jueves, 16 de febrero de 2012

Ámsterdam: Día 3 - Qué corto ha sido

Hoy nos levantamos y ya miramos el reloj. Las maletas preparadas, revisión de habitación y al luggage room. Hay que aprovechar las horas que nos quedan en la ciudad y hoy a ver el “Día Mercadillo”.

Así que bien animados nos vamos a Waterlooplein para cotillear el mercadillo que, se supone abre a las 9. Cuando llegamos, pasadas las 9, aún están montando las paradetas, por lo que creemos que lo más sensato es buscar un lugar donde desayunar mientras acaban de ubicarse los tenderos. Unas cuantas vueltas por aquí y por allí y acabamos en un Coffee Centraal, una especie de Starbucks local pero con un aire industrial la mar de chulo. Mientras tomamos nuestro café vamos mirando por la ventana y no vemos que los trabajos de ubicación del mercadillo avancen demasiado rápido, así que cortamos por lo sano y pasamos al siguiente lugar. El mercadillo de Albert Cuypstraat.

Camino allí una parada estratégica en una mega tienda de música, Concerto, y de allí al mercadillo. La zona para llegar no es de las más bonitas de Ámsterdam, no nos engañemos, es una zona moderna, de edificios no especialmente bonitos, pero en cuanto llegas al mercado te da igual. Una calle peatonal, con todas las casitas iguales, llena de puestos a izquierda y derecha, sin abarrotamientos de gente (no olvidemos que es lunes) y productos para todos los gustos. Desde quesos (no hay palabras), pescados en salazón (viva el bocadillo de arenque y el de anguila!), mini tortitas (joooss que ricas con Nutella, calentitas… huuuuuum), hasta tiendas de tela (muchas! Y con telas mu chulas!), de ropa, de muebles… Mercadillo para todos!!!! Y aquí, entre pantalones y gafas, la mañana se pasa volando!

Así que, aprovechando los consejos de nuestra guía de viajes, y para no dar muchas vueltas, comemos en un restaurante llamado Bazar, situado en la misma calle que el mercadillo y que está ubicado en una antigua iglesia. Tras el susto por el teléfono móvil perdido y las risas por haberlo encontrado (bueno, más bien el chico del hotel, que durante toda la mañana se preguntaba quien gritaría de ese modo….) nos damos cuenta que nuestro viaje se acaba y a buen paso regresamos al hotel, con las cabezas un poco gachas y pocas ganas de irnos.

Recogemos el equipaje y el móvil gritón y a Waterlooplein a por el tranvía número 9 que nos alejará del centro de la ciudad. La compra de los billetes del tren ya no supone ningún problema, expertos como somos en la ciudad, y casi sin darnos cuenta estamos en el aeropuerto-centro comercial.

Como suponemos que una vez pasados los controles habrá más tiendas y cafeterías preferimos quedarnos tranquilos y tras vaciar bolsillos, y chaquetas y localizar las pantallas informativas nos damos cuenta que nuestra terminal está en obras y los pasajeros conviven hacinados entre dos cafeterías y nada más… además hay 3 vuelos atrasados así que el gentío es considerable. Tras hacernos un hueco en unas gradas intentamos armarnos de paciencia. Uno juega con el teléfonos, otro va loco buscando un enchufe, otros dormitan mirando la nada y el último da vueltas. Por fin nos avisan de la puerta de embarque a la hora que el avión debería haber salido y cuál es nuestra sorpresa cuando advertimos que somos los últimos de la cola!!!!! La gente tiene superpoderes para adivinar la puerta de embarque antes de que aparezca!!!???? Así que, como el avión ya está lleno, nuestro equipaje de mano se factura y aún tenemos suerte de encontrar sitios cercanos los unos de los otros.

El viaje de vuelta es tranquilo. Vamos cansados de los 3 días sin dejar de andar y de ver cosas.

En nuestra Barcelona echaremos de menos la nieve y los timbres de las bicicletas que suenan constantemente por la ciudad.

Pero también creo que siempre conservaremos en la memoria la imagen de los canales helados, la nieve cayendo suave y los farolillos rojos iluminando la noche.

Como siempre, regreso un poco triste porque la aventura ha llegado a su fin, pero también feliz, pues llevo mi maleta llena de recuerdos de la ciudad, de lo vivido y, sobretodo, de mis amigos.

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