miércoles, 13 de agosto de 2014
[+/-] | Día 6 – De Piesendorf a Salzburgo |
miércoles, 6 de agosto de 2014
[+/-] | Dia 4 - Descubriendo el Tirol |
Abrimos los ojos por la mañana empezando a sentir ventanofobia. Te levantas de puntillas, no sabes si acercarte a la ventana o no. Paso a paso reunes valor. Agarras fuertemente la cortina y...la sueltas. El terror te paraliza. ¿Estará nublado? ¿Lloviendo? ¿Diluviando? Te armas de valor puesto que el destino el implacable y la vida del turista dura, y haga el tiempo que haga vas a salir a hacer tu trabajo. Con decisión y mano firme retiras la cortina y... pos nublado. Pos nos pondremos manga larga.
La verdad es que la vista desde nuestra ventana es genial. los Alpes todo brumosos, las nubes que ascienden de los valles... parece una postal.
Bajamos a desayunar y nos hinchamos de schinken del Tirol cogiendo fuerzas para lo que nos espera hoy.
Primera parada: Kristallwelten, la fábrica de Swarovski. La entrada vale 11 euros y la verdad es que no vamos muy convencidos de lo que veremos. Dejamos el coche en el parquing de los currantes (hay una zona enorme de aparcarmiento para guiris pero somos unos ansias) y entramos por la enorme cabeza escupidora de agua que gobierna la entrada del recinto y que es lo único que habíamos visto en la publicidad. Lo que nos encontramos nos sorprende. Creíamos que nos bombardearían con una sesión de autobombo y en cambio nos hayamos en medio de una especie de museo bizarro donde varios artistas han creado sus obras en torno al cristal y al mundo de Swarovski. Desde autómatas que usan tecnología de la fábrica, a grandes cristales, árboles de Navidad y esferas psicodélicas al más puro estilo Cerebro. Tras una hora y después de huir de los precios de la tienda, salimos más que satisfechos y felices.
Nuestra siguiente parada pretende ser una pequeña casa bocaabajo. Y decimos pretende porque hemos sido incapaces de encontrar una casa del revés en un pueblo de 4 calles.... si es que lo nuestro no tiene nombre.
Vencidos y derrotados atravesamos Schwaz, ciudad famosa por sus minas de plata y llegamos hasta el castillo de Tratzberg. Dudamos en entrar pero al final somos conscientes de que luego nos arrepentiríamos si no lo hacíamos así que vamos al parking de cabeza. Un trenecito te sube desde la zona de aparcamiento hasta la puerta del castillo. Siempre y cuando el maquinista traidor no decida arrancar justo un minuto antes de que llegues tú. Y cómo el tren del infierno sale cada 20 minutos pues decidimos subir dando un paseo. Un bonito cartel te da varias opciones, o subes por el camino asfaltado, precioso y poco empinado y tardas 20 minutos en llegar al castillo u optas por una subida de 10 minutos bosque a través. Nada más hacer nuestra elección empezamos a arrepentirnos. Una subida infernal a través de una empinada cuesta entre árboles (quizás exageramos pero estamos muy mal de forma física), esquivando insectos y raices. Cierto que son 10 minutos y llegamos arriba todo rojos, sudando, sin resuello ni para comprar los tiquets de la entrada... que piltrafas.
La entrada al castillo vale 13 euros y son visitas guiadas con guía y audioguía. Hemos de decir que a nosotros, personalmente, el castillo nos encantó. No es el típico edificio palaciego sino que tiene un aire más rústico y montañés con interiores de madera deliciosamente trabajada.
Al acabar la visita hacemos una Milka Pause (jos...que rico) y encaminamos nuestros pasos hacia el Achensee, el lago más grande del Tirol. A medida que la mañana ha ido avanzado el sol ha decidido acompañarnos, así que la zona del lago está atestada.
Nuestra intención era ir a Seespitz y coger un barco de vapor que te daba una vuelta de 2 horas por el lago. Nuestro gozo en un pozo. No hay barco de vapor... a lo mejor nos lo hemos inventado... lo que hay es un tren de vapor que te lleva hasta el pueblo de Jenbach. Para más inri, al barco lo hemos visto zarpar, por lo que tocaría esperar una hora hasta el siguiente. Y por último, que no, que ese barco no nos gusta.
Así que cogemos camino y vamos bordeando la ribera del lago hasta que paramos en una Gasthaus a comer, bueno, a devorar, porque cogemos unos schnitzels que no tienen nombre de lo enormes que son. Para acabar de ver el lago cogemos la carretera que lo rodea por la otra ribera y llegamos hasta el final del lago, donde hay ubicado un pueblo/camping/centro vacacional y aquí que paramos a ver el lago y a tomar un cafetito.
Saciados de lago y avanzándonos a la ruta que tenemos prevista para mañana, nos acercamos a Alpbach, un precioso pueblo alpino donde las casas estan supercuidadas. La verdad es que el pueblo es una preciosidad. En los edificios de madera oscura resaltan los rojos geranios y las blancas campanillas y los prados son tan verdes que sólo puedes pensar que Heidi saldrá corriendo de una casa en cualquier momento.
Felices como perdices reculamos y le decimos al gps que nos lleve a Innsbruck, pues a pesar de haber estado ayer no pudimos entrar en la catedral, grandísima obra de estilo barroco que bien merece una visita.
Con los must do ya hechos, nada mejor que pasear mientras nos comemos un helado (ojo, 1,20 el cucurucho...ya quisiéramos en Barcelona esos precios!). Un poco de guiri shopping, un super para provisionarnos de agua y cena y para acabar el día "comme il faut" nos encontramos en una de las calles principales con una orquesta tocando valses tiroleses. Y allí que nos sentamos a escuchar música y a beber de ese licor asesino que en sendos barriles y cuales San Bernados, llevan dos miembros de la banda alpina. A un euro la copita, nadie nos iba a quitar la satisfacción de hacer tamaña frikada y de matar la curiosidad de qué llevaban en esas minibarricas.
Satisfechos con el día y agotados de tanto andar, de tanta cuesta asesina y de tanto conductor loco saltadores de cedas los pasos e invasores de las líneas medianeras de las carreteras de montaña, llegamos al hotel medio bostezando y con los ojos llenos de sueño.
[+/-] | Día 3 - De Vaduz a Igls (Innsbruck) |
lunes, 4 de agosto de 2014
[+/-] | Día 2 - De Grenoble a Liechtenstein |
Buenas noches andarines!
Hoy estamos agotaditos. Y no porque hayamos hecho muchas visitas turísticas (una lástima) sino porque hoy era otro de los trayectos más larguitos del viaje, de Grenoble a Liechtenstein. Aunque sólo son 550 km se nos han hecho bastante pesados, quizás por la gran cantidad de camiones que hemos encontrado en nuestro camino o por el continuo y espeso tráfico.
Salimos esta mañana de una soleada y despejada Grenoble, con el macizo de la Chartreuse recortado contra un cielo azul. Sin una sola boulangerie abierta en las cercanías decidimos coger la autopista y, como el diesel es mucho más caro en Suiza que en Francia, aprovechamos para parar en un área de servicio, llenar el depósito del coche y el nuestro con un buen par de croissants y dos (malos) cafés con leche.
Ya más repuestos avanzamos kilómetros y nos encontramos con la frontera. Compramos nuestra vignete (40 CHF o 40 Euros...véase el truco...40CHF=33Euros) y vamos comiéndonos la autopista mientras vamos dejando atrás carteles que anuncian ciudades que ya visitamos hace tiempo y que nos hacen recordar viajes pasados: Lausanne, Berna, Solothurn, Zúrich, St. Gallen, Schaffhausen.... decidimos hacer un alto en Yverdon, una pequeña ciudad en la que está el museo de la ciencia ficción y que tenemos la mala suerte de encontrar cerrado. Igualmente la parada vale la pena cuando vemos en la rotonda de entrada del pueblo el símbolo de Green Lantern y un cartel que nos informa que la ciudad está hermanada con Gotham City.... esta es nuestra ciudad!!!
Tras dejar el coche en un aparcamiento público y tener que pasear un poco para buscar monedas para el parquímetro (1,50 CHF la hora) damos un paseo por el casco antiguo del pueblo, lleno de tiendas y de farmacias y con un gran logo de Spiderman, su amigo y vecino, en la plaza principal. Como no hay mucho más que ver, decidimos coger algo de comida preparada del Manor y devorarla en un parque mientras vemos como los niños se juegan la vida en columpios de madera con bordes afilados y cuerdas asesinas...
Tras descubrir que Superman está en la oficina de turismo, arrancamos de nuevo. Túnel tras túnel, camión tras camión (algunos muy graciosos...%$&*"!) llegamos a Liechtenstein, ese pequeño país escondido en los Alpes. Nuestra primera parada es en Balcers para ver su castillo y su bonita iglesia.
Bajamos del coche para dar una pequeña vuelta y volvemos al coche con la sensación de que perturbamos la tranquilidad del lugar...todo tan silencioso, todo tan ordenado, tan limpio y tan solitario que da reparo caminar por la calle, incluso respirar demasiado alto.
Finalmente escogemos la opción de ir a nuestro hotel a dejar las maletas y a asegurarnos de poder hacer el check-in y después volver para visitar todo lo que nos resta del país y que no es mucho.
Le indicamos al GPS que queremos ir a nuestro alojamiento y como poseído por un espíritu maligno empieza a meternos por...llamémoslas carreteras (es ser muy bueno) apenas asfaltadas, sin señalización, con curvas de infarto y giros de 180 grados. Carriles estrechos, carreteras que parece que se meten en casas y...cuando parece que cogemos una vía decente...nos mete en otra peor en la que encima nos encontramos a los operarios que están desbrozando los arcenes!!! Mi coche, el operario y la desbrozadora NO cabemos en la carretera!!! Cuando parece que llegamos al fin del mundo nuestro hotel hace acto de presencia. Una preciosa casa-restaurante rodeada de Alpes donde sólo se escuchan los cencerros de las vacas.
Un lugar impresionante, un paisaje de ensueño. Las altísimas montañas tienen mil tonos de verde y diríase que las nubes se enganchan en sus picos. Nos creemos Heidi y Pedro. Eso sí, Heidi y Pedro no vuelven a hacer el camino de bajada para ver Vaduz y subir en un hora. Así que ponemos en la balanza Vaduz y una cerveza bien fría en la terraza del hotel, añadiendo las variables de que mañana tendremos que bajar de aquí sí o sí y de que, en esa bajada, pasaremos por la capital del país pero que mañana la cerveza ya no estará. Así que la elección es sencilla y pasamos la tarde relajados, en la impresionante terraza que da a las montañas, únicamente escuchando a las vacas y bebiendo cerveza liechtentinense.
Poco a poco las nubes blancas van dando paso a unas nubes negras, el frío empieza a levantarse y el hambre a apretar. No tenemos más remedio entonces que entrar en el restaurante, pedir una fondue y dos botellines de sidra y disfrutar de la lluvia desde la ventana. El personal del lugar es encantador, hasta nos traducen la carta de arriba a abajo. La verdad es que es justo lo que necesitábamos.
Las nubes vuelan por debajo nuestro mientras los rayos aparecen más allá de las montañas y con las barrigas llenas y las piernas cansadas nos vamos a dormir, deseando meternos bajo los nórdicos en esta fresca noche alpina para soñar con lo que nos espera mañana. Hallo, Osterreeich. Guten Nacht.
domingo, 3 de agosto de 2014
[+/-] | Verano 2014 - Aventura Austríaca |
Día 1 - Esquivando la lluvia. De Barcelona a Grenoble
Hola Andarines.
Tras unos meses llenos de trabajo y estrés, con nuestra energía agotada y nuestros nervios destrozados por fin, parece mentira, pero las vacaciones han llegado!!!!
Casi sin tiempo para prepara nada nos encontramos de morros con el día que toca salir y emprender camino para descubrir nuevos lugares.
El coche con zapatos nuevos y bien revisadito, nosotros ansiosos por desconectar y kilómetros ante nosotros. ¿Qué más se puede pedir?
Pues que no llueva... o al menos que no llueva demasiado. A pesar de las tormentas torrenciales de ayer en Barcelona se levanta un día despejado y sin prisa pero sin pausa ponemos rumbo a la frontera.
Es un camino ya familiar que se nos hace un poco pesado por culpa de tanta caravana y tanta autocaravana que, según nuestro poder de deducción, vuelven a casa tras las vacaciones. Los nubarrones negros van y vienen sobre nosotros.
Hacemos un parada en Orange para descansar y recuperar fuerzas con una deliciosa galette y continuamos directos hasta nuestro destino de hoy, Grenoble.
Nuestro sencillo hotel está en las afueras, un establecimiento de la cadena Kyriad. Con parking, un precio realmente asequible y con el bus en la puerta que nos lleva hasta el centro de Grenoble en 10 minutos, creemos que ha sido una buena elección, a pesar de llegar al hotel y tener que llamar 5 veces a recepción para que bajara alguien a atendernos....
Una vez instalados dejamos en el hotel todo lo no esencial y bajamos para ir al centro. No sé si somos gafes o qué pasa con nosotros pero es poner un pie en suelo francés y ponerse a llover como si no hubiera mañana. Dudábamos si vendría el autobús o el Arca de Noé, pero valientes como somos, con un sólo paraguas para dos, esperamos estoicamente el bus nº 31 que por el módico precio de 1,60 el ticket individual (que se puede comprar en el autobús) no lleva directitos al centro.
Con un pequeño casco histórico que se articula a través de sus 3 plazas principales, un precioso jardín y el curiosísimo teleférico sirven para completar una visita que no dura más de una tarde bien aprovechada. Las torrenciales tormentas nos regalan el arcoiris más espectacular que hemos visto jamás. El precioso tiovivo que llena de luces una plaza abarrotada de cafeterías. El olor de las rosas húmedas del jardín. A pesar de las lluvia, de que es domingo y que todo está cerrado, la visita ha merecido la pena.
Cómo no tenemos nada claro que encontraremos para cenar un domingo noche en nuestra zona y no queriendo perder el bus de vuelta, compramos unos ricos paninis y vamos de vuelta al hotel.
Hoy nos iremos a dormir pronto porque aún achacamos el cansancio laboral. Mientras escribimos estas líneas ha caido un curioso chaparrrón que ha dejado lugar a un cielo azul y a una bonita luna, pero mirando por la ventana los vemos ahí. Nuestro siguiente destino que se empeña en esconderse tras oscuros nubarrones. Los Alpes..... mañana, a Liechtenstein. Esperemos que la lluvia se comporte. Ahora a dormir y...por si acaso... un paracetamol.