viernes, 2 de septiembre de 2011

Día 20: de Génova a Martigues

Hola de nuevo, andarines!

Las campanas de la iglesia nos sirven hoy de despertador, las 7.30, tocan. Así que todo el mundo en pie y a buscar algún lugar donde desayunar, porque nuestro hotel no ofrece el servicio.

Justo delante, un pequeño local, capuccino y unas pastitas y a ajustar cuentas con el simpatiquísimo señor de la recepción. Qué hombre más simpático, con esa pinta de loquito encantador alabando nuestra alegría mientras se queja de la seriedad de la gente. La vida pasa -dice- y la gente siempre está seria. Qué gran filósofo.

Una vez en el coche y pagado el parking a la chica zombie de la taquilla de salida, duro golpe de realidad: la salida de Génova en hora punta. Horror. Poco menos que la muerte y la locura nos esperan en el camino de salida hacía Francia, que se nos presenta envuelta en una luz cálida ... sigue la luz!!!

Italianos, muchos italianos (qué quieres) en sus coches, empujando, colándose, sin intermitentes, cambiando de carril al más puro estilp kamikaze, ni giran la cabeza oye! Atasco. Y para más inri... un coche de bomberos, con la sirena en marcha. A organizarse en este caos para dejarla pasar... qué sufrir, pero, por suerte, salimos indemnes de tamaño infierno vial, saliendo de las llamas... para caer en las brasas.

Cómo va la autopista, de locos en coche y de camiones locos. Con una concentración absoluta en la que Aramis Fuster no es nadie comparado conmigo en materia de adivinación de movimientos intercarriláceos de nuestros amigos los espaguettinis, hacemos un alto en el pueblo de Bussana Vecchia, que fue abandonado y, más tarde rehabitado por artistas y artesanos. Un estilo a Groznjan, pero menos cuidado.

Un cafetito y un paseo por las calles empinadas y de nuevo al coche, ahora sí. Próxima parada: Éze, en territorio francés. Al poco de entrar en la autopista el tráfico se regula, los coches vuelven a tener intermitentes y la conducción se hace mucho mejor.

Así que paramos en este pequeño pueblo encaramado en la montaña, frente al mar. Es el típico pueblo todo de piedra, con un laberinto de calles bien cuidadas por el que da gusto dar un paseo descubriendo sus rincones más pintorescos.

Cómo ya azuza el hambre, un crep y un bocadillo, y hacía nuestro nuevo hotel en Martigues, un pueblo al lado de la Camargue.

Cómo nos ha pasado más de una vez en este viaje, esperábamos un pueblo no muy bonito, y nos hemos topado con un pueblo bastante grande, dividido en tres partes, con una isla enmedio, barquitos atracados en pequeños puertos, restaurantes... y de noche tiras de bombillas iluminando las calles, la luz de las farolas reflejándose en el agua... Una cucada!!

Así que hacemos el check-in en nuestro último hotel del viaje, un establecimiento sencillo, con una decoración minimalista pero cómodo, limpio y bonito y a dar un paseo por el pueblo antes de que cierre todo.

Mejillones y pasta con salmón caen para cenar, mientras observamos a través de los grandes ventanales del restaurante el movimiento lento de los pequeños barcos de pesca que se dejan mecer por el escaso oleaje que arriba al puerto mientras suena un acordeón de fondo y la luz de la luna va inundando este pueblo, repleto de bombillas.

Qué buena última noche de viaje.

Un beso.

Km. 440
Km. Acumulados 5147

1 comentario:

PAPI dijo...

Esto me da en la nariz que el viaje esta llegando a su fin.

? Pero que le vamos a hacer¿ Habra que hir pensando en el proximo.
XDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD