Hoy nos levantamos y ya miramos el reloj. Las maletas preparadas, revisión de habitación y al luggage room. Hay que aprovechar las horas que nos quedan en la ciudad y hoy a ver el “Día Mercadillo”.
Así que bien animados nos vamos a Waterlooplein para cotillear el mercadillo que, se supone abre a las 9. Cuando llegamos, pasadas las 9, aún están montando las paradetas, por lo que creemos que lo más sensato es buscar un lugar donde desayunar mientras acaban de ubicarse los tenderos. Unas cuantas vueltas por aquí y por allí y acabamos en un Coffee Centraal, una especie de Starbucks local pero con un aire industrial la mar de chulo. Mientras tomamos nuestro café vamos mirando por la ventana y no vemos que los trabajos de ubicación del mercadillo avancen demasiado rápido, así que cortamos por lo sano y pasamos al siguiente lugar. El mercadillo de Albert Cuypstraat.
Camino allí una parada estratégica en una mega tienda de música, Concerto, y de allí al mercadillo. La zona para llegar no es de las más bonitas de Ámsterdam, no nos engañemos, es una zona moderna, de edificios no especialmente bonitos, pero en cuanto llegas al mercado te da igual. Una calle peatonal, con todas las casitas iguales, llena de puestos a izquierda y derecha, sin abarrotamientos de gente (no olvidemos que es lunes) y productos para todos los gustos. Desde quesos (no hay palabras), pescados en salazón (viva el bocadillo de arenque y el de anguila!), mini tortitas (joooss que ricas con Nutella, calentitas… huuuuuum), hasta tiendas de tela (muchas! Y con telas mu chulas!), de ropa, de muebles… Mercadillo para todos!!!! Y aquí, entre pantalones y gafas, la mañana se pasa volando!
Así que, aprovechando los consejos de nuestra guía de viajes, y para no dar muchas vueltas, comemos en un restaurante llamado Bazar, situado en la misma calle que el mercadillo y que está ubicado en una antigua iglesia. Tras el susto por el teléfono móvil perdido y las risas por haberlo encontrado (bueno, más bien el chico del hotel, que durante toda la mañana se preguntaba quien gritaría de ese modo….) nos damos cuenta que nuestro viaje se acaba y a buen paso regresamos al hotel, con las cabezas un poco gachas y pocas ganas de irnos.
Recogemos el equipaje y el móvil gritón y a Waterlooplein a por el tranvía número 9 que nos alejará del centro de la ciudad. La compra de los billetes del tren ya no supone ningún problema, expertos como somos en la ciudad, y casi sin darnos cuenta estamos en el aeropuerto-centro comercial.
Como suponemos que una vez pasados los controles habrá más tiendas y cafeterías preferimos quedarnos tranquilos y tras vaciar bolsillos, y chaquetas y localizar las pantallas informativas nos damos cuenta que nuestra terminal está en obras y los pasajeros conviven hacinados entre dos cafeterías y nada más… además hay 3 vuelos atrasados así que el gentío es considerable. Tras hacernos un hueco en unas gradas intentamos armarnos de paciencia. Uno juega con el teléfonos, otro va loco buscando un enchufe, otros dormitan mirando la nada y el último da vueltas. Por fin nos avisan de la puerta de embarque a la hora que el avión debería haber salido y cuál es nuestra sorpresa cuando advertimos que somos los últimos de la cola!!!!! La gente tiene superpoderes para adivinar la puerta de embarque antes de que aparezca!!!???? Así que, como el avión ya está lleno, nuestro equipaje de mano se factura y aún tenemos suerte de encontrar sitios cercanos los unos de los otros.
El viaje de vuelta es tranquilo. Vamos cansados de los 3 días sin dejar de andar y de ver cosas.
En nuestra Barcelona echaremos de menos la nieve y los timbres de las bicicletas que suenan constantemente por la ciudad.
Pero también creo que siempre conservaremos en la memoria la imagen de los canales helados, la nieve cayendo suave y los farolillos rojos iluminando la noche.
Como siempre, regreso un poco triste porque la aventura ha llegado a su fin, pero también feliz, pues llevo mi maleta llena de recuerdos de la ciudad, de lo vivido y, sobretodo, de mis amigos.
jueves, 16 de febrero de 2012
[+/-] | Ámsterdam: Día 3 - Qué corto ha sido |
[+/-] | Ámsterdam: Día 2 – Amsterdameando!!! |
Buenos días!!!!!
Un nuevo día amanece. Poco a poco la gente se va despertando. Levanto la persiana y… oh! Sorpresa! Ni rastro de sol… qué extraño… un cielo gris y nuboso nos espera en la calle. Dentro de la habitación, calentitos, nos vamos poniendo capas y capas de ropa… térmica, leotardos, calcetines, camisetas, más calcetines y más camisetas, jerséis, gorros, bufandas, guantes… apenas podemos movernos! Pero salimos del hotel felices y dispuestos a afrontar el frío!! Una vez en la calle… Pues no es para tanto! Así que animados por nuestra fortaleza física y nuestra capacidad sorprendente para aguantar temperaturas heladoras empezamos nuestro día… con nieve!!! Ha sido pisar la calle y ponerse a nevar… qué bonito!!!!!!!!!
En fin, primera parada, la Casa de Anna Frank, pero antes… un cafetito, por favor!
Así que en Rembrandtplein hacemos un alto en un bruin café, el Café Centraal, y tomamos unos sándwiches calentitos (algunos una tarta de manzana) y unas bebidas mientras vemos como nieva a través de la cristalera. Qué a gustito se está con el calorcito de la estufa, qué rico el desayuno y qué bonito el gato… ¿gato? La cuenta, por favor! A salvo, salimos del café más reconstituidos y ponemos rumbo al Jordaan. Tras un paseo llegamos a la Iglesia, al Homomonument (lo mejor de Ámsterdam, sin duda, un triángulo sucio en el suelo… ) y a la Casa de Anna Frank. Que más que la casa de los Frank, era el lugar donde estuvieron escondidos durante la guerra, el despacho donde trabajaba el padre. La entrada al museo no es demasiado barata (casi 9 euros), pero a nosotros nos encantó la visita. Caminar por las estancias donde vivieron escondidas 8 personas es impactante, con las cortinas negras en las ventanas, sin poder hacer ningún ruido, te hace pensar que la sensación de agobio debía ser insoportable. Con las lágrimas a punto de escapar, finalizamos la visita y continuamos explorando la ciudad bajo la nieve.
Ponemos rumbo hacia la plaza Dam, la más importante de la ciudad. Rodeada de preciosos edificios, mucha gente, asesinos en serie y tiendas es lo que encontramos en esta plaza. Intentamos entrar en la Iglesia Nueva, pero el precio nos tira para atrás, así que decidimos continuar paseo y como estamos haciendo una dieta al más puro estilo hobbit, hacemos un alto de 5 minutos en un pequeño y tradicional local de pescado que hay en una estrecha calle y en el que degustamos unas especialidades holandesas: bocadillo de arenque, que está crudo pero marinado y lo sirven con cebolla cruda y pepinillo en vinagre, y bocadillo de anguila. Con pan blanco, de cereales o bollito es una cosa que hay que probar y a pesar de lo que parezca a primera vista… está bueno! Aunque personalmente prefiero el de anguila, por las raspitas y eso.
Bien contentos por la experiencia, al regresar a la calle parece que el frío empieza a apretar, y ponemos rumbo al Behinjoff, un precioso jardín dentro de una manzana de edificios, en el que tradicionalmente sólo vivían mujeres solteras (y de hecho la mayoría siguen siéndolo), y donde encontramos la casa más antigua de Ámsterdam, construida en madera (la gran mayoría se quemó en un incendio que arrasó la ciudad). Con la sensación de haber aprovechado bien la mañana decidimos aprovechar bien la hora de la comida y nos dejamos recomendar por la guía de viaje que nos lleva a un local donde comer un buen Rijsttafel, el Kanjil & de Tijger. Y la verdad es que salimos encantados. La gastronomía holandesa tiene muchísima influencia asiática, así que este tradicional plato holandés consiste en arroz blanco acompañado de muchos platillos exóticos: tofu con salsa picante, ternera con salsa picante, pollo con verduras, judías verdes, pinchos de pollo con salsa de cacahuetes y cortezas de gambas… qué rico todo!!!! Y además este local sirve los Mangkoks, bols de arroz o fideos que te puedes hacer al gusto, con verduras, carne, etc… y todo acompañado por una leche de coco (la mejor la de coco con rosa!!!) que ayuda a combatir el picante. Mientras vemos como nieva a través de la ventana, y como extraños personajillos ataviados con estrambóticos gorros de colores van calle arriba y calle abajo, nos ponemos en movimiento y tras 10 minutos embutiéndonos ropa, salimos de nuevo a la calle y nada más salir, vemos que los extraños señores tocan una animada música en medio de la plaza.
Preguntándonos qué significado folklórico puede tener vamos de nuevo, plano en ristre, a la plaza Dam, donde el espíritu guiri nos invade y asaltamos una gigante tienda de recuerdos! Más relajados ahora que parece que el timing se está cumpliendo, las calles llenas de tiendas nos atraen y los escaparates nos llamas con sus cantos de sirena. Así que sin prisa, pero sin pausa, nuestros helados piececitos nos llevan, entre resbalón y resbalón a causa del hielo, hacia la Iglesia de Nuestro Señor en el Ático. Y no, no es que haya un okupa en el ático, es que hay una iglesia clandestina que se creó cuando el catolicismo no estaba permitido en la ciudad. Es muy curioso entrar en una casa, subir un piso, otro, y de repente encontrarte una iglesia! De hecho ocupa dos plantas de altura y 3 casas de largo, pero cuando sales a la calle, y miras el edificio, no puedes ni tan si quiera imaginar que allí dentro se esconda una iglesia!
El frío nos lleva a buscar un lugar calentito donde tomar un café y acabamos en un local que huele a chocolate donde están haciendo una especie de minicreps que tienen una pinta…. Pero se ve que la chica no los ha hecho bien y le cae una bronca monumental… pobre. Aún así, algunos de nosotros decide probarlos, aunque parece ser que tenían razón… no les habían salido bien. Con el cuerpo más calentito y animados por la belleza de la nieve al caer vamos paseando tranquilamente, mirando escaparates y tiendeando, tiendeando, llegamos a la zona de las 9 Calles, para intentar ver las tiendas abiertas, aunque, como es domingo cierran antes… no hay justicia en el mundo!
Como al final decidimos no visitar ningún museo más (entre que a ninguno nos emociona la pintura holandesa y que no disponemos de demasiado tiempo) y aprovechando que ya las tiendas han cerrado y la noche se cierne sobre nosotros, nos damos un buen paseo hasta la plaza de los museos. Atravesamos así Leidenplein, llena de vida, bares, restaurantes y de tráfico, mucho tráfico y llegamos a la puerta del Rijksmuseum. El edificio es impresionante! Está situado en un extremo de un parque enorme, que en ese momento parecía la estepa siberiana, que está rodeado de los museos más importantes de la ciudad. Después de hacer un poco el guiri en las letras gigantes situadas en el parque y que te recuerdan, por si lo has olvidado, en qué ciudad estás, volvemos al centro y nos guarecemos del frío en un local, tomando algo, mientras decidimos donde iremos a cenar. Unas coca-colas más tarde y tras echar unas risitas y ya un poco cansados del humo que había en el establecimiento salimos al aire de la calle con la firme decisión de cenar fondue!! Bieeen!!!! Así que atravesamos el Barrio Rojo de nuevo para llegar al Waag y cuál es nuestra decepción cuando nos informan que debemos esperar una hora si queremos cenar. Poco dispuestos a ello, entre el frío de la calle y el del camarero, nos arriesgamos, como ayer, a caminar en dirección al hotel cruzando los dedos para intentar dar con un local donde cenar y no acabar de nuevo en el Mc Donalds…
Caminando caminando, hacemos una parada estratégica en una de las pocas panaderías que hemos visto en Ámsterdam, eso sí, señores, menudo escaparate, y qué de gente... Nos aprovisionamos de dulces para tomar de postre en el hotel (quien sabe si cenaremos o no….) y no acabamos de ponernos de acuerdo en qué cenar. Sin darnos cuenta, llegamos a zona conocida, lo que significa que estamos cerca del hotel… horror!!!!! Y de repente nos viene a la cabeza una imagen… bolas de carne... así que, arriesgándonos a la clavada monumental, regresamos al Schiller, el local donde ayer tomamos un café, para preguntar si se puede cenar, el qué y cómo… Y la verdad es que, al final, cenamos muy bien y nada caro!!! La zona de comedor es preciosa, estilo taberna, toda en madera, es muy acogedora. El agradable camarero nos recitó los platos del día, pasta con diversas salsas o un plato típico holandés: boerenkool worst (puré de col con salchicha ahumada y salsa de carne)… 5 de eso, gracias!!!!!! Y qué bueno que estaba!!!! Y para acompañar unas mitterballen y unas cervecitas.
Satisfechos, y algunos sin haber podido acabar el plato, ponemos rumbo a nuestras camas… digo al hotel!! Una parada estratégica en el Febo para comprar kroketten que algunos de mis amigos se toman de postre (Dios… sólo de verlo me sube el colesterol!!!!!!! Y acaban de cenar!!!!!!!!) y ahora sí, al hotel. Duchas, pijamas y un postre, como está mandado… Bollos rellenos de crema y bañados en chocolate, Oliebollen (una especie de buñuelo con pasas riquísimo) y, lo mejor… un croissant de chocolate… con chocolate… gggrrrr…
Y poco a poco, saturados de tanto comer y de tanto frío, estirados todos en una cama individual, nos vamos quedando traspuestos, pensando en todo lo que hemos visto y en que, mañana, ya se acaba nuestra aventura holandesa…
miércoles, 15 de febrero de 2012
[+/-] | Restaurantes Holanda |
Amsterdam
Schiller: En Rembrandtplein parece más caro de lo que es. Ya sea para un café calentito a media tarde, para picar alguna cosa o para cenar es una opción bastante buena. El local todo de madera, con los suelos enmoquetados es muy bonito y acogedor. Para cenar el camarero te relata los dos o tres platos del día. Aquí probamos un snack típico, las bitterballen, una especie de croqueta-albóndiga muy rica y un plato típico holandés, el boerenkool worst, puré de patata y col con salchicha ahumada y salsa de carne... impresionante de bueno .... huuuuuum
Bazar: Este restaurante ubicado en una antigua iglesia nos decepcionó un poco en cuanto a la decoración, puesto que esperábamos más, aunque eso no significa que no nos gustara, el local era muy bonito. Eso sí, ¡qué bueno estaba todo! Especializados en cocina turca-marroquí estaba todo impresionante! Es una opción más que perfecta para comer cuando acabas de visitar el mercado de Albert Cuypstraat.
Burgermeester: Pequeña hamburguesería donde no sabes qué coger... todo tiene tan buena pinta! Todo hamburguesas, claro. Yo recomiendo el mini trío, porqué, al menos pruebas tres tipos de burguers diferentes. La hamburguesa de cordero, buenísima y la que lleva huevo trufado, impresionante!!!
Kantjil & De Tijger: Sin palabras. Qué bueno. Holanda tiene una gastronomía muy basada en la cocina tailandesa así que aquí probamos el famoso rijsttafel, arroz blanco acompañado de un montón de platillos con verduras, carnes, salsas, cortezas de gambas...todo acompañado de una leche de coco fresquita. El mangkok, un cuenco que te puedes customizar a tu gusto también es muy rico.
[+/-] | Hoteles Holanda |
Amsterdam.- Hotel Hermitage: La verdad es que nada queda muy lejos en Àmsterdam, así que este hotel está a un corto paseo del centro. Justo al lado de un canal, nosotros teníamos una habitación familiar (para 5 personas) con una cama de matrimonio y tres individuales y baño privado. La habitación era muy bonita y daba a la calle del canal. El único problema es que nos dieron una habitación en la planta baja, justo al lado de la puerta, y se oía a todo el mundo que entraba y salía y a aquellos que pasaban por la recepción. El desayuno no estaba incluido en el precio pero podíamos hacernos café, té y zumos a cualquier hora y totalmente gratis. A parte del ruido... Todo muy bien!!!
[+/-] | Ámsterdam - Toma de contacto |
Hola de nuevo andarines!
A veces preparamos los viajes con tanta antelación, que parece que nunca llegarán. Miras el calendario y piensas… puff… no queda nada aún! Y cuando te quieres dar cuenta… ya no queda nada!!! Y eso nos ha pasado a nosotros. Miramos el calendario y… en 3 días para Ámsterdam!
Y comienza una suerte de pequeña revolución en casa. Miramos el parte meteorológico y Europa se ha convertido en un infierno helado, todo números negativos! Hay que buscar las maletas, que están en el trastero, poner lavadoras, mientras la lavadora decide declararse en huelga, ir a buscar ropa térmica y no morir en el intento, buscar productos que se puedan subir al avión… hablando de avión… ¿y los billetes? ¿Y a qué hotel íbamos? Arrgghh!!!! Que no cunda el pánico!!! Sea como fuere las maletas se hacen a tiempo, cámara cargada, lista y …. Acción!!! Nos vamos a Ámsterdam!!!!!! Y este viaje es especial porque nos vamos con algunos amigos (a lo que no habéis podido venir… os hemos echado de menos!!!)
Así que, bien temprano todos, en casa y camino al aeropuerto con la única preocupación del frío que nos recibirá en Holanda. En el avión cháchara continua…. ¿y qué haremos? ¿dónde comeremos? ¿qué visitaremos? Si con dos personas ya es complicado ponernos de acuerdo, no os digo con cinco….
Llegamos a Schiphol (la leche, que aeropuerto tan enorme para lo pequeño que es el país!) y sin demasiados problemas nos hacemos con nuestros billetes de tren hacía Amsterdam Centraal (aprox 4 euros por persona). Bajamos al andén, subimos del andén, bajamos de nuevo y en poco más de 20 minutos el tren se planta en nuestro destino.
Salimos de la estación-centro comercial colocándonos gorros, gorras, guantes y bufandas y buscamos el tranvía que nos dejará al lado de nuestro hotel y en menos de 10 minutos más tarde ya estamos arrastrando las maletas por los adoquines amsterdaneses! En nada (sí, parece que todo está cerca y, realmente, lo está) llegamos a lo que será nuestro hogar durante los próximos días. El Hotel Hermitage (sí, al lado del museo Hermitage). La primera en la frente…. “Beware of cat” ¿Cat? ¿CAT? ¿En un hotel? Yo soy alérgica a los cats!!!! Y no traigo antiestamínicos!!!!! Por suerte no los he necesitado…
En esta ocasión hemos cogido una preciosa habitación para 5 personas, así que al más puro estilo familia numerosa o comuna hippie nos repartimos las camas y tras megaequiparnos con ropa térmica… ¡todo el mundo a la calle!
Ahora sí que nos fijamos en nuestro alrededor. Aceras nevadas, bicis, canales helados, más bicis y un sol magnífico! Lo primero de todo y más importante… comer! Así que nos lanzamos a la búsqueda de una hamburguesería recomendada en las guías (Burguermeester) y que nos hace adentrarnos en la zona no turística de la ciudad… menudos guiris más raros… Pero las hamburguesas lo merecían… grandes y jugosas o combinados de mini hamburguesas, de sabores extraños y sabrosos… huum que rico!
Con la barriga llena, ahora sí, afrontamos mejor el frío y emprendemos la ruta de los canales. La verdad es que la ciudad es encantadora. Las fachadas, todas distintas y a la vez similares, parece que decoran la ciudad a nuestro paso. Los puentes que atraviesan los canales, llenos de bicicletas, le dan un aire diferente. Pero lo que de verdad nos llama la atención son los canales en sí. La gran mayoría de ellos están totalmente helados y repletos de veloces patinadores, niños con trineos, osados paseantes y vendedores de sopa… sí… con su camping gas y todo (yo eso ya no lo veo seguro…). Los barcos y casas flotantes que otrora se dejarían mecer por el agua del canal yacen anclados en el hielo, esperando tiempos más cálidos, mientras las volutas de humo escapan por sus chimeneas. La sensación de estar de pie, en medio del canal, es magnífica y sólo por eso vale la pena pasar un poco de frío!!!!
Pero tanto hielo es lo que tiene, y los pies se nos quedan heladitos. Así que hacemos un alto para un café/chocolate calentito en el Schiller, un precioso local emblemático de la ciudad, para evitar, así, que a alguno de nosotros le tuvieran que amputar los deditos de los pies (aunque no es muy elegante en un local así sacarse los zapatos, los calcetines y ponerse los guantes térmicos de las manos en los pies y estampar éstos, a su vez, en el radiador, mientras haces de ET saludando a la gente con los mano-pies, divertido lo es un rato… jijiji!!). Así que con los pies y las barrigas más calentitas, continuamos andando un ratico más, intentando llegar a la zona de las 9 calles, para shoppinear un poco.
Tiendas las hay a miles, pero lo cósmico es el horario que hacen, así que a las 17-18h ya está todo cerrado, el sol se ha ido, las temperaturas bajan y la gente, poco a poco, va desapareciendo. Ahora que la noche ha caído y no tenemos mucho más que podamos hacer, damos un paseo por una de las mayores atracciones turísticas de Ámsterdam. El Barrio Rojo.
La verdad es que… es rojo! Los neones y farolillos que indican donde están las señoras de moral distraída nos dan la bienvenida al barrio. Da la sensación de que toda la población de la ciudad está metida aquí, pues el barullo es impresionante. Qué diferente a todo lo que hemos visto. Mires donde mires ves lo mismo, sex shops, tiendas de venta de semillas, restaurantes de dudosa calidad, locales de espectáculos subiditos de tono (muy subiditos por las fotos que había en la calle… por aquí no puedes pasear con un niño!!!), hoteles, coffee-shops, chicas en ropa interior… la verdad es que sabes qué vas a ver, pero no deja de sorprenderte. Las chicas están ahí, tras una puerta de cristal, hablando, mirando el móvil, escuchando música, observando la calle... alguna que otra llama la atención de los clientes…
Mi percepción, como mujer, es extraña, ya que miro a las chicas como si viera un escaparate de una tienda de ropa, mirando qué llevan puesto, quizás sin darme cuenta de que eso, en esa situación, es lo de menos. También cabe decir que, seguramente, mis compañeros masculinos ni habrán visto qué vestían las chicas!!!! Una vez en casa, y pensando sobre ello, tengo sentimientos enfrentados…¿significa quizás más seguridad y control para ellas o aumenta la percepción de que la mujer es un simple objeto? Uff!! Qué profunda me estoy poniendo. Vamos que sí! Que el Barrio Rojo, es rojo!!!!!
Cuando ya nos hemos pateado calles arriba, calles abajo, la Iglesia Antigua y el Waag, el frío comienza a apretar y la noche a caer y entonces ¿qué hacemos los españoles? Irnos al bar!!!!! Y allí vamos, a uno de los bares más bonitos y con más carisma en los que nunca he entrado. Unas cervecitas, un poco de Gouda (típico holandés!!), un poco de conversación con el simpatiquísimo personal y algo de escalada para llegar al baño y, sin darnos cuenta, se hace la hora de cenar e incluso se nos pasa un poco (normal, con los horarios que tienen!)
Así que decidimos poner rumbo al hotel, chino chanito, buscando un lugar donde cenar sin tener demasiado éxito. Así que recurrimos al salvador de los guiris despistados y hambrientos… el McDonalds, donde tampoco hay grandes especialidades del país, salvo el batido de galleta. Y cómo la gente es un pozo sin fondo, y tira más la fritanga que dos carretas (sí, he variado un poco el refrán), de postre hacemos un alto en el Febo, una especie de local-máquina expendedora de croquetas gigantes fritas ultracalóricas y de hamburguesas precocinadas. El problema es que… están buenas y el sistema engancha. Eliges qué colesterol te apetece comerte, un eurillo a la ranura, levantas la portezuela y ale!!! A saturar las venas de grasas calentitas!!! Así da gusto luchar contra el frío!!!
Y poco a poco llegamos al hotel, cansaditos de todo el día, con ganas de un té calentito (jos…el gato me esperaba en el office), de una ducha calentita y de una cama calentita. Es ponernos el pijama, organizar un poco las visitas del día siguiente y caer rendidos…