Hola andarines!!
Hace unas semanas que tenemos el blog abandonado. Ya se sabe, la vuelta de las vacaciones, el golpe de realidad y el regreso a la rutina, a la ciudad, al ruido... Hasta este año yo había creído que la depresión post vacacional no era más que una falacia pero, como de sabios es rectificar, yo rectifico... que horror! Con lo bien que se está de vacaciones y andando por los mundos, siendo caminantes errantes que, como decía Machado, hacen camino al andar... En fin. Ya aposentados y ubicados, soñando con las siguientes escapadas, volvemos con nuestros revivals, remembers y dominguereces. ¿La primera? Acúatica...
La mitad de los Truskys, es decir la que escribe estas líneas, siempre había soñado con bucear. Quiera o no, y como dijo Serrat, nací en el Mediterráneo y me gusta el mar, su sonido, su olor, su color ... De pequeña, me bebía los documentales marinos de La 2, embelesada con los tiburones, los pececitos y los corales. En la tele veía a Flipper y a los Snorkels y La Sirenita es una de mis pelis favoritas! Y un buen puñado de años después de sentarme en el suelo a ver el fondo de mar a través de mi pantalla, por fin, llegó el momento. Un bautizo de buceo!
Los nervios empiezan el día de antes. El agobio. El estrés. Que si no domino el material no me meten en el agua, que si mira si al final no soy capaz, que si... todo eran quessis y ocultos deseos de que la noche anterior se desatara una tormenta tropical, se levantara una furiosa tramuntana o el mar se secara milagrosamente... Pero nada de eso ocurrió. El despertador sonó, no había ni una nube en el cielo y el sol comenzaba a calentar.
Sin pensarlo mucho preparo la mochila (toalla, chanclas, bañador de repuesto, primeros auxilios, testamento y set de extremaunción... lo llevo todo), y dejando al hidrofóbico durmiendo, monto en el coche con los amigos (que no van mucho más tranquilos que yo) y hacia la Costa Brava. Nuestro destino: Lloret.
Llegamos un poco antes de la hora convenida y la sensación era la misma que la de antes de presentarte a un examen. Piel fría a pesar del calor, piernas rígidas, un ejército de mariposas en la barriga, cara seria, ojos histéricos... aiiiiiiiisshhh, lo mejor... un café... bueno... puede que lo mejor no fuera, pero a mi me gusta!
Por fin llega la hora y nos reunimos con el monitor y el pequeño grupo de suicidas acuáticos en una especie de casucha donde, sentaditos en sillas de camping, recibimos de eseseñortanseriodelquedependenuestravida las nociones básicas para el manejo del equipo (aunque yo me lo llevaba estudiado de casa...).
Luego resulto que el monitor no era tan serio, tras unas cuantas bromas con el regulador del aire (que va genial para imitar a Darth Vader), el ambiente se vuelve más distendido y el miedo al ahogamiento desaparece... no, que leches... aumenta. La gente habla de medusas... de tiburones... del kraken!!! Descompresiones... pulmones explotados, tímpanos rotos, multimuerte!!!!!! Cuando las caras de muchos de nosotros empiezan a perder el poco color que tenían y las imágenes de Buscando a Nemo dejan paso a las de Piraña la explicación teórica se acaba y es hora de aplicar lo que hemos aprendido (je je je). ¿En la piscina, no? Dice alguno... Noooo, para que vais a morir en una piscina!!! Morid en el mar directamente!!!
Así que allá vamos, sin sentirnos las piernas, ni los brazos, ni el alma, siguiendo al quad en el que va nuestro monitor, hacia una playa Lloretiana. De una furgoneta aparcada en la playa comienza a sacar bombonas de oxígeno, aletas y demás utensilios que sólo habíamos visto en los documentales y elige a sus primeras víctimas, dos chicas, ya que no vamos a entrar todo el grupo a la vez al agua (eso sí que sería multimuerte!!). Así que mientras las vemos ponerse más y más cosas encima nos damos cuenta de que ya, no hay marcha atrás. Y aunque la hubiera ...¿querríamos darla?... Nooooo!!!
Así que, con la suerte de no ser los primeros, aunque teniendo que aguantar los nervios un poco más, nos sentamos en la orilla, entre montañas de rusos y alemanes churruscaditos, a ver cómo les va a nuestras compañeras de aventuras. Y lo que vemos no nos ayuda...
De entrada... no les van las aletas. Aletas fuera, un gran contratiempo, sin duda. Pero cuando se ponen a hacer las pruebas del material bajo el agua antes de comenzar la inmersión, nos quedamos helados. Una de las chicas se agobia y tiene que salir del agua. Y los que estábamos fuera... nos agobiamos más!!!!!!!!
Tras un rato en que monitor y alumna descienden y ascienden, se alejan y se acercan, vemos como emergen lentamente cerca de la orilla, ya dispuestos a abandonar el agua. Miramos atentamente la cara de la chica a fin de atisbar cualquier sentimiento negativo ante la experiencia... y no sabemos qué pensar. Finalmente parece que sale contenta y respiramos un poco. Miramos al monitor con cara de pena y ... los siguientes somos nosotros 3!!
Acompañados medio corriendo al grupo anterior hacía la fragoneta del profe, que saca más material. Ya un poco resabidillos por haber visto a nuestras compañeras, nos ponemos el material sin problemas. Cinturón de pesos a la cintura (joer, como pesa) y bien apretado. Super chaleco con bombona y 15 tubos más bien colocado y abrochado. Gafas bien ajustada y... ahora si que no podemos huir corriendo... no podemos casi ni andar!!!!!!
Cuando llegamos al agua ni siquiera notamos el frío. Todo colocado en su sitio y comienza nuestra clase!!!!
Lo primero las gafas, imprescindible al llevar lentillas, claro! Ahora a ponerse las aletas en el agua y con el chaleco inflado... esto ya no es tan fácil y menos con los niervos... digo... los nervios. Primero de todo, a meter la cara en el agua para comprobar si las gafas estan bien puestas y si podemos respirar por el regulador. Una vez metido el cacharrómetro en la boca agacho la cabeza y... qué sensación... un pequeño pez debajo mío, el silencio, y puedo respirar!! Saco la cabeza, me quito el regulador de la boca y el profe me mira interrogante... yo sólo acierto a decir con un entusiasmo desmesurado pero en absoluto fingido “Qué pasada!!!!!”. El profe arranca a reir cuando uno de mis amigos hace lo mismo. “Pues si es tan guay, para abajo!”. Regulador de nuevo y ahora toca lo difícil, ver si somos capaces de sacar el agua de las gafas, de quitar presión a los oidos y de volver a ponernos el regulador si se nos cayera... Un minuto abajo esperando que mis compañeros se sumergieran me da tiempo para aprender a respirar de nuevo, a tomar conciencia del movimiento de mis pulmones y de la màgica bombona de sueños que llevo a mi espalda.
Mis amigos descienden y empezamos las pruebas. Expulsión de agua de las gafas. Perfecto. Reducción de presión en los oídos. Perfecto. Volver a colocar el regulador. Menuda Mierda. Al sacar el regulador de la boca me entró agua y se me fue por el conducto equivocado. Vuelvo a poner el cacharrómetro en su sitio, expulso el agua, pero lo inesperado de la bocanada me lleva a perder el control de la respiración, el instinto me empuja a respirar por la nariz pero eso, bajo el mar, es imposible. Así que el agobio me vence (joer, me estoy agobiando al contarlo... aish...), hago señales al profe para indicar que subo a la superfície y, una vez arriba, mis pulmones se llenan con aire de verdad, del contaminado.
El miedo me atenaza... no me dejará bucear... no me ha salido esta prueba... la repetiré las veces que haga falta... cuando el profe aparece de entre las aguas le informo de la situación “ he tragado agua” y me suena como cuando a un niño pequeño le tumba su primera ola en la playa y viene a nosotros corriendo y llorando.. he tragado agua... y nosotros nos reimos y decimos... no pasa nada... en el mar hay más... pero yo... !había tragado agua! En seguida vi la preocupación en sus ojos, me miró con cara triste y ... que no, que es broma... se limitó a decir... Ah! Vale! Tira para abajo!. Y antes de darle tiempo a pensárselo dos veces, ya tenía el chaleco desinflado y me volvia a encontrar bajo el mar, dispuesta a repetir el ejercicio hasta la saciedad.
Cuando el profe me vió de nuevo abajo, ni pruebas ni leches, todo el mundo para delante! E iniciamos nuestra andadura submarina. Mucho más tranquila, me concentro en mis movimientos, las aletas, uno, dos, la respiración...sshhhhhh... grlugrululu (burbujitas)... shhhhh ... grlugluguglu... y el siguiente shhh ya me había olvidado de todo.
A nuestro alrededor, la nada, el mar, el silencio. Los rayos del sol que se colaban entre las olas de la superficie conferían al fondo un áurea màgica. De repente un pequeño banco de peces que no nadaban sino que que diría que volaban, suspendidos en la nada, en el silencio. Siempre bajo la atenta supervisión del monitor que constantemente nos “preguntaba” por nuestro estado, nos abandonamos a la falta de gravedad, giramos, subimos, bajamos, seguimos a los peces, estudiamos los erizos de mar sin tan siquiera tocarlos...
El profe nos “llama” y a su lado vemos un monstruo blanco, terror del guiri veraniego. Una medusa. Viéndola así, quedamos hipnotizados por su elegancia, por su avanzar calmado. Somos intrusos en su mundo así que nos alejamos de ella, lentamente, flotando, abandonándola en su deambular.
Miro a mi alrededor y veo a mis amigos, al monitor haciendo fotos, posamos, reímos, saludamos, nos sentimos como en otro planeta, como los primeros exploradores de un mundo perdido donde todo está en su lugar. Levanto la vista y los peces nadan encima de nuestras cabezas, ajenos a la emoción que nos embarga al poder compartir ese pequeño gran mundo por un momento.
Avanzamos y, cuando nos queremos dar cuenta, avistamos ... un monstruo marino! Es un ser enorme, que no pertenece a este mundo elegante y gracil, su avanzar grotesco nos hace sentir como pececillos en un acuario, es... un alemán. Hemos llegado a la orilla casi sin darnos cuenta y no tenemos más remedio que ascender a la superficie, a nuestro mundo.
Inflamos los chalecos, y sacamos los reguladores de nuestra boca, con una mezcla de felicidad infantil y morriña. Ha sido increïble, pero tan corto... La gravedad que ya habíamos olvidado nos dificulta la salida del agua, cargados como vamos, pero lo conseguimos y nos dirigimos a tierra firme a quitarnos el equipo. Mientras lo hacemos, parecemos cotorras a las que le ha tocado una bolsa de pipas en la feria! Hablamos, medio gritamos, emocionados, diciéndonos todo lo que debajo del agua no podíamos. Nos quitamos los pesos y nos abrazamos prometiéndonos que esto es sólo el principio, mientras el monitor nos observa divertido y pensando la de dinero que va a hacer con nosotros... y nos chincha, explicándonos excursiones emocionantes y paisajes maravillosos...
Mientras volvemos a Barcelona, con los bañadores mojados, el pelo oliendo a mar y los ojos brillando de felicidad hacemos planes para el verano que viene, llenos de adrenalina y deseando volver a sentir esa sensación de ingravidez, de libertad... ¿qué meterán en las bombonas de oxígeno que crea adicción?
Un beso submarino, andarines (o debería decir nadarines?)
( Ah! Que no hay fotos? En cuanto el profe las cuelgue pondré el enlace... no las he visto ni yo!!)
jueves, 6 de octubre de 2011
[+/-] | Dominguereces y cestas de picnic: Bajo el maaaaar... |
domingo, 4 de septiembre de 2011
[+/-] | Día 21: de Martigues a ... casa |
Hola a todos..
Esto ya, sí que se acaba.
Nos levantamos pensando que la siguiente cama donde dormiremos será la nuestra, y con una mezcla de ilusión y desgana recogemos por última vez en este viaje todos nuestros bártulos.
Un desayuno como los que luego no hacemos en casa y al coche.
Resistiéndonos un poco a que nuestra ruta acabe, atravesamos la Camarga en coche. Después de que el GPS (menudo viaje está dándonos) nos haga coger un ferry para atravesar el río Ródano, conducimos por carreteras estrechas entre las salinas del parque natural. Los robustos caballos blancos tan característicos de esta región salpican las verdes praderas, los altos juncos esconden esbeltos pájaros de cuellos largos y picos finos, rojas libélulas rebolotean cerca del agua, los negros toros pastan tranquilamente y los gitanos recorren el parque montados en sus caravanas de alegres colores. Qué bonito!!!
No pudiendo retrasar más lo inevitable la autopista nos lleva hacia la frontera. Ante la cercanía de los Pirineos el cielo empieza a nublarse, cómplice de nuestra morriña.
Una parada para comer y disfrutar de los últimos momentos del viaje y ahora sí que sí.
Rodeados de coches con matrículas españolas avanzamos, kilómetro a kilómetro, hacia casa, viendo como el atasco de la salida de Barcelona se va haciendo cada vez más denso.
Mientras cogemos desvío tras desvío, comparamos las carreteras de nuestro hogar con todas aquellas que hemos recorrido en nuestro viaje. Recordamos los hoteles, las ciudades, las anécdotas y los pequeños problemillas que han ido surgiendo y que ahora nos hacen sonreir. Nos quedamos con lo mejor, que ha sido mucho, con el azul del Adriático y el frío de sus aguas, con el verde de los bosques y el sonido de las cascadas, con la historia que hemos encontrado en las paredes de los edificios y en los caminos, con las piedras de los castillos, con las puestas de sol, con las sonrisas de la gente y, en definitiva, con todo lo que hemos vivido.
Deshaciendo las maletas van apareciendo planos, entradas y guías de viaje. Entre la ropa encontramos recuerdos, llenamos lavadoras para quitar el polvo del camino y la sal del agua que han quedado impregnados en los tejidos, la morriña y la añoranza al revisar las fotos nos hace pensar, ya no en todo lo vivido, sino en lo que queda por vivir.
¿Ande andaremos de aquí a un tiempo? Ni nosotros lo sabemos, aunque miles de ideas comienzan a tomar forma en nuestras cabezas...
Km. 514
Km. Finales. 5661
viernes, 2 de septiembre de 2011
[+/-] | Día 20: de Génova a Martigues |
Hola de nuevo, andarines!
Las campanas de la iglesia nos sirven hoy de despertador, las 7.30, tocan. Así que todo el mundo en pie y a buscar algún lugar donde desayunar, porque nuestro hotel no ofrece el servicio.
Justo delante, un pequeño local, capuccino y unas pastitas y a ajustar cuentas con el simpatiquísimo señor de la recepción. Qué hombre más simpático, con esa pinta de loquito encantador alabando nuestra alegría mientras se queja de la seriedad de la gente. La vida pasa -dice- y la gente siempre está seria. Qué gran filósofo.
Una vez en el coche y pagado el parking a la chica zombie de la taquilla de salida, duro golpe de realidad: la salida de Génova en hora punta. Horror. Poco menos que la muerte y la locura nos esperan en el camino de salida hacía Francia, que se nos presenta envuelta en una luz cálida ... sigue la luz!!!
Italianos, muchos italianos (qué quieres) en sus coches, empujando, colándose, sin intermitentes, cambiando de carril al más puro estilp kamikaze, ni giran la cabeza oye! Atasco. Y para más inri... un coche de bomberos, con la sirena en marcha. A organizarse en este caos para dejarla pasar... qué sufrir, pero, por suerte, salimos indemnes de tamaño infierno vial, saliendo de las llamas... para caer en las brasas.
Cómo va la autopista, de locos en coche y de camiones locos. Con una concentración absoluta en la que Aramis Fuster no es nadie comparado conmigo en materia de adivinación de movimientos intercarriláceos de nuestros amigos los espaguettinis, hacemos un alto en el pueblo de Bussana Vecchia, que fue abandonado y, más tarde rehabitado por artistas y artesanos. Un estilo a Groznjan, pero menos cuidado.
Un cafetito y un paseo por las calles empinadas y de nuevo al coche, ahora sí. Próxima parada: Éze, en territorio francés. Al poco de entrar en la autopista el tráfico se regula, los coches vuelven a tener intermitentes y la conducción se hace mucho mejor.
Así que paramos en este pequeño pueblo encaramado en la montaña, frente al mar. Es el típico pueblo todo de piedra, con un laberinto de calles bien cuidadas por el que da gusto dar un paseo descubriendo sus rincones más pintorescos.
Cómo ya azuza el hambre, un crep y un bocadillo, y hacía nuestro nuevo hotel en Martigues, un pueblo al lado de la Camargue.
Cómo nos ha pasado más de una vez en este viaje, esperábamos un pueblo no muy bonito, y nos hemos topado con un pueblo bastante grande, dividido en tres partes, con una isla enmedio, barquitos atracados en pequeños puertos, restaurantes... y de noche tiras de bombillas iluminando las calles, la luz de las farolas reflejándose en el agua... Una cucada!!
Así que hacemos el check-in en nuestro último hotel del viaje, un establecimiento sencillo, con una decoración minimalista pero cómodo, limpio y bonito y a dar un paseo por el pueblo antes de que cierre todo.
Mejillones y pasta con salmón caen para cenar, mientras observamos a través de los grandes ventanales del restaurante el movimiento lento de los pequeños barcos de pesca que se dejan mecer por el escaso oleaje que arriba al puerto mientras suena un acordeón de fondo y la luz de la luna va inundando este pueblo, repleto de bombillas.
Qué buena última noche de viaje.
Un beso.
Km. 440
Km. Acumulados 5147
miércoles, 31 de agosto de 2011
[+/-] | Día 19: de Portogruaro a Génova |
Andarines! Qué esto se acaba!
Tras una noche de frío (Portogruaro es como el desierto, mucho calor de día y mucho fresco de noche) y una ducha revitalizante, otra vez a la carretera…
En menos de 10 minutos vuelvo a recordar lo mal, pero lo terriblemente mal, que conducen los italianos (lo siento por los que conduzcan bien pero…). Hemos llegado a la conclusión que a los coches en Italia no les ponen intermitentes, porque ninguno lo usa. En la autopista van o a 150 o a 50, no tienen término medio, les da igual invadir tu carril, de hecho muchos circulan entre dos carriles, te adelantan por la derecha, en línea continua… una gozada. Y si a esto sumamos unos … 3 camiones por metro cuadrado en la autopista, pues la fiesta es completa. Con los Spaghettinis detrás achuchándote a 130 y una barrera delante de ti ocasionada por un autobús que está adelantando a un camión que a su vez está adelantando a otro camión sale lo peor del español que hay en un conductor. Insultos Trozzo di porco!!! Como no sé italiano me los invento!! Y viva el claxon! Hasta que me duele el brazo de tanto pitar!! Y así… 4 horas y media… qué estrés!!!
Y cuando ya parece que llegamos a Génova, nuestro destino de hoy, nos encontramos con la peor entrada a ciudad grande que hemos visto nunca. La autopista de 2 carriles baja la velocidad a 80 y se transforma en una “autopista de montaña”. ¿A 80? Había curvas que era mejor cogerlas a 60. Y venga señales de curvas peligrosas, y genoveses a toda leche, y trailers… qué horror!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Un poco asustados por los comentarios que habíamos escuchado sobre nuestro nuevo hotel, lo primero es situarlo, lo cual no es muy difícil puesto que está en una calle superprincipal. Hasta aquí, benne. Problema: el hotel tiene parquing, pero ni sabemos donde ni como llegar, así que tras dar un par de vueltas dejamos el coche en una zona azul, y maletas en ristre nos acercamos al hotel.
Nuestro nuevo hogar provisional está situado en la tercera planta de un edificio. Tras sobrevivir al ascensor de la muerte, que calculamos tendrá unos 200 años, así por encima, el atento chico de la recepción, con un escaso español pero muy bien intentado, nos explica donde está el aparcamiento.
Tras ver nuestra sencilla pero cómoda y limpia habitación, recogemos nuestro coche y al parquing, que es el de una especie de Corte Inglés.
Miramos el reloj y no hay mucha opción más que acabar en el McDonalds. Así que unas sanísimas hamburguesas y a visitar Génova!!!!!
Qué gran decepción… no hay nada de Marco…. Pero bueno, callejeamos, visitamos el puerto antiguo, el casco histórico, la preciosa catedral y … los guettos… porque menudos guettos.
Con sus estrechas calles llenas de tiendas, podemos decir que Génova no tiene nada especial, sin ser una ciudad fea. Los estrechos callejones que llevan a los patios interiores nos hacen recordar los dibujos de Marco, cuando corría por esas calles con su parche en el pantalón para ir a buscar carta de su mamá… que penica…
En fin, visitamos palacios, plazas, iglesias de estilo gótico pisano y la casa de Cristóbal Colon, que no en vano era genovés, como los grandes marineros. Un poco más de callejeo y las tiendas empiezan a cerrar, poco a poco, mientras los carteles de las locandas y las trattorias van iluminándose.
Momento de volver al hotel, a descansar, a cenar un poco y a preparar la ruta de mañana: Arrivederchi Italia… Bonjour, France!
Km. 457
Km. Acumulados 4707
[+/-] | Día 18: de Ljubljana a Portogruaro |
Hola andarines!
Nos levantamos esta mañana con la sensación de que las vacaciones, se han acabado. Hoy dejamos Eslovenia y emprendemos camino a casa. Recogemos nuestras cosas con un poco de desgana, porque, además, hemos estado a gusto en este albergue (a pesar de lo que parecía en un principio).
En la sala del desayuno, ya nos saluda gente, el francés de anoche… bonjour… Un catalán de Sants que nos ve con el aceite de oliva encima de la mesa y deduce, al instante, nuestra nacionalidad nos pregunta y charlamos sobre nuestros viajes. Él va en bici por el país. Qué burgueses nos hemos vuelto, pienso.
Ya en el coche salimos de nuestro rinconcito del Bronx y abandonamos la prisión y sin planos para el GPS, puesto que hemos tenido que introducir ya los de la Europa occidental, nos dirigimos, sin pausa, pero sin prisa, a la frontera con Italia.
Ya llegamos, está a pocos kilómetros peeero vamos a hacer nuestra última visita en Eslovenja… Lipica. Aquí se crían unos de los mejores caballos del mundo (con permiso de los andaluces y árabes…), una raza autóctona del Karst (esta región del país) que durante varios años fueron cruzando con caballos andaluces para conseguir el caballo perfecto, y yo creo que lo tienen!
Cotilleamos los entrenamientos de los caballos que hacen competición y exhibición (aunque sólo hay un jinete que haga algo guay) y luego con una simpática guía hacemos la visita del recinto, bueno de un parte, porqué son 300ha, visitando las cuadras y viendo algunos caballos mientras nos explican todo sobre ellos. La verdad es que ha sido una visita muy interesante y hemos aprendido muchas cosas (no sabía que un caballo vivía 30 años).
Casi habiendo pasado la mañana, ponemos rumbo, ahora sí, a Italia, a nuestro siguiente hotel situado en Portogruaro.
La autopista nos hace ser conscientes del camino de vuelta que iniciamos y así, llegamos a nuestro destino. Pensábamos que Portogruaro sería una ciudad grande, fea y gris y nos encontramos con un pueblo precioso, con un casco antiguo lleno de palacios gótico-venecianos, todo peatonal, salpicado de restaurantes y atravesado por un pequeño río. Y el hotel resulta ser un antiguo palacio en medio de esta zona peatonal. Una monada!!!
Más que contentos después de haber visto la cómoda cama que nos espera esta noche, bajamos a comer algo y a pensar en qué hacer en la larga tarde que tenemos por delante.
Mirando el plano, pensando, dando una vuelta, otra…¿te apetece un helado? Vale. ¿Nos lo comemos en Venecia? Vale. Y ahí vamos, a buscar el tren y a Venecia Santa Lucia.
Dicho y hecho, una hora después arribamos a la Laguna y cogemos el Vaporetto que nos lleva a la Piazza San Marco.
Cuando estuvimos hace 3 años, el Puente de los Suspiros estaba lleno de andamios, así que vamos con la esperanza de verlo al descubierto y… nos encontramos que sigue lleno de andamios pero que además, el andamio lo han cubierto con un mega anuncio de L’Oreal… porqué yo lo valgo! Ni que fuera esto la Sagrada Familia… De aquí a unos años volveremos, a ver cómo van las obras!
Así que, cómo ya conocemos Venecia, nos dedicamos a pasear, callejear y andurrear por las calles, las callejas, los passagios , los soportegos y las salizadas. Cuanto turismo. Cuanto veneciano rancio. Qué caro es todo. Pero en fin. Es lo que hay. Lo que es innegable es que Venecia tiene un encanto especial.
Sus canales estrechos, con sus gondoleros, sus calles empedradas, los pequeños amarraderos en las puertas de las casas, las fachadas desconchadas, las algas en los pilares del agua y esas indicaciones “Per Rialto”… Venecia, siempre será Venecia.
Así que tras pasear y comer un heladito, volvemos a Ferrovia a coger el tren de nuevo a nuestro hotel tras haber pasado una tarde diferente, entre canales y tiendas de máscaras.
Una horita en tren, intentado no contagiarnos de la risa y los aullidos de dos enoooormes ( y cuando digo enormes es enormes) alemanas que teníamos delante y que nos recordaban, la una a una camarera del Oktober Fest y la otra a una Valkiria cantante de Ópera, y llegamos al hotel, muertos y pensando en esa cama que nos espera…zzzzzzzzzzzz.
Km. 192
Km. Acumulados 4250
lunes, 29 de agosto de 2011
[+/-] | Día 17: Ljubljana |
Buenas noches andarines!!
Tras conseguir bajar del techo... digo... de la cama de nuestra celda, desayuno en el hostel y a visitar Ljubljana!!!!
Así que pasico a pasico, con la barrigota bastante mejor (vamos, con lo que la estoy cuidando), en algo más de 5 minutos abandonamos nuestro Bronx particular y llegamos al Puente de los Dragones. Genial, pues creíamos que estábamos más lejos del centro.
Por lo que hemos visto, es una ciudad pequeña y, aunque nuestra primera impresión ha sido la de unas calles sucias, llenas de graffitis, la verdad es que el centro es encantador!
Preciosas calles peatonales desembocan en plazas que desembocan en otras plazas, no un puente sino tres forman el corazón de la ciudad de los dragones. La Catedral es una magnífica joya barroca enclavada entre puestos de frutas llenos de avispas y tenderetes de ropa un poco anticuada. El castillo situado en lo alto de la colina observa atentamente las idas y venidas de los habitantes mientras escucha los sonidos y soniquetes de los músicos callejeros que prodigan su arte por unas monedas.
Un agradabilísimo paseo por esta ciudad plagada de bicicletas, un té en una escondida terraza y, en una mañana Ljubljana está vista dejándonos muy buen sabor de boca. Un poco de callejeo, colarnos en el ayuntamiento y cotillear unas tiendas y decidimos comer algo para aprovechar la tarde fuera de la ciudad.
Sin pensarlo mucho, nos sentamos en la terraza de una Gostilna cerca del Ayuntamiento, sin saber muy bien si han sido los trajes típicos de los camareros, la carta o la proximidad lo que nos ha hecho elegirlo. La temperatura es agradable, el servicio rápido, la comida buena y... la avispa cojonera.
Hemos llegado a la conclusión que en los territorios de la antigua Yugoslavia las avispas eran entrenada como armas de destrucción, de ahí su afán por meterse en tu plato, rondarte las orejas y pararse en tus brazos hasta la saciedad, no la suya, sino la tuya. Pero esta vez no estábamos dispuestos a dejarnos vencer. Así que Sergio puso los restos de su primer plato, foie de pollo, cual cebo jugoso para cazar a la bestia... y ahí estaba, llegó, aleteó y se posó. Levantó el vuelo pero el cebo era demasiado tentador y volvió a posarse, dejándose llevar por los efluvios del parmesano... y ese fue su fin. Una servilleta gigante cayó sobre ella con saña, una vez, dos veces, luego con la cuchara... Por fin pudimos comer tranquilos...
Temerosos de ser objetos de represalias por parte de familiares ofendidos de la difunta avispa, nada más pagar la cuenta nos levantamos del restaurante y ponemos rumbo al hostel para coger el coche. Avanzaremos faena de mañana, vamos a las Cuevas de Postojna, las que algunos dicen, son las mejores del mundo.
Tras media hora de autopista llegamos al circo que tienen montado alrededor de las grutas. Tiendas de souvernirs, restaurantes, etc... y qué negocio! Pagas el parquing y luego, claro, pagas la entrada...22 euripites cada uno!! Pero que se le va a hacer.
Así que sacamos nuestras entradas y nos vamos hacia la puerta, más de media hora de espera hasta la siguiente visita, por lo que aprovechamos para leer la guía de Eslovenia (no es por nada, pero qué guía más mala, leches! Una y no más!) y cuando nos ha parecido que demasiada gente se nos ha puesto delante, hacemos una maniobra made in Spain. Vamos, que cuando han abierto la puerta estábamos los primeros.
Durante la primera parte de la visita recorres cerca de 2km montado en un trenecito que recorre grutas y grutas a toda velocidad, mientras notas como la temperatura va bajando más y más hasta llegar a los 8º que las cuevas tienen durante todo el año. Hasta aquí, bien.
La segunda parte de la visita se hace a pie, casi 1,5km por un "sendero" que recorre las salas más espectaculares de las cuevas. Es imposible negar que las grutas son absolutamente impresionantes por sus dimensiones, nunca habíamos visto unas tan enormes, pero lo que tampoco se puede negar es que la gente es insoportable.
No foto, se dice igual en todos los idiomas. Si te repiten No foto 5 veces en 10 minutos... ¿porqué la gente hace fotos? Y te lo explican, no se pueden hacer fotos por la fauna que hay ... ¿porqué haces fotos con flash!? Qué desesperación, la gente con sus cámaras, la gente tocando las Estalagmitas, sentándose encima!!!!!!!!!!!!!! A mi casi me da un ataque. En el grupo de habla inglesa seriamos, por encima, tres millones de personas (unos personas, otros energúmenos). En fin. Al final de la segunda parte pudimos ver un acuario con algunos Peces Humanos, un pez blanco, ciego, que habita en esas cuevas, que no tienes aletas, sinó deditos... que bicho más raro... era como el dragon de la Historia Interminable, pero sin pelo y dos millones de veces más pequeño.
Y la tercera parte de la visita volvía a ser el tren, de vuelta al principio, siempre y cuando la señora ansiosa que se engancha al tren antes de que pare no se caiga y la atropelle! Qué horror de gente.
Valoración de la visita: la cueva increible, sublime. La gente horrible, haría falta hacer grupos de visita más pequeños y con más control por parte de la organización... o acabarán como en Altamira, restringiendo las entradas.
Aunque ya teníamos la idea de ir, la publicidad subliminal que hay en todo el recinto de las cuevas, nos guía a 9km, al castillo de Predjama, enclavado en una montañana, bueno, encima... no... debajo... no... dentro de la montaña!!
La verdad es que es una preciosidad la ubicación y parece mentira como hace varios siglos se podían crear edificios así en lugares como ese sin los avances tecnológicos que hay actualmente. Lo increible de este castillo son unas grutas a las que se accede por la parte inferior pero para las que hay que ir con equipamiento adequado y cuya entrada es más restringida.
Así que un zumito, y al coche, para la capital, una parada en el Lidl para hacer saltar las alarmas y comprar algo para la cena y en un ratico llegamos al hostel.
Nos subimos a la cocina y tras una charla con un parisino que nos pregunta sobre las corridas de toros y un poco de arroz (se me va a poner cara de china), a nuestra celda, a intentar recogerlo todo, puesto que mañana ya, con todo el dolor de nuestro corazón, iniciamos oficialmente el regreso a casa. Mañana: Italia.
Pero hoy aún os puedo decir... buenas noches y un besote esloveno!!!
Km. 128
Km. Acumulados 4058
[+/-] | Día 16: de Pohorje a Ljubljana |
Buenas andarines!!!
Nos levantamos en Pohorje, en medio del silencio, de la montaña, qué gozada, qué tranquilidad, incluso parece que la barriguita va un poco mejor. El tiempo ha refrescado (menos mal porque nos íbamos a morir) y... esta noche ha llovido! Pobre mi coche, que estaba lleno de polvo, ahora está lleno de barro...
En fin, un desayuno frugal y ponemos rumbo a Ljubljana, capital del país. El plan es llegar al albergue que tenemos reservado para las próximas dos noches, dejar las maletas e ir a la zona del lago de Bled y la el Parque Nacional de Triglav.
Así que, aprovechando que por fin en Eslovenia el GPS tiene el 100% de los planos, llegamos sin problema hasta el hostel... la cara que se nos queda no se paga con dinero. Nos da la sensación de entrar en una zona de guerra de bandas-pandilleras. Haceos una idea: parededes pintadas y grafiteadas a más no poder, jóvenes con botellas para arriba y para abajo, nos asomamos a lo que debe ser el recinto del albergue, que ocupa una antigua cárcel y que, de hecho nos planteamos si los delincuentes han dejado de habitarla. Todos los módulos que componían el recinto pintados, el patio de la cárcel también... aish... y por lo que hemos podido comprobar todo el mundo pone la misma cara...
¿Y aquí hay que dejar el coche? Esa es nuestra mayor preocupación.
Entramos al albergue un momento y, la verdad, es que tiene muy buena pinta. Dejamos el equipaje, esperando encontrarlo a la vuelta y nos vamos de ruta intentando no pensar en el trocito de Bronx donde tenemos que dormir.
Hacemos un alto en el pueblo de Skofja Loka, llamado la ciudad museo por la cantidad de edificios bonitos e interesantes que tiene, y la verdad es que merece la pena una parada. Con un casco antiguo pequeño (aunque creo que no era casco antiguo, sinó que era todo el casco) lleno de construcciones interesantes, una iglesia con altares de mármol negro (poco visto, la verdad), atravesada por el río... Molt bé!
Ahora ponemos rumbo a Bled y, como se nos viene la hora encima, hacemos un alto para comer en un restaurante de carretera, bueno, de carretera no, que estaba en un pueblo. Hemos aterrizado en una Gostilna, que son restaurantes pequeños, tipo mesón, regentados por una familia y donde todo es supercasero. A ver si puedo comer algo.
La verdad es que era como estar comiendo en casa, un comedor no muy grande, un mantel de flores, mesas grandes... llega el camarero y nos pregunta: ¿qué quereis comer?... Nuestra cara es un poema... no hay carta, no hay menú escrito, no hay nada... aprovecho la ocasión y le pido arroz blanco y pollo a la plancha (a ver si hay suerte y me he hecho entender), así que tras mi extraña petición, el camarero le relata a Sergio la lista de lo que podía comer, y cuando acaba con su retahila Sergio pide... eso último! eso! Porque le ha sonado a snichtel (carne rebozada, vamos) y eso sabe lo que es. No hay que dudar que era un restaurante familiar, iba llegando gente, el camarero reía, les saludaba, salía la cocinera, se sentaba en las mesas... y empieza a llegar la comida. Para Sergio, una sopa, con fideos, que olía de bieeeen... y luego mi plato de arroz con pollo (Qué bien!!!!!), un plato de ensalada y el plataco de Sergio con un filetón rebozado, arroz, puré de patata, flan de verduras, una especie de pastel de carne relleno de pan con salsa... vamooooos... y yo con el arroz blanco... Y ya, sin preguntar, a Sergio le trae el postre, macedonia con nata y yo me pido una Kamilica (más manzanilla, estoy hasta el moño!!). Qué bien hemos comido!!! Pero lo mejor ha sido cuando el camarero ha venido con el rollo de papel de aluminio para ver si queríamos llevarnos los restos... magnífico!!!!!!!!!!!!!!
Con las panzitas llenas, llegamos a Bled. Una preciosidad. La vista del castillo sobre el lago es impresionante, la isla en medio del agua con la iglesia es espectacular y las montañas del fondo quitan el hipo. Dispuestos a disfrutar bien del paisaje decidimos subir en el teleférico a lo alto de una colina desde donde se ve el lago y el castillo y resulta que el teleférico no era tal, sinó un telesilla. Pos venga, como nunca hemos montado en telesilla allá vamos!!! Dios..., ahora recuerdo que tengo vértigo!!! Qué nervios! Qué alto! Con los piecicos colgando a miles de millones de metros (cómo mínimo) del suelo! Y qué lento!! Ni las fotos me salian, oiga!!
Y por fin llegamos, sanos y salvos a lo alto de la colina y las vistas bien merecían pasar unos pocos de nervios.
Ahora toca bajar, podíamos haber bajado en una especie de dragon khan individual por la colina o por el telesilla, pero como no teníamos claro qué era... pos al telesilla otra vez... ahora sí que da impresión porqué ves que el porrazo será monumental!!!
Abajo otra vez, y feliz de no haber muerto, reconozco que ha sido divertido el tema del chairlift, pero por hoy ya está. Ahora, tocando con los pies en el suelo, andamos por el paseo que tienen habilitado a lo largo de todo el margen del lago y llegamos al pueblo. Resulta que estan haciendo no sé que mundiales de remo y está todo lleno de gente, marcadores y banderitas de distintos paises.
Llenos de Bled, ponemos rumbo al lago de Bohinj y al Parque Nacional de Triglav. Qué paisajes, prados verdes, verdísimos, que parecen pintados, con sus casitas al más puro estilo alpino salpicando las llanuras y, al fondo, envolviendolo todo, las montañas, cada vez más altas.
Llegamos al lago Bohinj, enclavado entre montañas, nada tiene que envidiar al de Bled en lo que a naturaleza se refiere, gente bañándose, yendo en barca o canoa, tomando el sol que se cuela entre las cumbres de las montañas... aish, qué bonito!!
Y ya que estamos aquí, adentrándonos más en el Parque, intentamos llegar a unas cascadas. Mientras vamos por la carretera de curvas, hay un momento en el que se hace de noche, hasta el coche enciende las luces. La vegetación se vuelve tan frondosa que no deja pasar ni un rayo de sol y nos da la sensación que el reloj ha avanzado, de repente un par de horas. Avanzamos y avanzamos y el bosque que nos rodea cada vez se presenta más sombrío, altos árboles con delgados troncos crecen en un suelo plagado de rocas, llenas de musgo... un espectáculo precioso!!
Y de repente llegamos a un parking, por fin! Aunque a pesar de todo decidimos no visitar la cascada, ya que hay un buen paseo y tampoco es que sea muy temprano, tomamos algo en una cafetería y tras respirar el aire puro de la montaña, ponemos rumbo a Ljubljana.
Cuando llegamos, tal y como nos han indicado esta mañana, metemos el coche en el recinto de la cárcel-hostel, por una entrada medio escondida entre dos muros (con barrera, eso sí) y tras atravesar toda la comuna hippie-punky-okupa donde estamos dejamos el coche en la puerta de la recepción del hostel.
Una vez dentro, la verdad es que el Hostel es de los mejores que he visto, bar-restaurante, terraza, zona de copas, lavandería, cocina... ahora toca ver la celda que nos ha tocado. Cada celda ha sido reformada y decorada por un artista, a ver qué tal. Entramos en el corredor principal de la primera planta (a la que hay que acceder ya con llave) nuestra celda es la 106, abrimos la puerta de metal que da al pasillo y... otra puerta... la de rejas!!!! Qué guay!!! Abrimos esa y... no hay cama. La cama está arriba!!!! Nos ha tocado una celda, que ahora, a la mañana siguiente, no está tan mal. tiene un par de armarios, dos taburetes y una mesita y, la cama está encima de la puerta... pero está alta... espero no caerme... Rejas en las ventanas, golpes metálicos cada vez que alguien abre una puerta... qué molón es esto!!!!
Tras cenar en el albergue (una pizza congelada y un sandwich de jamón y queso con pan congelado... me recuerda a mi tortuga... Pelotilla!Cómo estarás?!) a dormir, bueno, a esperar que el americano que está sentado en el patio, debajo de nuestra ventana, acabe de reir y de decir sorry sorry. Pero la verdad es que una vez alcanzada la cama, se duerme bastante bien, ahora sólo hay un problema... ¿cómo bajamos de aquí arriba?
Besitos!!!
Km. 304
Km. Acumulados 3930
sábado, 27 de agosto de 2011
[+/-] | Día 15: de Zagreb a Pohorje |
Buenos días!
Sin tirar cohetes parece que me levanto mejor, así que me arriesgo a tomar una rebanada de pan con embutido y una manzanilla para desayunar, mientras la gente a mi alrededor se hincha a huevos revueltos, beacon y lácteos (así reventeis!... gordos... más que gordos... qué mala es la envidia!).
Animados por esta pequeña mejoría, nos montamos en el coche y ponemos rumbo a la frontera eslovena, haciendo una parada en el castillo de Trakoscan, cuyo interior es un museo que alberga el mobiliario del castillo.
No es de las fortalezas más espectaculares que hemos visitado en nuestros viajes, pero hay que reconocer que tiene su encanto, además, teniendo en cuenta que es casi el primer castillo que vemos en este viaje!
Así que, con el estómago más o menos comportándose, al coche, a pasar la frontera nos vamos a hacer unos expertos, tú!) entremos en la UE, en la CEE y todo tipo de siglas que, a pesar de la distancia, nos hace parecer que estamos un poco más cerca de casa.
Primera para del día, Ptuj, que será capital de la cultura en el 2012. Con un centro histórico bonito, pero sin llegar a ser espectacular, no sé si el calor, el pequeño esfuerzo, o una mezcla de ambos, comienzan a revolucionar al estómago y las paradas se hacen cada vez más frecuentes.
Qué horror!! Decidimos ir hacia el hotel, comer algo y descansar hasta ver como evoluciona nuestro inoportuno malestar y, tras una carretera de montaña, pero de verdad, llegamos al precioso resort en el que nos alojamos en la región de Pohorje, cerca de unas pistas de esquí.
Este hotel es una preciosidad, arquitectura alpina, personal agradable, entorno fabuloso... así que intentamos conseguir algo para comer que no me mate al instante.
En el bufet del hotel me agencio arroz blanco y un poco de consomé mientras que otros diríase que no han comido en su vida!!
Una siesta y... ya no sé si me encuentro bien o mal o mejor o peor... qué mal! Ponerme enferma estando de viaje... dónde se ha visto eso!!!!!
Así que entre un poco desesperada y agobiada de esperar que nuestro sabio cuerpo cure por el mismo recurro a las drogas... viva el Paracetamol, se acabó lo que se daba! Y si mañana estoy así, al médico, a intentar hacerme entender en inglés (a ver si me van a extirpar el apéndice...)
Otra manzanilla, un paseito revitalizante bajo el frío del atarceder (sí, frío, por fin) y de nuevo a la habitación, a pensar si ceno o no ceno, si quiero otra manzanilla o si ya me sale por las orejas y a desear, con todas las fuerzas posibles, estar mejor mañana, puesto que llegaremos a la capital, Ljubljana y, esa, no me la quiero perder.
Un besito pachucho para todos.
Km. 133
Km. Acumulados 3636
[+/-] | Día 14: Zagreb |
Buenas andarines,
Hoy no hay mucho que contaros, la verdad.
Nos ha pasado lo que en ningún viaje nos había pasado. Tras probar platos típicos, comidas desconocidas, carnes especiadas y bebidas extrañas, ha sido el pescado frito el que nos ha sentado como una patada en el estómago (a unas más que a otros).
Así que tras pasar la noche del loro, dando vueltas en la cama y con dolor de estómago, todos nuestros planes para hoy se han ido al traste.
Nos levantamos (yo a trancas y barrancas) y bajamos a desayunar, bueno, quien dice desayunar dice tomar una manzanilla, y, haciendo de tripas corazón, cogemos el tranvía para acabar de visitar la parte de Zagreb que dejamos pendiente ayer.
Una visita a la Catedral, que ayer estaba cerrada, y que es una verdadera preciosidad. Otra visita al mercado que cada día ponen en la parte antigua, pero entre los cientos, miles, millones de avispas que por allí pululaban, encima de la fruta, mezcladas con los frutos secos (aish, que horror) y el olor a la comida que allí habían (tengo nauseas por todo!), vamos, que la visita acabó rápido.
Nos dirigimos ahora a la parte de la ciudad más alta, y, cuando intentamos coger el cremallera que nos sube, atracción turística de la ciudad, resulta que no funciona y ahí vamos, escaleras arriba, bajo el sol y nuestras barrigas haciendo ruidos...
Una vez llegamos a lo más alto, vamos hacía el buque insignia del turismo zagrebí, la iglesia de San Marcos y, decidiendo no entrar en ningún museo, enfilamos por la Puerta de Piedra (muy curioso, con su capilla en medio) y de nuevo al tranvía que nos lleva de vuelta al hotel.
Qué malestar! Así que, con todo el dolor de mi corazón, pasamos la tarde en el hotel, entre dormitando y dando vueltas, acordándonos del pescado y dándonos náuseas e incrementando nuestra acidez de estómago con el odio que nos genera estar encerrados en las 4 paredes.
Sin comer y sin cenar, esperamos mañana encontrarnos mejor, puesto que abandonamos por fin Croacia para adentrarnos en Eslovenia.
Aish....
[+/-] | Día 13: de Bihac a Zagreb |
Pues allá vamos de nuevo!
Nos levantamos por la mañana en nuestro maravilloso hotel, sin ruidos, sin discotecas ni bares musicales, escuchando sólo el ruido del río.. qué gozada.
Un superdesayuno en una terracita viendo la cascada y ponemos rumbo a uno de los destinos estrella del viaje: el Parque Nacional de los Lagos de Plivitce.
Así que poquito a poquito, sin tentar a la policía en los escasos 15 km que nos separan de la frontera croata, vamos acercándonos a nuevos territorios! Una vez traspasada la aduna, podemos decir que nuestra estancia es Bosnia ha sido mejor de lo que esperábamos, hemos encontrado una gente amable, un país hermoso, donde el turismo aún no se ha hecho un hueco y podemos disfrutar del encanto de la falta de comunicación (porque todo ha ido bien, claro). Con buen sabor de boca llegamos a territorio croata (macedonio según los satélites de nuestros móviles) y, algunos carteles de "cuidado mina" más tarde, llegamos a la entrada del parque natural.
Está superbien organizado, a la entrada una enorme zona de aparcamiento entre los árboles, tiendas de souvenirs, restaurantes... compramos nuestros tiquets y decidimos la ruta a hacer, ya que hay marcadas 5 o 6.
Escogemos la más visitada y allá vamos, primero montamos en una especie de tren-bus y luego, a pata, bajamos visitando lagos, lagunas y cascadas.
No hay palabras para describir la belleza de ese parque. Los lagos de aguas totalmente transparentes reflejan los rayos del sol, los peces nadan, a 2 cm de nosotros, la vegetación submarina queda visible a nuestro ojos, los árboles hundidos con su aspecto fantasmal, las libélulas que sobrevuelan el agua de color turquesa...
Y riachuelos y minicascadas por todos lados, entre el tupido follaje que cuelan los rayos del sol creando luces increíbles, es imposible no quedar maravillado.
Y cuando menos lo esperas, una cascada, impresionante, alta y más allá, otra, y todo se convierte en una espiral de tonalidades de verde mientras el agua te salpica la cara y el sol te calienta el espíritu. Qué maravilla.
Y para finalizar, un pequeño barco te hace surcar las límpidas aguas para llegar al final de la ruta. Las 3 horas que dura se convierten en un suspiro ante tanta belleza. Realmente merece la pena la visita.
De nuevo en la zona de recreo, decidimos comer algo (pollo asado y hamburguesa) para continuar nuestro viaje a Zagreb sin preocuparnos por la hora.
Así que, encantados por todo lo que hemos visto, ponemos rumbo a la capital del país, esperando aprovechar nuestras últimas 2 noches en Croacia.
Tras una entrada tranquila a la ciudad y dejar nuestras cosas en el hotel, damos un paseo hasta el centro (bueno, media hora bien bien) y comenzamos la visita.
Nos encontramos con una ciudad animada, llena de gente. Una parte de ella son calles anchas, elegantes y otra parte está formada por pequeñas casas que le confieren un aire más medieval. Todas ellas repletas de cafeterías y terrazas donde tomar algo.
Así que tras un buen paseo y un zumo, decidimos cenar algo y volver hacía el hotel.
Nos paramos en un restaurante recomendado por nuestra guía de viaje, un local informal donde preparan pescado frito, así que allá vamos, con algo normal para variar!!
Luego cogemos el tranvía de vuelta al hotel y a dormir, que para mañana hemos dejado pendiente otro de los barrios de Zagreb.
Un besooo
Km. 202
Km. Acumulados 3503
jueves, 25 de agosto de 2011
[+/-] | Día 12: de Sarajevo a Bihac |
Hola andarines!
Hoy, día 12 de viaje, hay poco que enseñar y unas cuantas anécdotas que contar.
Nos hemos levantado en nuestro superhotel de Sarajevo y tras dar cuenta de unas buenas omelettes como desayuno, nos disponemos a abandonar la ciudad. Con paciencia y un mapa, porque recordemos que el GPS no nos funciona en Bosnia, conseguimos poner rumbo a nuestro siguiente destino, Bihac.
Somos conscientes de que hoy será un día de tránsito, ya que debemos cubrir los más de 300 km que hay entre la capital y nuestro próximo hotel, teniendo en cuenta que no hay autopistas en Bosnia (bueno 30km al salir de Sarajevo) y que casi todo el viaje debe hacerse por nacional con limitación de 80-60km/h.
Así que armados de paciencia, música en la radio y kilómetros por delante, pasamos cerca de las pirámides de Visoko, gran misterio estudiado por Iker Jiménez y, un rato más adelante, por la fortaleza de Travnik, que se muestra en lo alto de la colina, vigilante.
Para descansar, estirar un poco las piernas y refrescar el gaznate, hacemos un alto en Jajce, candidata para formar parte de la Unesco, y así para visitar su casco antiguo y su cascada de 17 metros. Realmente necesita aún unos arreglos para conseguir entrar en la lista de monumentos de la Humanidad.
Continuamos viaje, acercándose la hora de comer (y pasando, de hecho), sin encontrar lugar donde probar bocado así que decidimos llegar hasta Bihac y buscar allí dónde comer en cuanto lleguemos al hotel.
Llegar al hotel… fue una odisea. Dábamos vueltas y vueltas en la calle donde se supone que estaba nuestro hotel, una casita, con una cafetería en los bajos. Preguntamos a fulano y mengano, y entre los que no saben inglés y lo que no saben dónde está el hotel, no hacen más que complicarnos la existencia a pesar de las buenas intenciones. Llamamos a la recepción del hotel y nadie habla inglés, sólo bosnio y… alemán… qué gran alivio! Será posible… Que llamemos más tarde, nos dice… y que hacemos mientras??
Seguimos buscando y tras más de tres cuartos de hora ahí lo vemos, bueno, ahí vemos la carpa que han montado delante del hotel en la que han instalado una terraza de verano y una especie de discoteca… dejamos el coche en la puerta del “club” (la cual cosa no me gusta un pelo) y subimos a la habitación… a través de la discoteca. Esperamos que como es martes, hoy no haya fiesta, así que hambrientos caminamos hasta el centro histórico en busca de algo qué comer.
Qué centro histórico… lo único interesante es el río que atraviesa la ciudad y en el que se llevan a cabo diversas actividades acuáticas.
El caso es que siendo las 18h y sin haber probado bocado desde el desayuno, nos metemos en un local donde nadie habla inglés, y nos hacemos entender para pedir una pizza y una hamburguesa (aunque el camarero no conociera el término internacional “Burger”).
Ahí no podemos quejarnos, qué hamburguesa!! Saciada nuestra hambre, nuestra sed y nuestra ansia de cafeína por menos de 10 euros, nos vamos al hotel a descansar y, al abrir la puerta de la habitación, el chunda chunda discotequero es ensordecedor. Así no hay quien duerma.
Internet al canto y, tras reservar habitación en otro hotel, intentamos hablar con alguien del hotel actual para decirles que nos vamos, que es imposible dormir así.
Aún sin saber muy bien quien se encarga del hotel, un joven camarero nos escucha y, pidiéndonos disculpas nos indica algunos hoteles (angelico, no sabe que ya tenemos uno). Así que, bártulos al coche, y de nuevo iniciamos la cruzada para llegar al segundo hotel del día.
Según el mapa que nos han facilitado en turismo, el nuevo establecimiento está muy cerca de donde nos encontramos, así que unos giros, unas rectas y… este hotel no es… pero es del grupo, así que bajamos a preguntar. A todo esto ya son las 20h… La señora de la recepción nos indica que debemos coger la carretera por la que hemos entrado a la ciudad y, a 3 km, encontramos el hotel.
Pues allá vamos! Ya no sabemos si reír o llorar, pero el caso es que, ya casi de noche cerrada, salimos de la ciudad intentado encontrar el hotel, que quien sabe donde estará. Me veo durmiendo en el coche.
Con visibilidad nula, coches de cara, bicis sin luces y peatones de negro cruzando la nacional, avanzamos y avanzamos sin llegar a encontrar el hotel y, no sé si por intervención divina o por desesperación humana, me aparto en un parking para rehacer nuestra estratégica con tal suerte que era el aparcamiento del hotel!!!!!
Fue casi como cuando el Papa bajaba del avión. Casi besamos el suelo!
Salimos del coche casi a saltos! Un hotel, hotel; aislado, con una cascada cerca, puesto que lo único que se oye es el ruido del agua al caer. Entramos a la recepción y encontramos un chico encantador que nos esperaba.
Vemos la habitación, acercamos el coche a la puerta del hotel y subimos el equipaje. Ya está por hoy! Cerramos la puerta, respiramos hondo y… ¿Qué es eso?
La madre de las arañas, no de las de las patas largas… no!!! De las del cuerpo gordo!! Estaba cómodamente instalada en el techo, al lado de la cortina y, evidentemente, sólo puede quedar una. Así que Sergio, cual santo Job armado de paciencia, va a buscar al joven de la recepción que aparece en nuestra habitación, medio riendo, con un taburete, dispuesto a salvarme de semejante monstruo.
Tranquilamente se sube a la inestable silla, se acerca al animal salvaje lentamente y… lo coge con la mano!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! A todo esto yo en el pasillo, arrinconada, observo la imagen desde fuera hasta que el chico se acerca a mi, todo feliz, para enseñarme la araña. Casi despierto a todo el hotel! Sergio diciendo… no, no, no!!!! El recepcionista se ríe, se dirige hacia el balcón y suelta al animalejo en el jardín… Si hay más arañas llamadme…
Ahora sí, que esto ya está bien por hoy, así que me voy a dormir, esperando que mañana pueda explicaros más cosas visitadas y menos follones. Además, mañana, temprano, ya abandonamos Bosnia y volvemos a adentrarnos en territorio croata para visitar una de las joyas de este viaje, el Parque Nacional de los Lagos de Plivitce.
Un besote!
Km. 346
Km. Acumulados 3301
miércoles, 24 de agosto de 2011
[+/-] | Día 11: de Mostar a Sarajevo |
Buenos días andarines!
Nos hemos retrasado en esta última entrega pero es que anoche teníamos tanto sueño!!!
Ayer comenzamos el día en nuestra preciosa ciudad de Mostar. Por fin un hotel con desayuno! Así que entre música étnica y boleros en español un poco de pan, zumo, embutido, aceitunas y... al cajero a sacar marcos porque nuestra anfitriona no acepta targetas. Así que con la excusa de la falta de efectivo aprovechamos para dar el último paseo por la ciudad antigua, casi vacía de turistas, porque aunque son las 8 de la mañana ya hay guiris paseando. Sí que tiene encanto esta zona del pueblo, los dueños de las tiendas regando las calles, tan blancas y aún sin tenderetes de souvenirs, el suelo de piedras redondas (brutal para ir con chanclas), el sonido del Neretva... el caso es que hay que irse, así que hacemos nuestro recado, maniobramos un buen rato para sacar el coche de la ratonera donde lo habíamos puesto e iniciamos camino hacia la capital: Sarajevo.
Durante la ruta no hay paradas pero sí un cambio de paisaje espectacular. Las áridas montañas van cubriéndose de vegetación y bosques y nuestro entorno se vuelve verde. Avanzamos acompañados todo el rato por el río, serpenteando por sus cañones, al tiempo que vigila nuestros pasos. Así vamos hasta Jablanica, donde el río se convierte en un espectacular lago cuyos márgenes están salpidados de restaurantes, pequeños pueblos y lugares de baño, camping, y deportes de aventura.
Continuamos, sin pausa pero sin prisa, y el aumento del tráfico y el olor a polución nos indican que Sarajevo está próxima. Tras coger uno de los dos tramos de autopista que tiene el país (10km, sin arcenes, velocidad 80...) entramos a la ciudad, que por ahora no muestra nada interesante salvo conductores osados sin miedo a nada, cruces extraños y una total ausencia de señalización.
A trancas y barrancas, preguntando a la Policija, conseguimos llegar a nuestro hotel, que está situado en una calle chunga, cuesta arriba, llena de edificios ruinosos... Dios, qué horror de sitio...donde vamos a meternos. Al menos justo delante de la puerta tenemos un plaza de parking reservada.
Una vez atravesamos la puerta del hotel no podemos creerlo. Un palacete, muebles estilo Luis XIV, tapices, un precioso parquet y un personal encantador. Nuestra habitación aún no está preparada pero nos la enseñan igualmente. Subimos a la 4ª planta y el recepcionista nos espera ahí, seguidme... y seguimos subiendo a pie. Nos abre la puerta de nuestra habitación y... hay una escalera dentro de ella!!! subimos y nos encontramos con una enoooorme estancia, con muebles antiguos, escalones por aquí, por allí... una pasada!!!!
Dejando nuestras cosas y habiendo tomado un café en el bar del hotel, nos lanzamos a la búsqueda del centro histórico de Sarajevo y, resulta, que lo tenemos a 2 minutos cuesta abajo (que luego será cuesta arriba, pero bueno).
Así que en nada empezamos nuestra ruta y, ciertamente, nos sorprende. No esperábamos gran cosa del centro de Sarajevo a causa de la guerra, edificios en mal estado, etc... y lo que nos encontramos es un casco histórico con dos partes diferenciadas, la orienta y la occidental, lleno de tiendas, con los edificios restaurados o, al menos, gran parte de ellos, una cantidad impresionante de restaurantes, cafeterías y terrazas, gente paseando, charlando... Pero lo que realmente nos encantó es la parte oriental. A pesar de no dejar la misma calle, pasas de un estilo Portal del Ángel a sentirte en el centro mismo de Estambul. Mezquitas que llaman a la oración, mujeres con el velo, cafeterías donde tomar un buen café bosnio y fumar un narguile... Genial!
Tras comer un cevapi en el lugar más típico de la ciudad (cevapi forever!!!), tomar el que se considera el mejor helado de vainilla del mundo (los italianos intentaron comprar la receta y no lo consiguieron) y tomar un café bosnio, callejeamoos, perdiéndonos por entre los puestos para guiris, las mezquitas y el olor del pan recién hecho en las ollas típicas, buket.
Así llegamos a lugares tan emblemático como la fábrica de cerveza de la ciudad, mayor suministrador de agua dulce durante la guerra y que sufrió múltiples ataques, o el puente latino, donde se puede decir que se inció la I Guerra Mundial con el asesinato del príncipe austrohúngaro y su mujer.
Esta ciudad está llena de todo, de historia, de guerra y de vida, y tratamos de imaginar como ha de sentirse alguien de nuestra edad, con los que nos cruzamos por la calle mirando escaparates, pero que en su memoria tienen que tener clavados los recuerdos de una guerra tan reciente.
Alegres por lo que nos hemos encontrado y pensando en lo que pasó, ponemos rumbo a nuestro palacio...digo hotel, a dar una ducha de hidromasaje (jijiji) y a bajar a cenar.
Si la calle estaba animada de día, de noche es una brutalidad. Apenas sí se puede andar por las calles, además estamos en Ramadán, las mezquitas estan llenas y en unos minutos finalizará la prohibición de comer. Todo iluminado, mezquitas, iglesias católicas y ortodoxas, puentes, una temperatura agradable, las tiendas abiertas... nos quedamos ojipláticos de tanto ámbiente!!!
Así que una cena tradicional, unas sopas bosnias, un surtido de especialidades (cebollas rellenas, calabación relleno, unas albóndigas...), un plato de cordero guisado y de nuevo un paseo hasta el hotel.
Hoy ha sido un día interesante. Y nos marchamos de Sarajevo contentos por haber venido, encantados de lo que hemos visto y esperando que la mitad de viaje que nos queda por delante vaya tan bien, o más, como la primera.
Hasta esta noche!!
Km. 129
Km. Acumulados 2955
martes, 23 de agosto de 2011
[+/-] | Día 10 bis: La madre que lo parió |
Hola andarines!
En este bis no os voy a dar la brasa con anédotas, lugares y trayectos. Simplemene voy a adjuntaros un vídeo que grabamos ayer, del loco que os explicamos que saltó al río Neretva desde el puente viejo de Mostar. Sólo puedo decir: la madre que lo parió.
No lo hagais en casa... ni fuera de ella.
Besotes!!
lunes, 22 de agosto de 2011
[+/-] | Día 10: de Dubrovnik a Mostar |
Hola a todos!
Aquí estamos, un día más de nuestro viaje. Hoy un día en que nos levantamos un poco nerviosos puesto que vamos a traspasar otra frontera y a adentrarnos en Bosnia, ese gran desconocido, un país que nos atrae y nos causa un poco de temor. Un país que hace apenas 15 o 16 años sufrió una de las guerras más cruentas del siglo pasado. Un país en el que aún se aprecian las cicatrices dejadas por su historia. Pero veamos como ha ido el día...
Nos levantamos en Dubrovnik, temprano, y ponemos rumbo a nuestro destino: la frontera con Bosnia. A pesar de nuestros temores, la policia fronteriza resultó bastante agradable, aunque nos revisaron pasaportes, documentación del vehículo y carta verde.
Una vez en Bosnia, la incertidumbre nos atenaza un poco. Hemos escuchado diversas histórias de policia corrupta, que te paran en la carreteran para sacarte unos cuartos, y con estos antecedentes, decidimos no dar a la policija ningún motivo para paranos, así que cumplimos escrupulósamente las normas de circulación, demasiado incluso, puesto que no sabiendo cual es el límite de velocidad en las carreteras bosnias, no pasamos de 60 km/h... aún nos multarán por lentos.
Con los nervios más tranquilo (bueno, los de unas personas más que los de otras) comenzamos a disfrutar del paisaje. Un cambio impresionante. Pasamos de la costa del Adriático a un territorio lleno de colinas y montañas agrestes, marrones y áridas, inmensos valles llenos de cultivos, árboles rojizos, casas a medio construir o medio destruidas, basura en los arcenes, rectifico, mucha basura en los arcenes, coches antiguos, señales de dirección en cirílico... ¿en cirílico? Eso sí es un problema!!!
Nuestra primera parada es Trebinje, un pueblo situado a sólo 28 km de Dubrovnik. La llegada, al puro estilo Pekín Express. Dejamos el coche en una zona de aparcamiento de pago cerca del caso antiguo. Genial, si no fuera por el hecho de que hemos cambiado de país y, por tanto, de moneda, así que no disponemos de nada de dinero bosnio. Dejo a Sergio al lado del coche y busco un cajero automático...parecía una gimcama. Entro en una oficina del Western Union para preguntar donde hay un cajero y sólo una persona de la oficina habla inglés. Muy amable me indica que a veinte metros tengo un banco. Corro hacía allí y tras pelearme con el cajero en bosnio consigo sacar dinero. Pero los billetes no me los coge el parquímetro, así que vuelvo a visitar a mi amiga del Western Union que me da cambio. Qué encanto de mujer!
Así que 1KM = 0,50€ = 1 hora de parking. El casco antiguo de Trebinje no nos resulta demasiado interesante y la ausencia casi absoluta de turismo hace que seamos el centro de atención de los habitantes del pueblo. Dando por finalizada nuestra visita nos paramos en una cafetería en la gran plaza principal donde nos cobran 2KM por 2 cafés con leche. Nos sorprenden los precios, pero por suerte, lo hacen de forma agradable.
De nuevo al camino, aquí no hay grandes carreteras, pero por ahora las vías por las que hemos circulado estaban bastante bien... aunque ya hemos visto alguno de esos carteles que delimitan zonas de minas... qué impresión, cuando ves uno lo único que piensas es en que no se te estropee el coche ahí!!!
Seguimos por nuestra carretera comarcal hacía nuestra próxima parada, el pueblo de Pocitelj, un minúsculo reducto turco medieval, pero con mucho encanto. Aquí, aparecen los turistas, los minibuses y las cámaras de fotos y, aunque suene mal, nos sentimos más a gusto no sintiéndonos los únicos.
Tras la corta visita y un rápido café, nos dirigimos a las cascadas de Kravice. Qué decir... bueno, sí, tres cosas. La primera, son impresionantes, preciosas y sorprendentes y realmente merece la pena la visita, creemos que son las cascadas más bonitas que hemos visto jamás. Segunda, si vais en verano no olvideis los bañadores, no hagais como nosotros, puesto que está totalmente adaptado para el baño, con sus chiringuitos, etc... Tercero, no hagais caso del parking que encontrareis, meteos por la carretera que baja hacia la cascada, y seguid bajando, seguid, hasta que llegueis a un descampado de tierra al lado del recinto. No hagais como nosotros que hemos dejado el coche en el parquing y hemos tenido que bajar y subir, bajo el sol del mediodía a 39 grados, la empinada cuesta que lleva hasta las cascadas. Hasta habíamos pensado en hacer autostop de la catarata al parquing!
Con muy buen sabor de boca e intuyendo la proximidad de nuestro destino de hoy, Mostar, tomamos la carretera que pasa por Medjugorje, segundo lugar de peregrinaje más grande del mundo, donde hacemos un alto para ver la basílica. Qué negocio tienen montado a costa de la aparición de la Virgen. Aquí sí que hay infraestructuras turísticas, restaurantes, hoteles, tiendas de souvenirs, beatos que comen cevapis y religiosos que compran rosarios... Impresionante.
Una vez más en camino, ahora sí, llegamos a Mostar y tras perdernos un poco por la ciudad, un amable señor que tiene un Seat, como yo, pero un Ibiza, nos da unas fiables indicaciones para llegar a nuestro hotel. Y tras entrar por una calle empinada, estrecha, por la que pasamos al lado de un edificio en ruina que fue bombardeado, llegamos a nuestro precioso hotel donde nos espera nuestra amable anfitriona. Qué gusto.
Así que dejamos el coche y dejamos que nuestros pies nos lleven hasta el casco antiguo de Mostar para intentar comer algo, a pesar de la hora (son las 15,30h).
Nuestra sorpresa es cuando, nada más bajar la calle del hotel, tenemos la entrada al famoso puente de Mostar, y nos adentramos en un maremagnum de tiendas de souvernirs, con precios en euros, en kunas y en marcos convertibles, turistas, helados y chanclas, todo mezclado en unas calles empedradas, con casas bajitas y un precioso puente (totalmente reconstruido pues en la guerra quedó absolutamente destruido).
Nos paramos en un local donde comemos un siskebab y una especie de salchica típica, acompañado con pan de pita, y 4 bebidas (hemos dicho ya que estábamos a 39 grados?). De postre, un helado que nos comemos sentaditos a la sombra, mientras vemos como unos locos, porque no tiene otro nombre, se tiran de lo alto del puente al río Neretva.
Un paseo, una parada estratégica para comprar agua (no sé donde metemos tanta agua en el cuerpo), un poco de shopping y al hotel, a darnos una ducha, a descansar un poco y preparar lo de mañana.
Cuando el sol se va, bajamos de nuevo al centro a dar una vuelta y nos tomamos un café en un local llamado Alí Babá, un sitio realmente impresionante, un bar excavado en una cueva (muy apropiado el nombre), con unos increibles sofás llenos de cojines, luz de velas y una música con toques árabes sonando... qué gozada.
Cuando la música oriental da paso al chunda chunda y las luces estroboscópicas hacen del romántico local una discoteca veraniega, nosotros desfilamos y, tras otro paseo aprovechando la bajada de temperatura, nos vamos al hotel, fijándonos a nuestro paso, ahora que la ciudad está más tranquila, en los restos de metralla que hay en los edificios, en los agujeros de bala que han quedado tatuados en los árboles, y es que Mostar fue una de las ciudades que la guerra castigó duramente.
Con esa sensación agridulce que estas cosas te dejan en el alma, nos vamos a dormir, pensando en la policia corrupta que podremos encontrar mañana en la carretera y en las historias que las calles de Sarajevo nos contarán mañana.
Km. 210
Km. Acumulados 2826
domingo, 21 de agosto de 2011
[+/-] | Día 9: de Hvar a Dubrovnik |
Buenas noches andarines.
Hoy planeábamos un día tranquilo y menudo día hemos tenido.
Para empezar, nos levantamos mirando como el sol que ayer vimos teñir de rojo el mar, va desperezándose, poco a poco, empezando a calentarnos con sus rayos.
Un desayuno con lo que nos sobró de la cena y... ¿cómo saco el coche del agujero en el que me lo han hecho meter? Primer flipe del día. El marido de nuestra anfitriona, professional driver, me hace bajar del coche y me lo saca él hasta la calle. Cuesta arriba, en curva, por un camino estrecho como él solo y... marcha atrás!!! Yo no quería ni mirar. En broma le digo a la señora, por favor, no me lo arañe, que es nuevo! Pero en mis adentros sufría lo indecible y lo increible viendo como mi coche ascendía por semejante camino de cabras en manos de un desconocido. Todo hay que decirlo, yo habría tardado 3 vidas en sacar el coche de allí y el señor ese, en un minuto, lo había depositado impecablemente en la calle. Así que, a pesar del sufrimiento, gracias!
Ya en marcha, hemos de atravesar toda la isla de Hvar (y cuando digo toda, es toda, y no a lo ancho, precisamente) ya que hemos de coger en Sucuraj un ferry que nos lleve a tierra firme para continuar con nuestra ruta a través de la E65 (la carretera que nos está llevando desde Rijeka hasta Dubrovnik).
Mucho más relajados, calculamos coger el ferry de las 11, llegamos una hora y cuarto antes, confiados y...nos encontramos lo que ni imaginábamos. Cola. Una larga cola de coches que esperan, bajo un sol ahora de justicia, encontrar un hueco en el pequeño ferry que nos lleva a Dvrenik. Estos ferrys más pequeños, en los que sólo caben unos 30 coches, salen cada dos horas.
Nos bajamos del coche a comprar los billetes y vamos calculando coches, mirando reloj, mirando el sol... No vamos a salir de aquí hasta la tarde. La gente de los coches paseaba, visitaba el pueblo, se ponía el bañador y se bañaba... Nosotros, como buenos españoles, al bar, a por un café. Mientras vemos los coches parados, acumulando calor, nos preguntamos si la señora del bar donde estamos preparará comidas... ¿y cenas? Son las 10 de la mañana y el día se nos antoja muy largo de repente.
Llega un ferry, descarga coches y se pone a cargar. Corriendo hasta el lugar donde está el nuestro para avanzar en la cola. Cualquier avance es bueno. Casi abrazada al volante, tragando la desesperación de quedar encerrados durante horas en esa cola sin fin, nuestra esperanza aumenta al ver que, realmente, no había tantos coches, así que esperamos contentos poder coger el siguiente, a las 13h. Al menos sólo tocaba esperar 3 horas.
Por no estar dentro del coche, salimos y llegamos hasta el embarcadero. La gente desayunando, jugando a las cartas... nosotros mirando los peces cuando, de repente, cual manada de gacelas que han atisbado un león entre la maleza, todos los conductores, llaves en ristre, salen corriendo hacía sus abotargados coches. !Otro Ferry! Y allí que vamos nosotros, galopando cual cervatillos contentos de que en verano hayan aumentado la frecuencia de los barcos.
La cola avanza y cada vez vamos más pegados al de delante... queremos caber, queremos caber! Las autocaravanas que no entren! Que son mu grandes! Y cuando se acerca la señora que determina hasta donde se entra, cerramos los ojillos y.... un gordito señor nos señala por donde hemos de subir al barco! Bieeeen!!!
Ya en marcha, nos sentamos dispuestos a disfrutar de la media hora de trayecto cuando, de repente, nuestro coche se asusta a causa del movimiento y... salta la alarma!!!!! Si es que... y no una! Dos veces! ¿Pero que es esto? Todos más tranquilos, el coche y nosotros, nos abstraemos con el brillo de las olas y el increible efecto del sol en el agua, cuando, sin darnos cuenta, ya tenemos que bajar del barco.
Gracias a este ferry oficialmente inexistente, nuestros planes vuelven a ser completos y ponemos rumbo a la ciudad de Ston, donde se conservan 5km de muralla defensiva, realmente bonita.
Antes de llegar a Ston, nos toca pasar frontera, ya que nos encontramos con la única franja de tierra bosnia que da al mar. Así que pasaportes en mano y allá vamos! Mañana no creo que nos haga tanta gracia, pero ahora sí!
Una vez pasadas las fronteras, visitadas las murallas y admirado el increible paisaje entre marítimo y de lagos por el que transcurre nuestra querida E65, llegamos a Dubrovnik.
Animados por una buena entrada a la ciudad, pronto encontramos el hotel gracias al GPS (ahora sí). Primer contratiempo. Se supone que tenemos parquing gratuito. Y no vemos ni parquing, ni gratuitidad por ningún sitio. Dejamos el coche en una zona de pago y subimos al hotel, una preciosa casa a 5-10 minutos andando del centro, a dejar el equipaje y preguntarle a nuestro anfitrión donde podemos dejar el coche.
Siento mucho lo que voy a decir, pero que persona más desagradable. !Da igual donde dejeis el coche, tendreis que pagar! Eh... sin ganas de discutir preguntamos donde está la máquina para pagar. Y resulta que aquí, se paga en el quiosco. Pues vete a buscar el quiosco y la del quiosco no tiene ni puñetera idea. No tienen tickets para todo el día, sólo de una hora. Pues son las 16h de la tarde y tengo que dejar el coche hasta mañana. Ah! No sé! En el centro supone que podemos comprar los tickets de todo el día, pero las tiendas donde los podemos comprar estan cerradas hoy. Genial. ¿Dormimos en el coche, o qué?
Pues compramos un ticket de una hora y subimos a preguntar al dueño del hotel si puede darnos alguna indicación. ¿Y qué quieres que yo haga? Es su respuesta. Hartos, cansados y agotados de tanta estupidez, nos hinchamos a comprar tickets del parquing. 14 papelitos puestos en línea en el salpicadero del coche. !A tomar por......!
Así que, de mala leche, temiendo multas y cosas por el estilo, nos vamos al centro de Dubrovnik.
La verdad es que es muy bonito, decir lo contrario no sería justo. Su ancha calle principal, tan blanca, sus calle aledañas, estrechas, empinadas, llenas de escalones, que acaban en la muralla de la ciudad... Eso sí... caro de narices!!!
Mira que intentamos no hacerlo, pero llevando una semana en Croacia es imposible no comparar precios, y, desde luego, la forma de aprovecharse del turista aquí es increible. Una botella de agua cuesta más del doble de lo que nos ha estado costando.
Podría decirse que llevamos unos días que casi ni miramos los precios, puesto que todo es bastante asequible, ya sea en un bar en el mismo puerto de Hvar, en la plaza principal de Skradin, en las callejuelas de Pula o en los alrededores del mercado de Split. Todo ronda los mismos precios. Pero esto es exagerado!!!!!
Nada, un taglio de pizza, una Coca Cola y nos vamos al hotel, dispuestos a quejarnos por el tema del aparcamiento.
Por ahora el coche no tiene multa (supongo que si llega la policija y ve la fila de tickets de aparcamiento en lugar de multa se darán un panzón de reir). Por suerte, cuando subimos al hotel, el simpático no está, y en su lugar hay una señora muy agradable, que nos explica el porqué de la falta de aparcamiento (sólo tiene una plaza y se la queda el primero que llega, que no hemos sido nosotros) y que nos avisa que, si es un día, la policía no acostumbra a decir nada por el tema de la zona de pago. Ahora nos lo dice.
El caso es que la señora apacigua nuestros ánimos con un poco de charla y subimos a la habitación más relajados. Una ducha, el aire acondicionado a tope y a preparar la ruta de mañana. Qué nervios tenemos. Mañana país nuevo, frontera nueva, carreteras nuevas, moneda nueva... a ver que nos encontramos en Bosnia.
Bona nit!
Km. 214
Km. Acumulados 2616
sábado, 20 de agosto de 2011
[+/-] | Día 8 - De Trogir a Hvar |
Buenas noches andarines!
El día de hoy ha sido raro. Y cuando digo raro me refiero a poco usual para nosotros. ¿Será que nos hacemos mayores?
Esta mañana nos hemos dado el madrugón padre. A las 6.30 de la mañana toca corneta y a las 7 ya en calle. Tal derroche de energía solamente justificado por la necesidad de coger un ferry que nos llevara a nosotros y a nuestro coche de Split a Stari Grad, en la isla de Hvar.
Aterrorizados por la cola que nos podíamos encontrar, nuestra decisión de coger el primer ferry de la mañana creemos que ha sido la acertada. Por otro lado, el pánico a perder el barco y tener que esperar más de 2 horas a la salida del siguiente es lo que nos ha empujado a madrugar tanto que teníamos que ir poniendo las calles nosotros. Eso sí, en Trogir, a las 6.55 am ya había tráfico y coches parados... ¿o debería decir todavía?
El caso es que llegamos al embarcadero on time, paramos el coche en una cola y Sergio se baja a comprar los billetes. De repente, los coches de delante mío van desapareciendo de forma aleatoria... No estoy en la cola que toca!!!! Y no hacen más que adelantarme coches!!! ¿Y dónde tengo que ir? Un chico de Jadrolinja, la compañía de los ferrys, me hace avanzar... me paro al lado de otra chica... ¿para ir a Stari Grad? Todo recto, el Marco Polo. Ante esta respuesta mi cara de desesperación al decirle: Pero he perdido a mi marido! Ha ido a comprar los billetes! A todo esto, mi marido llega, nos ponemos en cola y... zas! Directos a la bodega del barco.
Qué organización. 4 veces nos preguntaron a que ciudad íbamos. Los coches, todos ordenaditos. Entramos en la zona de pasajeros y deambulamos por el barco. Cómo las cubiertas estan abarrotadas de gente y el viaje dura casi dos horas, nos acomodamos en una de las mesas del bar en cuyos asientos no hay gente durmiendo, que ya es difícil.
Entre la moqueta del suelo, las columnas decoradas con hiedra de plástico, los camareros uniformados y los sillones de terciopelo ya nos parece escuchar la sintonía de Vacaciones en el Mar... Y así, con esa alegría, avanzamos arañando las olas a nuestro paso, atravesando estrechos caminos entre dos islas y arribando, por fin, a buen puerto (por si acaso le preguntamos al camarero) en una de las 10 islas más bonitas del mundo.
Agradecidos y emocionados, visitamos Stari Grad, ya que el ferry nos ha abandonado en este pueblo, y encontramos una pequeña localidad llena de vida, con todas sus calles empedradas con una piedra clara y, sorprendentemente, bastante vacía de turistas.
Dada la vuelta de rigor, desayunado un poco y hechas unas compras (un melón y unas zapatillas para la playa), ponemos rumbo a Hvar. 20 minutos por una carretera de curvas en las que pasamos por los viñedos que dan tanta fama a esta isla, unas vistas maravillosas, un cielo azul y por fin llegamos a Hvar: la ciudad laberinto.
Nada más ni nada menos que media hora dando vueltas por las mismas 4 calles en la busca y captura de nuestro alojamiento. Ni GPS ni Google Maps ni leches!!!. Desesperados, decidimos llamar a nuestra anfitriona que viene a recogernos... estábamos a 10 metros del apartamento. De hecho hemos pasado 20 veces por delante. Pero aquí los nombre de las calles son raros y los números más. Una vez acomodados y habiendo charlado un poco con la familia propietaria nos dirigimos al centro.
Allí nos encontramos un precioso pueblo, de calles empinadas, flores, un gracioso puerto, un mar de aguas turquesas e increiblemente transparentes, un cielo celeste, playas de guijarros, gente guapa y fea, yates, restaurantes e iglesias. En resumen que nos ha gustado mucho.
Tras dar la vueltica al pueblo visitando sus highlights, nos lanzamos a la búsqueda de una playita donde darnos un chapuzón. Primero hayamos una zona de rocas habilitada para el baño... una maravilla. Y después, en el mismo pueblo, una pequeña cala justo bajo el monasterio, que comparten barcas de pesca y bañistas. Creo que ya lo he dicho pero... qué agua! Delante nuestro un islote. Barcos que van y vienen.
Hay diversos barquitos, barcas y barcazas que hacen excursiones (o traslados, más bien) a otras islas cercanas, aunque nosotros nos hemos quedado con las ganas debido a que estas excursiones son por las mañanas. Así que ya sabeis!
Con la tontería de la playa el día se nos cae encima y decidimos hacer una comida tardía consistente en... una copaza de helado cada uno!! Viva la dieta mediterránea!
Tras nuestro dulce ágape, callejeamos un poco y nos hacemos con algo para cenar, un poco de prsut y de queso y allá que vamos, hacía nuestro apartamento, a descansar un poco y darnos una ducha para quitarnos la sal del Adriático.
Que si ahora un poco de música, que si una ducha, que si esto, que si lo otro, el atarceder nos rodea y desde el balcón de nuestra habitación tenemos unas vistas poco nmenos que impresionantes de la bahía, que se va tiñendo poco a poco de naranja, luego de rojo y finalmente, cuando ya el sol se mete entre las olas para descansar, de malva y lila. Un espectáculo impresionante.
Y cuando ya el sol nos ha abandonado por hoy, nosotros nos organizamos nuestro picnic en la terraza, melón con prsut, pan con queso y yogur. Estamos de un hippie!!!
Ya con la noche bien entrada y sin demasiadas ganas pero azuzados por la necesidad, bajamos al centro, a buscar un cajero (este alojamiento no acepta tarjetas) y ya que estamos, aprovechamos para tomar algo mientras vemos como se inician los rituales de apareamiento (o más querrían algunos) entre los guiris y/o autóctonos en los bares del pueblo. Y como dice la canción... cuando llega el calor, las chicas se enamoran!
Paseamos mientras vemos los yatazos atracados en el puerto y mientras sus dueños nos miran con un poco de desdén y superioridad desde sus asientos de piel de su cubierta lacada y metalizada... qué leche, qué envidia que nos dan!!!!
Y así, con la sensación de no haber hecho nada en todo día (la cual cosa es cierta) pero habiendo disfrutado un poco de ese espíritu playero que invade a miles de humanos, nos vamos a dormir, pensando que mañana hemos de coger otro ferry hacia Dubrovnik, la gran joya del Adriático. A ver que pasa...
Km. 47
Km. Acumulados 2402
viernes, 19 de agosto de 2011
[+/-] | Día 7 - De Skradin a Trogir |
!Qué tal, andarines!
Nosotros aquí estamos, tras un día de calor, calor y calor.
Cuando hemos abandonado esta mañana nuestro hotel en Skradin, bastante temprano, la temperatura era más que agradable, fresquita, diría yo.
Alegremente decidimos acercarnos a la ciudad donde tenemos nuestro siguiente hotel, Trogir, más que nada para dejar las maletas y no tener que ir todo el día cargando con ellas. A medida que pasaban los minutos... ¿qué digo minutos? los segundos, la temperatura iba aumentando, sin pausa pero sin prisa.
Primera del día... atasco, monumental atasco, para acceder a Trogir. Tengamos en cuenta que el centro antiguo de Trogir es una isla, y nosotros para llegar a nuestro hotel hemos de atravesar dicha isla, por los únicos puentes que cruzan el río, un viernes por la mañana, día de mercado... para morirse! Cruces sin semáforos, coches por la izquiera, por la derecha, por delante, por detrás y casi por arriba y por abajo!! Peatones con un concepto del riesgo y la supervivencia muy bajo, niños, señoras, motos que se cruzan... Vamos... una gozada! A todas estas, el GPS que se une a la fiesta, me hace entrar en calles sin salida, contra dirección... Por fin llegamos al hotel, estresados de la vida... menos mal que en la recepción de nuestro establecimiento son encantadores que si no... Armándonos de valor volvemos al coche para visitar Split y... oh! sorpresa! Hemos de volver a cruzar el pueblo! Armarnos de paciencia es la única solución.
Pero esta vez el trayecto no es tan traumático, puesto que todo el mundo entraba al pueblo y nosotros salíamos. Bien, la cosa iba mejor, hasta que nos vamos acercando a Split.
Es curioso como 3 días rodeados de parques naturales nos hacen olvidar el olor de la polución, menos mal que los alrededores de Split nos lo vuelven a recordar. Vamos adentrándonnos en una ciudad fea, industrial, llena de coches, sucia... qué mal va ésto...
Entre un tráfico mortal conseguimos llegar al centro y encontrar un parking. Bajamos del coche con las piernas agarrotadas por la tensión de la conducción temeraria y osada de los croatas urbanitas y dejamos que las oleadas de turistas nos arrastren hasta el núcleo histórico.
Lo más curioso de Split, y digno de verse, es que el centro histórico no es una ciudad al uso, sino que es el Palacio de Diocleciano. Me explico. En la época de los romanos un tal Diocleciano mandó hacer su palació aquí. Con los años, la caida del imperio y tal y tal el palacio se rehabilitó como ciudad. Así que cuando crees que andas por la calle, realmente estás andando por uno de los pasillos del palacio, o por una de las estancias. Es verdaderamente curioso.
Eso sí, si Diocleciano levantara la cabeza y viera su casa invadida por cientos, miles, millones de gente con pamelas, abanicos, chanclas, cámaras de fotos, taglios de pizza... se volvía a morir del susto. Hacía tiempo que yo no veía tanto turista junto, no se podía ni andar... un momento... los teutones que encontramos en el parque de Krka están aquí! Nos persiguen!
En los alrededores del palacio, un curioso y pintoresco mercado se pone cada mañana, en el que venden desde fruta y verduras a artesanía y recuerdos para los turistas. y todo esto, a 35 grados de temperatura y bajo un sol de justicia, ni una nube oye!
Lo cierto es que ha valido la pena la entrada a la ciudad, el trafico y el calor.
Tras comer y dar una vuelta por el centro, decidimos visitar las ruinas de Salona, en el pueblo de Solin, a tan sólo 5km de Split.
Vamos a dar dos definiciones para este recinto de ruinas romanas. Definición 1 según Sergio: Un p**o basurero. Definición 2 según Silvia: El infierno.
Tras varias intentonas (ahora es el GPS confabulado con la señalización de la ciudad los que deciden tenernos dando vueltas) llegamos al recinto de las ruinas. Entrando podemos ver los restos de una iglesia, bastante interesante. A partir de aquí, pagas entrada. Bueno, ya que estamos, tampoco era tanto, y decidimos pagar a Norman Bates las 20kn de la entrada. Nada más iniciar la ruta están las ruinas más interesantes. A partir de ahí todo es sufrimiento y dolor.
El recorrido, tampoco tan largo, es un sendero, campos de cultivo a la izquierda, basura a la derecha, casas, coches aparcados, hierba quemada, árboles secos... ni una sombra, a ya no sé cuantos grados de temperatura, ni los sombreros nos ayudaban, el agua que llevábamos en la mochila se convirtió en caldo... que ruina de ruinas.
Las ruinas del anfiteatro, rodeadas de basura... y de casas. ¿La gente de las casas pagará entrada para coger el coche? Si quereis verlo atravesad el pueblo y coger alguna de las calles que lleven, imposible que controlen esa entrada!!
Las otras ruinas que resultan curiosas son el teatro y el foro... desde donde vemos la ropa tendida de la señora que tiene su casa justo al lado. ¿Y las rodadas de coche?
El camino de vuelta ya fue el infierno. Subida. 4 de la tarde. Sol. Calor. Nuestra vida pasa por delante de nuestros ojos. Notamos como nos quemamos. Esto deben sentir los que se pierden en el desierto. Queda poca agua. Las gotas de sudor nos caen por todos lados. Miras los pies. Uno. Dos. Uno. Dos. ¿Un espejismo? No! Es la salida! De cabeza al bar de la entrada del recinto y durante unos minutos estamos ciegos. La luz del exterior nos impide ver a los killos del interior! Una Cola, con hielo! Da igual la Cola, trae hielo!!!!! 5 minutos y todo mejora. Decidimos irnos al coche, alejarnos de aquel infierno de basura y desorganización. Nos cruzamos con una asiática que viene de pasar el mismo sufrimiento que nosotros, se lo vemos en la cara y en la desesperación con la que pide una botella de agua fría en el bar.
Nos montamos en el coche, climantizador a tope y llegamos al hotel en Trogir. Ponemos en marcha el aire acondicionado y tras una cabezadita para despejar la cabeza del abotargamiento solar, una ducha fresca y a visitar Trogir.
En este pueblo encontramos una pequeña joya del Adriático reconocida por la Unesco. Estrechas calle empedradas, recoletas plazas, restaurantes, iglesias, una fantástica plaza central, tiendas, vida y, sobre todo, brisita.
Un paseo por el mercado y el puerto, una visita al Konzum para comprar agua y un poco de callejeo antes de cenar. Hoy, pescado. Una dorada a la brasa y un arroz negro con sepia. Después de casi morir abrasados por las llamas del infierno, qué menos que una buena cena.
Y mañana, el madrugón de la vida. Ya os contaremos!!
Km. 123
Km. Acumulados 2355
jueves, 18 de agosto de 2011
[+/-] | Día 6 - Parque Nacional de Krka |
Aquí estamos de nuevo!
Hoy hemos tenido un día bastante tranquilo, cosa rara en nosotros.
Nos hemos levantado dispuestos a visitar el Parque Nacional de Krka y sus cascadas más impresionantes, las Skradinski Buk.
Un desayuno sencillo pero correcto, pan, café con leche e higos y hacemos una parada estratégica en la Pekara (panadería) del pueblo para surtirnos de víveres para la hora de la comida, y así compramos el típico Burek, un hojaldre relleno de requesón y un rollo de brioche relleno de... algo.
Con nuestra mochila, nuestros víveres y nuestros pies nos acercamos al puerto del pueblo a comprar las entradas para ir a visitar las cascadas. Desde aquí, en unos 20 minutos, un barco te lleva hasta la entrada del parque, así que 95kn por entrada y bastante poca cola y a las 9.20 horas estamos en el recinto del parque.
Más que un parque natural, la zona donde estamos parece una mezcla entre Port Aventura y un Chikipark. Nada más entrar en el recinto del parque nos vemos rodeados de chiringuitos, merenderos, puestos de creps (que aquí se llaman Palancinka), tiendas de souvenirs y vendedores de almendras garrapiñadas e higos secos. La gente llega con sus mochilas, sus bocatas, sus toallas y los bañadores... ¿Pero esto no es un parque natural?
El caso es que tras un brevísimo camino llegamos a las cascadas. Impresionantes. Una pasarela sobre el agua indica el comienzo de la ruta de poca más de una hora en la que se rodea la Skradinski Buk. Los bien ubicados miradores te permiten ir disfrutando de cada escalón de la cascada y, al llegar a la parte superior, unas pequeñas casas que hacen las veces de museo de la vida rural en la cascada te acaban haciendo coger un serpenteante sendero de madera que atraviesa el río. La verdad es que muy bien organizado, muy limpio y... mucho guiri.
Hubo un momento en que nos sentimos rodeados y asediados por una horda de jubilados teutones. No teníamos escapatoria. Menos mal que nosotros éramos más rápidos...
En definitiva, un precioso paseo. Lo que nos ha chocado ha sido que la gente se bañaba en la poza que había debajo de la cascada, los perros paseando, la gente comiendo... ¿dónde están las normas de restricción del parque natural? De hecho, el folleto informativo del parque pone claramente un dibujito de un nadador tachado, de un perro tachado... En fin...
Dando por finalizada nuestra ruta a hora tan temprana, embarcamos rumbo a nuestro puerto, Skradin, en nuestro barco privado... porque éramos los únicos que volvíamos! Todo un barco para nosotros solos!! Qué gozada.
Al llegar a puerto !qué suerte hemos tenido! La cola para embarcar hacia el parque era kilométrica!!! Si al final no tendremos tan mala suerte como nos pensamos.
Satisfechos por nuestra decisión de madrugar para ir al parque, vamos al hotel, nos ponemos los bañadores, las chanclas, cogemos las toallas y nos dirigimos a la playa
del pueblo (sí, la del río). Un baño en las frías aguas, unos minutos de charla al sol en la orilla con unos viajeros de Vilafranca del Penedés y nos jalamos nuestros Bureks y ... lo otro que, una vez devorado, seguimos sin saber que es y de nuevo al hotel, a ponernos ropa seca y a decidir qué hacemos esta tarde pues, aunque parezca mentira, por ahora vamos visitando todo lo que nos habíamos programado.
Así que estando un poco lejos de todo y cerca de nada, decidimos acercarnos a Primosten, pueblecito amurallado ubicado en una isla que han unido a tierra firme a través de un camino y que al lado tiene un pequeña península con viñedos.
Tras 50 minutos de carretera por la costa, llegamos allí, damos un paseo por sus dos calles, una de subida y otra de bajada, llegamos hasta la iglesia y el cementerio y caminamos un poco por su puerto y... al coche. Menos de una hora. Tenemos toda la tarde por delante y poca idea de qué visitar.
Así que volvemos a dirigirnos hacia Skradin, desviándonos en nuestro camino para intentar encontrar otra entrada al Parque de Krka desde donde se pueda visitar Visovac, una pequeña isla en medio de un lago en el que se construyó un monasterio.
Tras caminos de montaña, con curvas, cada vez más estrechos, tras cruzarnos con más de un guiri despistado y tras sortear unos cruces cuya única finalidad en la vida es despistar al turista más osado, llegamos a... una preciosa playa en el lago pero que no es lo que buscamos. A punto de dar la vuelta, llegamos al final de la carretera y... oh, sorpresa! Justo delante nuestro está la isla de Visovac!! Al menos, no tan bien como habríamos querido, pero la hemos podido ver y el entorno es maravilloso.
Un poco más satisfechos, ahora sí, ponemos rumbo al hotel. Una ducha, recoger un poco la habitación y comenzar a organizar las maletas (cada vez que desembarcamos en un hotel parece que ha pasado un huracán) y nos vamos a hacer una cena temprana, ya que la comida ha sido frugal y muy pronto hasta para los cánones europeos.
Así elegimos un Konovo (taberna) con una coqueta terraza, música de ambiente, el sol de última hora de la tarde, una brisa cálida y... una avispa tocapelotas que nos acaba echando de la terraza para arrinconarnos dentro del local. Qué mala leche tienen las avispas croatas!!! Ahora más tranquilos y a salvo en el interior de la taberna nos acomodamos para degustar unos platos típicos croatas: queso dálmata, Pasticada (carne de ternera guisada con vino y ciruelas)... uff... qué llenos!
Así que tras un día inusualmente tranquilo, mañana continuamos nuestro viaje hacia el sur, cual ánades migratorias en busca de tierras más cálidas (espero que más cálidas no...qué calor hace)
Laku noc!!
Km. 102
Km. Acumulados 2232