Estamos en marzo. Atrás han quedado ya los días más fríos
del invierno. Un día de sol hace que nos lancemos a la calle cual lagartos y
andurreemos por las calles con los ojos semicerrados y la cara alzada al
cielo para absorber los rayos solares que calientan nuestros blanquecinos
pellejos. Los jerséis se van quedando al fondo del armario y las rebequitas
abogan por salir.
Las flores florecen poco a poco, señal inequívoca de que la
primavera se acerca implacable con sus alergias, su alegría y su alteración
sanguínea y las terrazas de los bares comienzan a despertar de su largo periodo
de hibernación y emergen perezosamente del fondo de los almacenes.
Y con esta explosión de vida llega lo que da el pistoletazo
de salida, lo que abre la veda al calor y al buen tiempo. Una llamada a la
tradición, a los eventos sociales y a las reuniones en familia. Un oda a las
dominguereces y a las cestas de pícnic, lo más de las familias numerosas y las
collas de colegas…. llega… el tiempo de las calçotadas!
Todo el invierno han estado bajo tierra esperando su
momento, aguardando para invadir la vida de miles de personajillos anhelantes
de sol y buen tiempo, de tirantes, de cervecita y olivitas, ansiosos de barbacoas….
Los demoniacos calçots esperan pacientemente su hora y cuando ven que la
humanidad está en su momento más bajo, agobiados de lluvias y de abrigos,
comienzan su invasión. Emergen orgullosos de las entrañas de la tierra luciendo
todo su verdor y
jugosidad, tentando al hombre que lo observa cada día con mimo hasta que un día
dice la fatídica frase: “los calçots están listos”.
En ese momento todo el mundo enloquece. Cientos de mensajes
arriba y abajo, cálculos, cábalas, cuadraturas de calendarios y consultas
meteorológicas. Las verdulerías se convierten en el nuevo Corte Inglés en
rebajas. Sólo ves calçots. Calçots de Valls, calçots de agricultura ecológica,
los calçots que planta mi tía, los grandes, los pequeños, los sucios, los limpios,
con raíces, en teja, a manojos, a cientos, a miles!!!!! Dónde están el resto
del año?? De donde sale tanta cebolleta!!!?????
No importa de dónde venga, de la huerta o del mismísimo
infierno. Lo importante es tenerlos en tu poder y anunciarlo a los cuatro
vientos a familiares, amigos y vecinos. Ya tenemos calçots!
Una semana antes todo el universo sabe que vas de calçotada.
¿Hará frío? ¿Quién no come calçots? ¿Quién lleva la salsa? ¿Quién compra la
carne? Una red organizativa que ya quisiera para sí el FBI cubre todos los
aspectos de una salida preparada por profesionales del dominguereo. Los
sicarios de la cebolleta.
Y llega el gran día. Te levantas temprano y coges la lista
que has estado preparando toda la semana. En vez de ir a pasar el día fuera para
que te mudas de casa,
pero da igual!!! Todo vale la pena cuando el vecino te pregunta ¿adónde vas tan
cargao? y tú respondes lleno de orgullo “de calçotada con la familia”. Y sales
del portal saludando a la gente como si fueras la reina de Inglaterra honrando
a la plebe, con el rollo de cocina, la botella de aceite y la baraja española
metidos en una caja. Con el chándal y las bambas, la gorra, las gafas de sol,
la crema, la chaqueta para cuando refresque y los tirantes por si el Lorenzo
pega mucho, metes en el coche los bártulos, los niños, la suegra y anuncias….ya
salimos!
Cuando llegas al punto de encuentro se desata la fiebre. Un
embotellamiento de coches señala el punto exacto del merendero y aparcar se convierte en la
primera odisea. “Que todo el mundo se agarre” dice el conductor. Y se lanza
hacia los baches esquivando pinos y señores con neveras portátiles, como si al
fondo estuviera la meta del Dakar. Donde cabe un coche se meten tres y una
moto…ya verás cuando haya que salir. Pero eso ahora no importa! Se abren
maleteros y empiezan a salir cajas de calçots, blisters de butifarras, bolsas
de patatas y botes de aceitunas. La nevera con las bebidas, los manteles de
papel, los rollos de cocina, bolsas de fruta y yogures para los niños, la
sombrilla, la pelota, el periódico, los platos de plástico, el porrón y la
bota, el termo de café y el de leche, la bandejita de pastas, sal, azúcar y
pimienta, el bote de la salsa, los ingredientes pal all-i-oli, el pan de
pagès…. Vamos, el set básico.
Mientras
una parte de los presentes preparan lo que será el segundodesayuno/aperitivo/somosgordosycomemos
la otra parte del grupo, normalmente los hombres, se lanzan a la caza de ese
bien tan preciado y tan escaso en los merenderos españoles. La barbacoa. Un
cálculo rápido. No hay suficientes barbacoas para tanto dominguero. Durante un
segundo el tiempo se detiene. El experto cazador analiza a los otros
grupúsculos de aguerridos guerreros. La tensión se puede cortar con un
cuchillo. Con la leña en una mano y la parrilla en la otra los grupos se retan
en silencio. Hasta los mismos dioses observan el duelo. Un pájaro vuela. El
viento seca las gotas de sudor. Una pelota rebota. Y como guiados por William
Wallace los hombres se lanzan a la conquista del territorio barbacoil. Los más
osados lo logran y a los más lentos sólo les queda pedir tanda a los vencedores
y retirarse, humillados, a la seguridad de su grupo para recibir la soberana
bronca de los que allí les aguardan.
El momento
de hacer el fuego es uno de los puntos álgidos de toda calçotada. Aquí es
cuando se nota la experiencia. Ves que llega un señor, con sus guantes, y como
si fuera un neurocirujano pide paso. Un pasillo se abre y sólo queda él y el
montón de leña. Tres hábiles maniobras y aparecen unas llamaradas que ya
quisiera para si el Vesubio. Miradas de admiración de los novatos que se asombran
de lo fácil que es esto. Deciden emular la gesta del experimentado caballero y
se hinchan en su orgullo, como pavos reales jóvenes chuleándose de los más
veteranos, cogen la leña, la colocan, el papel de diario, todo en su sitio,
bien puesto y… 1 hora después piden al experto que les encienda el fuego. Por favor.
Llega el
momento cumbre. Hay que actuar rápida y eficazmente. Los calçots se hacen con
llama viva. Se colocan en la parrilla en tiempo récord y al fuego. Que no
queden quemados ni poco hechos. Un experto titulado debe darle la vuelta a la
parrilla para no perder ninguna cebolla por el camino. Al grito de…!Qué voy! cómo
si de los boxes de Ferrari se tratara, 4 personas rodean la parrilla: el que la
sostiene firmemente, el que afloja la arandela para abrirla y 2 más, uno a cada
lado, con tres hojas de papel de periódico (no dos ni cuatro, tres) preparados
para agarrar los churruscados calçots con la técnica Mari Carmen, envolverlos y
guardarlos en una caja para mantener el calor. Se vuelve a cargar la parrilla y
se repite la operación. 20 segundos en descargar y cargar. Todo cronometrado!
Para hacer esto sólo valen los mejores. La zona parece una factoría. Las parrillas
están al rojo vivo. Los calçots entran y salen a una velocidad de infarto. El
ambiente se llena de humo y los botes de romesco empiezan a abrirse.
Y una
vez hechos los miles de calçots hay que seguir el orden natural de las
barbacoas. Ahora toca…..la caaaaarrneeee! Aquí también es preciso contar con la
ayuda de un ingeniero en Barbacoísmo avanzado. Como dice el refrán, salimos de
las llamas para caer en las brasas. Primero lo que más tarda en hacerse, pero
al fondo, claro, delante lo más finico, lo que tiene más grasa al final, que
aviva llama, mientras en papel de aluminio unas patatas se cuecen en el fondo
de ese infierno de sabor! Y para acabar, el pan. Vas colocando las rebanadas de
pan bien ordenaditas sobre la parrilla y se van tostando mientras la tripas ya
rugen ante tanta carne que pasa, calçots que van y pan que se dora. Sacas del
fuego las últimas rebanadas medio blancas porque ya no aguantas más el ansia de
comer.
Todo el
mundo está sentado a la mesa, con cara de hambre, de no haber comido en 3 días (véase
que aún quedan restos del segundodesayuno/aperitivo/somosgordosycomemos encima
de la mesa). Se hace un momento de silencio y se abre la veda. Salen de la caja
millones de calçots envueltos en las noticias internacionales del día anterior.
Empiezan las típicas fotos a lo V con la salsa romesco chorreando de un calçot
humeante. Las manos negras de ceniza lo van pringando todo. Un despistado acaba
con la cara tiznada mientras otro se ríe y se cae del asiento. El porrón va de
mano en mano. Uno no muy ducho en el arte del beber a gallote intenta marcarse
un tanto sin mancharse demasiado y el de al lado le hace cosquillas para que se
atragante (claro, el que acaba duchado es el de delante). Hay un listo que se
ha puesto babero para no mancharse pero se mancha igual. Las bandejas de carne
van de mano en mano. La gente se pelea por el trozo más blanco o por el más
tostado o por media butifarra. El pan vuela mojado en all-i-oli, untado con
tomate o en una improvisada tostada de morcilla. Todo vale! Estamos en el
campo!!!
Cuando
la mesa queda arrasada del fondo de mil bolsos aparecen postres varios, termos
de café, de leche, de carajillo y bandejas de pastas, bizcochos y chocolatinas.
Los niños juegan y corren y se llenan de polvo, de barro y de vete a saber qué.
Están asalvajados. Tras el esfuerzo, algunos adultos entran en una especie de
abotargamiento y los bancos de piedra se convierten en improvisadas camas y las
barrigas al aire reciben el tibio sol de final del invierno. Las siestas hacen
su entrada triunfal. Algunos otros sacan las cartas y juegan al remigio, otros
cotillean, otros leen el Hola y otros no hacen nada.
Poco a
poco el sol cae por detrás la montaña y todo el mundo se reactiva. Uis que
fresco!! Los brazos se tapan, las barrigas se cubren, las bolsas de basura
aparecen, los repartos se llevan a cabo y se hacen las cuentas de la vieja. Se recogen
los bártulos y de nuevo al coche.
Estás
agotado. Te duele la tripa de tanto comer. Apestas a humo. El sol te ha
churruscado la nuca. Te haces pis pero había mucha cola en el único baño del
merendero. Te escuecen los ojos porque te ha entrado ceniza. Llevas la ropa
blanca del polvo. Te has quemado la lengua con el liquidillo del calçot. Tienes
la rodilla rascada por culpa de la mesa de obra. Has cogido frío porque te
dejaste la chaqueta en el coche. Se te ha torcido el tobillo porque has pisado
mal una piedra y tienes un chichón en la cabeza por no ver una rama de árbol. Se
ha pasado el domingo y mañana toca ir a trabajar. Las barbacoas son agotadoras.
Pero miremos el lado bueno…. Ya no hay más calçots hasta el año que viene…
Espera…que me llega un mensaje.
El
domingo que viene… Calçotada!!!!!
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