sábado, 5 de mayo de 2012

Dia 2 - Pongamos que hablo de Madrid....

Implacable, despiadado y vil, el despertador hace puntualmente su trabajo. Nos asomamos a la ventana y una neblina cubre el pueblo. A pesar de las ganas de volverse a la cama reorganizamos las maletas, damos buena cuenta del desayuno del hotel y ponemos rumbo a nuestro destino final: Madrid.

En nuestro avanzar nos acompañan las nubes, la lluvia y la nieve (sí, nieve, sí) y, por fin, la gran urbe y su capa de contaminación. Primer punto a favor del hotel, estar en las afueras, por lo tanto gracias al Tonto que nos acompaña siempre en nuestros viajes en menos de 5 minutos estamos ante la puerta de lo que será nuestra casa durante los próximos días. El hotel Maydrit de 4 estrellas, en un barrio del extrarradio, en una zona de “nueva” construcción, con poco de todo. De entrada podría resultar desalentador pero poco a poco sólo vamos viendo ventajas. Fácil acceso desde la autovía, zona silenciosa, sitio para aparcar en la calle, el metro a una manzana… Sí, es cierto, para llegar al centro hay que emplear media hora en el metro pero… ¿acaso no lo hacemos cada día para ir al centro de Barcelona? Además, como es principio de línea… ¡seguro que te sientas! Y es la línea de metro que lleva a la Gran Vía, a Callao, a Opera… muy bien, ¿no? El hotel en si es moderno, cómodo, cálido, con grandes habitaciones, grandes duchas y grandes baños. ¡Qué gozada! La única pega… el desayuno no está incluido y es caro (13 euros) pero a una manzana hay una cafetería, así que… lo dicho… hemos quedado encantados con él.

Una vez dejamos las maletas empieza nuestra exploración de la capital del imperio. En el trayecto de metro planes, planos y rutas. Vamos un poco al tun tun, para qué negarlo, pero yo ya conozco Madrid y la intención es hacer un turismo callejero, nada encorsetado. Y allá vamos. Callejeando.


Nos bajamos en Gran Vía, calle de teatros y tiendas, esperando encontrarnos con algún famoso, pero o vamos mu despistados o ellos no salen a la calle. Camino adelante llegamos a Callao donde es de rigor la foto al cartel de Schweppes (gracias señor De la Iglesia). Y como buenos guiris, nos adentramos en la abarrotadísima calle Preciados, dirección Puerta del Sol. Aquí el oso con el madroño, allí el carillón donde Ramon García da las uvas embutido en su capa castellana, allí el kilómetro cero, allá las señoras de moral distraída de la calle Montera… todo parece salido de una canción de Sabina. Eso sí, han robado el cartel del Tío Pepe, una lástima pues la plaza ha perdido un poco de su espíritu castizo sin la botella aflamencada vigilando, atenta y salerosa, los movimientos de los viandantes.

Esquivando guiris y manguis decidimos ir a la Plaza de Oriente. ¡Pero qué de gente en todos lados! Aquí la Ópera, más bonita por un lado que por el otro, para qué engañarnos.  Lo que es curioso es que un mismo jardín tiene dos nombres, uno para cada parte! Entonces el apelotonamiento en el mapa se hace agobiante. En frente, el Palacio Real, grande, blanco y.. palaciego! Con una gran cola en la puerta. Mirándole, con pinta un poco aburrida, la Almudena, con su cúpula ultracolorida. Parados en medio, a un lado el poder eclesiástico, al otro el monárquico, por nuestra mente pasan desfiles militares, bodas reales y paparazzis a tope. Tanto verlo por la tele, parece que ya lo conozcas!!!!

Intentando demostrar mi vasto conocimiento de la ciudad, recomiendo un lugar donde ir a comer, temiendo en mis adentros que no sea bien aceptado. Pero al llegar a la puerta y ver cola se confirma la certeza de que ha de merecer la pena. Y vaya si lo hace. Almendro 13 es uno de los 10 mejores bares de todo Madrid y sus huevos rotos no tienen desperdicio. Qué cosa más buena y más sencilla. Para acompañar, una rosquita de pringá. Aunque notas el colesterol bajar por tus venas con cada bocado el cerebro ya se encarga de anular los remordimientos. ¿Por qué todo lo que engorda estará tan bueno?

Bien llenos, y con la suerte de ver cómo granizaba desde la ventana, retomamos la ruta, paseamos un rato por el barrio de la Latina (al que, lo siento mucho, no le vemos nada especial) y vamos hacia el Mercado de San Miguel, una monada de lugar. Más que un mercado, algo así como un punto de reunión social donde degustar delicatessens en medio de una vorágine de gente que va y viene, platillos que suben y copas que bajan. El único inconveniente que encontramos hoy es su abarrotamiento, pero un paseo ojeando paradetas no nos lo quita nadie!

A un tiro de piedra está la Plaza Mayor, con su caballo y sus cojones, sus terrazas y miles… qué digo miles! Millones de turistas! La verdad es que una plaza preciosa que me recuerda a mi tan querida Plaza Real, pero en un poco más grande y sin palmeras. Cogemos una de las múltiples calles que abandonan la plaza y llegamos a la Calle de Alcalá (con la falda almidonáa…. No puedo evitarlo… lo siento). Un paseo entre ministerios merece la pena por descubrir los bonitos edificios que encontramos, por ejemplo el de Metrópolis y el Edificio de Telecomunicaciones. No hay que olvidar que cerca del Metrópolis, en el terrado de uno de los bloques, está la cuadriga de caballos que nos acompañó en la Comunidad (de nuevo gracias por esa película, Álex).

De ahí, a la Cibeles, pobre, tan rodeada de tráfico, tan mutilada por los hooligans…y un poco más allá, a Neptuno, también aislado del mundo por varios carriles de asfalto. Qué poco respeto por los dioses en esta ciudad… Sintiéndonos tan guiris en nuestra ruta, el turisteo nos lleva a otro punto de visita… los leones del Congreso. El Congreso da igual… todo el mundo se hace la foto con los leones, que es lo importante. Pero no te puedes subir! Ni tocarlos! Ni acercarte… está vallados, protegidos del mundo de a pie… qué buena representación de lo que el edificio guarda en su interior…

Cansados del politiqueo decidimos explorar el lado más literario de la ciudad y nuestros pasos nos llevan al Barrio de las Letras. Puedo decir que ha sido nuestro lugar preferido en este viaje. Es un barrio pequeño, con tiendas de toda la vida, restaurantes y cafeterías. Pero tiene un no sé qué que qué se yo. Versos escritos en el suelo van acompañándonos en nuestro caminar, y sin darnos cuenta, llegamos a la Plaza de Santa Ana. Un Federico García Lorca cuida de un rincón lleno de vida, de terrazas, mientras vigila las obras que ponen en el teatro, esperando sean de su agrado. Aquí encontramos una plaza que, sin ser la más  bonita de Madrid, lucha por ser conservada en nuestra memoria y, por qué no, en nuestros corazones.

De ahí en un momento, a la pequeña plaza Canalejas donde está la famosa tienda de las Violetas Imperiales, pequeños caramelos que están de vicio! Nos paramos en un rincón para mirar el mapa… parece que hemos caminado bastante… volvemos a la Gran Vía y, como cae la tarde, vamos al barrio de Malasaña, para ver qué tal va el ambiente. Y el ambiente va mal… vamos, que no hay. Queremos achacarlo a que es Semana Santa, tiendas cerradas, gente cerrada… la verdad es que atravesamos sin mucha alegría un barrio que no tiene nada (esperamos estar equivocados y que por la noche sea la bomba pues aquí se inició la movida madrileña!).

Así que un poco decepcionados llegamos a la Plaza de España. Cómo ha salido un poco el sol la gente se ha vuelto loca y los bancos están repletos de jóvenes haciendo botellón, chino hablando extraño y projectos de emo jugando con sus Dolfis. Una pequeña feria de artesanía ocupa el centro de la plaza y damos una vuelta, para romper con tanto monumento y tanta piedra.  Al otro lado de la feria Don Quijote, seguido de cerca por su fiel escudero, vigilan por si viene algún gigante a molestar, pero no parece que tenga mucho más trabajo que el de soportar a los cansinos que quieren subirse a su caballo. Ains! El día que se harte…
 Ya un poquito cansados, y con una imperiosa necesidad de reorganizar nuestras visitas turísticas, optamos por hacer una cena temprana y retirarnos al hotel a descansar, así que todo felicidad nos volvemos de nuevo al centro, hola de nuevo Puerta del Sol y nos dirigimos a un lugar que hemos visto con anterioridad donde, según afirman “tienen los mejores calamares!!”. “Viva el bocata de calamares!” – vamos pensado todo contentos hasta que llegamos al bar y… calamares no sé si tendrán, pero gente… toda la del mundo!!!!! Ni que los regalaran!!! Así que con la cabeza un poco gacha, dejamos a nuestros tentaculosos amigos para mañana y deambulamos en busca de un lugar para cenar.


Y cómo no hay mal que por bien no venga, y de pura casualidad, damos con un lugar de los que nos gustan a nosotros, el Tommy Mel’s, American Dinner!! Bieeeen! Hamburguesa!!! Y a pesar de la cola, la lista de espera, los grupúsculos de semi-adolescentes y las chonis de ciudad, tenemos que admitir que es una de las mejores hamburguesas que hemos comido. Qué ricas! Así que más animados (cómo es posible que la comida siempre nos anime… qué gordis somos…) nos metemos en el metropolitano con nuestra mini-tarjeta de metro (que por cierto, como escribo con un poco de retraso….acaban de meter el subidón de la vida en el precio… de 8-9 euros que pagamos nosotros por la de 10 viajes ha subido a 12!) y en un ratico al hotel, todo dispuestos a mirar fotos, escribir blogs, preparar rutaaaasssszzzzzzz….

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