domingo, 10 de julio de 2011

Dominguereces y cestas de picnic: Gallinas!

Bueno amigüitos,

Ahora que el verano nos honra con la jornada intensiva en el despacho y el calor intensivo en la calle, la mejor opción es la de permanecer anclado ante el ordenador, ventilador en ristre, consumiendo la inmensidad de las horas que antes parecían segundos, cuando era el reloj el que mandaba sobre el tiempo.

El bochorno te hace recordar lugares más frescos y mejores que los actuales sin ser necesario remontarnos a tierras lejanas y recónditas.

Nuestra última dominguerez es bien sencilla. Un fin de semana de camping, en Roda de Barà. Pero eso no es lo interesante, ya conocemos todos los misterios de los campings de costa: desayunar, piscina, aperitivo, petanca, comer, siesta, café y pasta, playa, merendar, paseo, cenar, sobremesa, dormir… y así en un bucle infinito en función de los días de letargo concedidos.


Entre paseo y paseo, mi dominguerez es visitar una granja, por mi bautizada como la Granja Pirata, ya que es como aquella isla a la que no se puede llegar a no ser que ya sepas donde está.

¿Y qué tiene de especial? Una tontería que a los de ciudad nos encanta pues nos permite entrar en contacto directo con la naturaleza… tras llegar al pequeño recinto con perros y pavos reales, entras en una pequeña sala, austera, llena de cestos misteriosos y gente con acento extraño.

Es un pagés. De los pocos que quedan. ¿Y qué sorpresas guardará en sus ajadas cestas de mimbre? Asomas la nariz, poco a poco, y unos colores intensos inundan tu visión. ¿Frutas y verduras? Para esto tanto misterio. Pero recordad….somos de ciudad y en la ciudad… nadie escuchará tus quejas.

Decides aprovechar el viajecito y ahorrarte la visita al super cuando regreses a la urbe. Paseas entre los cestos y una sensación extraña comienza a apoderarse de ti… qué colores… y sin fluorescentes… ese olor…

Coges un tomate, casi con gesto reverencial, qué textura… te lo acercas a la cara y …huele a tomate!!! Te empiezas a poner nervioso… ¿qué es esto? ¿a qué extraño lugar hemos llegado? Y coges un melocotón y de repente… los recuerdos caen sobre ti con violencia. Ese olor te transporta a un verano de hace años, a un verano dulce, a tardes soleadas donde la pereza era la única actividad permitida. Hemos llegado a un pequeño paraíso donde los colores, olores y texturas están guardados dentro de cestos de mimbre. ¿Qué más podría pedir?

Un sonido extraño llega a nosotros. Su origen se encuentra al otro lado de una pesada puerta de metal. Te acercas a ella, lentamente, paso a paso… alargas la mano y con dedos temblorosos aferras la maneta de la puerta… qué fuerte olor … dudas y el miedo te paraliza durante unos segundos pero la curiosidad es más fuerte (aunque no olvidemos que mató al gato… suerte que no somos gatos).

Cierras los ojos, tiras fuertemente y con decisión y la puerta… no se abre… es corredera. Qué vergüenza! Y cómo la vergüenza es más fuerte que el miedo, abres la puerta rápidamente, preparado a hacer frente a lo que habita tras ella….

Cientos, miles de pequeños monstruos de dos patas, con garras afiladas como cuchillos y que emiten unos ruidos guturales se amontonan dentro de jaulas…sí, amigos… son … !! gallinas !!


Gallinas que, viven como nosotros, en pisos, unos encima de otros. Largos pasillos llenos de aves ponedoras que cacarean en función de su estado de ánimo, que te miran y no te ven, un humano más que pasa de largo.

Y ante semejante espectáculo comienzas a caminar entre las columnas de gallináceos, tan hipnotizado por su soniquete arrítmico, que ni las pesadas moscas que rondan el lugar parecen molestarte. Y, de repente, alguien ha puesto un cartón en tus manos y te encuentras acariciando la superficie de un huevo, aún tibio, y lo tomas entre tus manos como si se tratara de un ídolo sagrado, cómo si dentro estuviera el secreto de la eterna juventud.

Y vas paseando, recolectando pequeños milagros y colocándolos en un rugoso cartón, con cuidado, suavemente… uno… dos… tres… y los minutos pasan y parecen segundos, empleados en la búsqueda del huevo perfecto.

Y cuando abandonas la sala, con una mezcla de tristeza y satisfacción, muestras tu colección de hallazgos, henchido el pecho de orgullo ante aquellos que huyeron despavoridos ante el olor a vida y descomposición, ante la visión de tales horribles monstruos generadores de miles de momentos de placer (huevos fritos….huumm).

Ya en el coche, no puedes evitar lanzar miradas desconfiadas a las estériles bolsas de plástico donde han guardado tus tesoros. Miras, remiras y vuelves a mirar para cerciorarte que los colores, los olores y las texturas no han desaparecido al cruzar las puertas del templo ecológico donde los has encontrado. Y sonríes… continuan ahí.

De vuelta a la rutina, a la ciudad, la pátina gris vuelve a cubrir todo lo que nos rodea. Trabajo, limpieza... Toca hacer la cena. Despistada, abstraída en tus pensamientos, abres la nevera y, sin mirar, coges dos huevos. Cenaremos tortilla. El color es extraño… pero casi no lo percibes. A la sartén. Vuelta con el tenedor. Et Voilà, la tortilla francesa. Te sientas en el sofá, con el plato en una mano y el mando a distancia en la otra. Acercas el tenedor lentamente mientras cambias de canal, cortas la tortilla y te la metes en la boca sin pensar y, de repente…una explosión de sabor inunda tu boca!

Y así es como una persona de ciudad aprendió a que sabe un huevo de verdad.

4 comentarios:

Muerte Destructora de Mundos dijo...

Me pasó algo similar.

Una de mis tías tiene gallinas. Seis gallinas dan huevos para toda una familia (menos mal que nos comemos los fetos que cagan, si no, seríamos devorados por estos bichos con plumas).

Mi tía me da media docena de huevos (¡blancos! como los de antes) y yo, los cojo de la nevera.
En eso que vas a abrir uno y le das el toquecito para que se rompa... y no se rompe... un poco mas fuerte... y no. Ya con miedo le das mas fuerte mientras piensas "¿¿De que demonios se alimentan estas gallinas?? ¿De la valla metálica que las rodea?". Logras abrir el huevo y ¡sorpresa!: ¡la yema es más amarilla que naranja! Son huevos raros pero reflexionas y decides pensar que éstos no son los raros, los raros son los del mercadona.

PD: La tortilla es más buena, for suposting.

Papi dijo...

VALE SEGURO QUE SI ESTUVIERAMOS EN EL TUNEL DE LOS HORRORES, EN VEZ DE GALLINACEAS ,SERIAN DRAGONES,ATADOS A UNA CADENA, PARA QUE AL PASAR POR SU LADO NO TE COMA. SEGURO QUE ESOS PEQUEÑOS ANIMALES , NI PROTESTABAN CUANDO LES ROBABAS SU PEQUEÑO TESORO DEL MISMISIMO. ?QUE SIMPATICA¿

los Truskys dijo...

Protestar no... pero alguna me miraba mal... y con los picos que tenían...

crowny dijo...

De gallinas, gallos, gallitos, huevos, huevas y huevones se habla mas que se come, se siente, se escribe o se describe, como nos cuenta la urbanita dominguera; pero la cuestión que mas preocupa es saber cuándo se pasa un huevo. Facil, al decir de Simone Ortega: cojed el oval, posadlo en cazo con agua, y si flota...
Se lo dais a la suegra!