
Con la panza satisfecha, el corazón satisfecho y el cuerpo agotado, volvemos a nuestro hotel, y después de que el tonto sufriera un colapso y nos tuviera 5 minutos dando vueltas en redondo, llegamos a El Carmen deseando, más que nunca, pillar la cama…
jueves, 9 de agosto de 2012
[+/-] | Día 2 – De Valladolid a León |
[+/-] | Día 1 .- De Caudete de las Fuentes a Valladolid |