jueves, 6 de octubre de 2011

Dominguereces y cestas de picnic: Bajo el maaaaar...

Hola andarines!!

Hace unas semanas que tenemos el blog abandonado. Ya se sabe, la vuelta de las vacaciones, el golpe de realidad y el regreso a la rutina, a la ciudad, al ruido... Hasta este año yo había creído que la depresión post vacacional no era más que una falacia pero, como de sabios es rectificar, yo rectifico... que horror! Con lo bien que se está de vacaciones y andando por los mundos, siendo caminantes errantes que, como decía Machado, hacen camino al andar... En fin. Ya aposentados y ubicados, soñando con las siguientes escapadas, volvemos con nuestros revivals, remembers y dominguereces. ¿La primera? Acúatica...

La mitad de los Truskys, es decir la que escribe estas líneas, siempre había soñado con bucear. Quiera o no, y como dijo Serrat, nací en el Mediterráneo y me gusta el mar, su sonido, su olor, su color ... De pequeña, me bebía los documentales marinos de La 2, embelesada con los tiburones, los pececitos y los corales. En la tele veía a Flipper y a los Snorkels y La Sirenita es una de mis pelis favoritas! Y un buen puñado de años después de sentarme en el suelo a ver el fondo de mar a través de mi pantalla, por fin, llegó el momento. Un bautizo de buceo!

Los nervios empiezan el día de antes. El agobio. El estrés. Que si no domino el material no me meten en el agua, que si mira si al final no soy capaz, que si... todo eran quessis y ocultos deseos de que la noche anterior se desatara una tormenta tropical, se levantara una furiosa tramuntana o el mar se secara milagrosamente... Pero nada de eso ocurrió. El despertador sonó, no había ni una nube en el cielo y el sol comenzaba a calentar.

Sin pensarlo mucho preparo la mochila (toalla, chanclas, bañador de repuesto, primeros auxilios, testamento y set de extremaunción... lo llevo todo), y dejando al hidrofóbico durmiendo, monto en el coche con los amigos (que no van mucho más tranquilos que yo) y hacia la Costa Brava. Nuestro destino: Lloret.

Llegamos un poco antes de la hora convenida y la sensación era la misma que la de antes de presentarte a un examen. Piel fría a pesar del calor, piernas rígidas, un ejército de mariposas en la barriga, cara seria, ojos histéricos... aiiiiiiiisshhh, lo mejor... un café... bueno... puede que lo mejor no fuera, pero a mi me gusta!

Por fin llega la hora y nos reunimos con el monitor y el pequeño grupo de suicidas acuáticos en una especie de casucha donde, sentaditos en sillas de camping, recibimos de eseseñortanseriodelquedependenuestravida las nociones básicas para el manejo del equipo (aunque yo me lo llevaba estudiado de casa...).

Luego resulto que el monitor no era tan serio, tras unas cuantas bromas con el regulador del aire (que va genial para imitar a Darth Vader), el ambiente se vuelve más distendido y el miedo al ahogamiento desaparece... no, que leches... aumenta. La gente habla de medusas... de tiburones... del kraken!!! Descompresiones... pulmones explotados, tímpanos rotos, multimuerte!!!!!! Cuando las caras de muchos de nosotros empiezan a perder el poco color que tenían y las imágenes de Buscando a Nemo dejan paso a las de Piraña la explicación teórica se acaba y es hora de aplicar lo que hemos aprendido (je je je). ¿En la piscina, no? Dice alguno... Noooo, para que vais a morir en una piscina!!! Morid en el mar directamente!!!

Así que allá vamos, sin sentirnos las piernas, ni los brazos, ni el alma, siguiendo al quad en el que va nuestro monitor, hacia una playa Lloretiana. De una furgoneta aparcada en la playa comienza a sacar bombonas de oxígeno, aletas y demás utensilios que sólo habíamos visto en los documentales y elige a sus primeras víctimas, dos chicas, ya que no vamos a entrar todo el grupo a la vez al agua (eso sí que sería multimuerte!!). Así que mientras las vemos ponerse más y más cosas encima nos damos cuenta de que ya, no hay marcha atrás. Y aunque la hubiera ...¿querríamos darla?... Nooooo!!!

Así que, con la suerte de no ser los primeros, aunque teniendo que aguantar los nervios un poco más, nos sentamos en la orilla, entre montañas de rusos y alemanes churruscaditos, a ver cómo les va a nuestras compañeras de aventuras. Y lo que vemos no nos ayuda...

De entrada... no les van las aletas. Aletas fuera, un gran contratiempo, sin duda. Pero cuando se ponen a hacer las pruebas del material bajo el agua antes de comenzar la inmersión, nos quedamos helados. Una de las chicas se agobia y tiene que salir del agua. Y los que estábamos fuera... nos agobiamos más!!!!!!!!

Tras un rato en que monitor y alumna descienden y ascienden, se alejan y se acercan, vemos como emergen lentamente cerca de la orilla, ya dispuestos a abandonar el agua. Miramos atentamente la cara de la chica a fin de atisbar cualquier sentimiento negativo ante la experiencia... y no sabemos qué pensar. Finalmente parece que sale contenta y respiramos un poco. Miramos al monitor con cara de pena y ... los siguientes somos nosotros 3!!

Acompañados medio corriendo al grupo anterior hacía la fragoneta del profe, que saca más material. Ya un poco resabidillos por haber visto a nuestras compañeras, nos ponemos el material sin problemas. Cinturón de pesos a la cintura (joer, como pesa) y bien apretado. Super chaleco con bombona y 15 tubos más bien colocado y abrochado. Gafas bien ajustada y... ahora si que no podemos huir corriendo... no podemos casi ni andar!!!!!!

Cuando llegamos al agua ni siquiera notamos el frío. Todo colocado en su sitio y comienza nuestra clase!!!!

Lo primero las gafas, imprescindible al llevar lentillas, claro! Ahora a ponerse las aletas en el agua y con el chaleco inflado... esto ya no es tan fácil y menos con los niervos... digo... los nervios. Primero de todo, a meter la cara en el agua para comprobar si las gafas estan bien puestas y si podemos respirar por el regulador. Una vez metido el cacharrómetro en la boca agacho la cabeza y... qué sensación... un pequeño pez debajo mío, el silencio, y puedo respirar!! Saco la cabeza, me quito el regulador de la boca y el profe me mira interrogante... yo sólo acierto a decir con un entusiasmo desmesurado pero en absoluto fingido “Qué pasada!!!!!”. El profe arranca a reir cuando uno de mis amigos hace lo mismo. “Pues si es tan guay, para abajo!”. Regulador de nuevo y ahora toca lo difícil, ver si somos capaces de sacar el agua de las gafas, de quitar presión a los oidos y de volver a ponernos el regulador si se nos cayera... Un minuto abajo esperando que mis compañeros se sumergieran me da tiempo para aprender a respirar de nuevo, a tomar conciencia del movimiento de mis pulmones y de la màgica bombona de sueños que llevo a mi espalda.

Mis amigos descienden y empezamos las pruebas. Expulsión de agua de las gafas. Perfecto. Reducción de presión en los oídos. Perfecto. Volver a colocar el regulador. Menuda Mierda. Al sacar el regulador de la boca me entró agua y se me fue por el conducto equivocado. Vuelvo a poner el cacharrómetro en su sitio, expulso el agua, pero lo inesperado de la bocanada me lleva a perder el control de la respiración, el instinto me empuja a respirar por la nariz pero eso, bajo el mar, es imposible. Así que el agobio me vence (joer, me estoy agobiando al contarlo... aish...), hago señales al profe para indicar que subo a la superfície y, una vez arriba, mis pulmones se llenan con aire de verdad, del contaminado.

El miedo me atenaza... no me dejará bucear... no me ha salido esta prueba... la repetiré las veces que haga falta... cuando el profe aparece de entre las aguas le informo de la situación “ he tragado agua” y me suena como cuando a un niño pequeño le tumba su primera ola en la playa y viene a nosotros corriendo y llorando.. he tragado agua... y nosotros nos reimos y decimos... no pasa nada... en el mar hay más... pero yo... !había tragado agua! En seguida vi la preocupación en sus ojos, me miró con cara triste y ... que no, que es broma... se limitó a decir... Ah! Vale! Tira para abajo!. Y antes de darle tiempo a pensárselo dos veces, ya tenía el chaleco desinflado y me volvia a encontrar bajo el mar, dispuesta a repetir el ejercicio hasta la saciedad.

Cuando el profe me vió de nuevo abajo, ni pruebas ni leches, todo el mundo para delante! E iniciamos nuestra andadura submarina. Mucho más tranquila, me concentro en mis movimientos, las aletas, uno, dos, la respiración...sshhhhhh... grlugrululu (burbujitas)... shhhhh ... grlugluguglu... y el siguiente shhh ya me había olvidado de todo.

A nuestro alrededor, la nada, el mar, el silencio. Los rayos del sol que se colaban entre las olas de la superficie conferían al fondo un áurea màgica. De repente un pequeño banco de peces que no nadaban sino que que diría que volaban, suspendidos en la nada, en el silencio. Siempre bajo la atenta supervisión del monitor que constantemente nos “preguntaba” por nuestro estado, nos abandonamos a la falta de gravedad, giramos, subimos, bajamos, seguimos a los peces, estudiamos los erizos de mar sin tan siquiera tocarlos...

El profe nos “llama” y a su lado vemos un monstruo blanco, terror del guiri veraniego. Una medusa. Viéndola así, quedamos hipnotizados por su elegancia, por su avanzar calmado. Somos intrusos en su mundo así que nos alejamos de ella, lentamente, flotando, abandonándola en su deambular.

Miro a mi alrededor y veo a mis amigos, al monitor haciendo fotos, posamos, reímos, saludamos, nos sentimos como en otro planeta, como los primeros exploradores de un mundo perdido donde todo está en su lugar. Levanto la vista y los peces nadan encima de nuestras cabezas, ajenos a la emoción que nos embarga al poder compartir ese pequeño gran mundo por un momento.

Avanzamos y, cuando nos queremos dar cuenta, avistamos ... un monstruo marino! Es un ser enorme, que no pertenece a este mundo elegante y gracil, su avanzar grotesco nos hace sentir como pececillos en un acuario, es... un alemán. Hemos llegado a la orilla casi sin darnos cuenta y no tenemos más remedio que ascender a la superficie, a nuestro mundo.

Inflamos los chalecos, y sacamos los reguladores de nuestra boca, con una mezcla de felicidad infantil y morriña. Ha sido increïble, pero tan corto... La gravedad que ya habíamos olvidado nos dificulta la salida del agua, cargados como vamos, pero lo conseguimos y nos dirigimos a tierra firme a quitarnos el equipo. Mientras lo hacemos, parecemos cotorras a las que le ha tocado una bolsa de pipas en la feria! Hablamos, medio gritamos, emocionados, diciéndonos todo lo que debajo del agua no podíamos. Nos quitamos los pesos y nos abrazamos prometiéndonos que esto es sólo el principio, mientras el monitor nos observa divertido y pensando la de dinero que va a hacer con nosotros... y nos chincha, explicándonos excursiones emocionantes y paisajes maravillosos...

Mientras volvemos a Barcelona, con los bañadores mojados, el pelo oliendo a mar y los ojos brillando de felicidad hacemos planes para el verano que viene, llenos de adrenalina y deseando volver a sentir esa sensación de ingravidez, de libertad... ¿qué meterán en las bombonas de oxígeno que crea adicción?

Un beso submarino, andarines (o debería decir nadarines?)

( Ah! Que no hay fotos? En cuanto el profe las cuelgue pondré el enlace... no las he visto ni yo!!)

2 comentarios:

lidia dijo...

k decir a esta entrada, k kiero k hagas otra a la de ya!!!!!!!kiero repetir si o si!!!!!!!realmente yo tb me pregunto k pondran en esas bombonas aparte de oxigeno

iltito dijo...

Nena, eres toda una poetisa... nos emocionas con tus textos... nos haces vivir tus emociones... vivimos tus pensamientos... y pensamos en estar dónde tú estás para poder escribir lo que tú escribes... ¡guapa!