martes, 11 de marzo de 2014

Dominguereces y cestas de pícnic: Tiempo de calçots

Estamos en marzo. Atrás han quedado ya los días más fríos del invierno. Un día de sol hace que nos lancemos a la calle cual lagartos y andurreemos por las calles con los ojos semicerrados y  la cara alzada al cielo para absorber los rayos solares que calientan nuestros blanquecinos pellejos. Los jerséis se van quedando al fondo del armario y las rebequitas abogan por salir.
 
 
Las flores florecen poco a poco, señal inequívoca de que la primavera se acerca implacable con sus alergias, su alegría y su alteración sanguínea y las terrazas de los bares comienzan a despertar de su largo periodo de hibernación y emergen perezosamente del fondo de los almacenes.
 
 
Y con esta explosión de vida llega lo que da el pistoletazo de salida, lo que abre la veda al calor y al buen tiempo. Una llamada a la tradición, a los eventos sociales y a las reuniones en familia. Un oda a las dominguereces y a las cestas de pícnic, lo más de las familias numerosas y las collas de colegas…. llega… el tiempo de las calçotadas!
 
 
Todo el invierno han estado bajo tierra esperando su momento, aguardando para invadir la vida de miles de personajillos anhelantes de sol y buen tiempo, de tirantes, de cervecita y olivitas, ansiosos de barbacoas…. Los demoniacos calçots esperan pacientemente su hora y cuando ven que la humanidad está en su momento más bajo, agobiados de lluvias y de abrigos, comienzan su invasión. Emergen orgullosos de las entrañas de la tierra luciendo todo su verdor y jugosidad, tentando al hombre que lo observa cada día con mimo hasta que un día dice la fatídica frase: “los calçots están listos”.
 
 
En ese momento todo el mundo enloquece. Cientos de mensajes arriba y abajo, cálculos, cábalas, cuadraturas de calendarios y consultas meteorológicas. Las verdulerías se convierten en el nuevo Corte Inglés en rebajas. Sólo ves calçots. Calçots de Valls, calçots de agricultura ecológica, los calçots que planta mi tía, los grandes, los pequeños, los sucios, los limpios, con raíces, en teja, a manojos, a cientos, a miles!!!!! Dónde están el resto del año?? De donde sale tanta cebolleta!!!?????
 
 
No importa de dónde venga, de la huerta o del mismísimo infierno. Lo importante es tenerlos en tu poder y anunciarlo a los cuatro vientos a familiares, amigos y vecinos. Ya tenemos calçots!
 
 
Una semana antes todo el universo sabe que vas de calçotada. ¿Hará frío? ¿Quién no come calçots? ¿Quién lleva la salsa? ¿Quién compra la carne? Una red organizativa que ya quisiera para sí el FBI cubre todos los aspectos de una salida preparada por profesionales del dominguereo.  Los sicarios de la cebolleta.
 
 
Y llega el gran día. Te levantas temprano y coges la lista que has estado preparando toda la semana. En vez de ir a pasar el día fuera para que te mudas de casa, pero da igual!!! Todo vale la pena cuando el vecino te pregunta ¿adónde vas tan cargao? y tú respondes lleno de orgullo “de calçotada con la familia”. Y sales del portal saludando a la gente como si fueras la reina de Inglaterra honrando a la plebe, con el rollo de cocina, la botella de aceite y la baraja española metidos en una caja. Con el chándal y las bambas, la gorra, las gafas de sol, la crema, la chaqueta para cuando refresque y los tirantes por si el Lorenzo pega mucho, metes en el coche los bártulos, los niños, la suegra y anuncias….ya salimos!
 
 
Cuando llegas al punto de encuentro se desata la fiebre. Un embotellamiento de coches señala el punto exacto del  merendero y aparcar se convierte en la primera odisea. “Que todo el mundo se agarre” dice el conductor. Y se lanza hacia los baches esquivando pinos y señores con neveras portátiles, como si al fondo estuviera la meta del Dakar. Donde cabe un coche se meten tres y una moto…ya verás cuando haya que salir. Pero eso ahora no importa! Se abren maleteros y empiezan a salir cajas de calçots, blisters de butifarras, bolsas de patatas y botes de aceitunas. La nevera con las bebidas, los manteles de papel, los rollos de cocina, bolsas de fruta y yogures para los niños, la sombrilla, la pelota, el periódico, los platos de plástico, el porrón y la bota, el termo de café y el de leche, la bandejita de pastas, sal, azúcar y pimienta, el bote de la salsa, los ingredientes pal all-i-oli, el pan de pagès…. Vamos, el set básico.
 
 
Mientras una parte de los presentes preparan lo que será el segundodesayuno/aperitivo/somosgordosycomemos la otra parte del grupo, normalmente los hombres, se lanzan a la caza de ese bien tan preciado y tan escaso en los merenderos españoles. La barbacoa. Un cálculo rápido. No hay suficientes barbacoas para tanto dominguero. Durante un segundo el tiempo se detiene. El experto cazador analiza a los otros grupúsculos de aguerridos guerreros. La tensión se puede cortar con un cuchillo. Con la leña en una mano y la parrilla en la otra los grupos se retan en silencio. Hasta los mismos dioses observan el duelo. Un pájaro vuela. El viento seca las gotas de sudor. Una pelota rebota. Y como guiados por William Wallace los hombres se lanzan a la conquista del territorio barbacoil. Los más osados lo logran y a los más lentos sólo les queda pedir tanda a los vencedores y retirarse, humillados, a la seguridad de su grupo para recibir la soberana bronca de los que allí les aguardan.

El momento de hacer el fuego es uno de los puntos álgidos de toda calçotada. Aquí es cuando se nota la experiencia. Ves que llega un señor, con sus guantes, y como si fuera un neurocirujano pide paso. Un pasillo se abre y sólo queda él y el montón de leña. Tres hábiles maniobras y aparecen unas llamaradas que ya quisiera para si el Vesubio. Miradas de admiración de los novatos que se asombran de lo fácil que es esto. Deciden emular la gesta del experimentado caballero y se hinchan en su orgullo, como pavos reales jóvenes chuleándose de los más veteranos, cogen la leña, la colocan, el papel de diario, todo en su sitio, bien puesto y… 1 hora después piden al experto que les encienda el fuego. Por favor.
 
Llega el momento cumbre. Hay que actuar rápida y eficazmente. Los calçots se hacen con llama viva. Se colocan en la parrilla en tiempo récord y al fuego. Que no queden quemados ni poco hechos. Un experto titulado debe darle la vuelta a la parrilla para no perder ninguna cebolla por el camino. Al grito de…!Qué voy! cómo si de los boxes de Ferrari se tratara, 4 personas rodean la parrilla: el que la sostiene firmemente, el que afloja la arandela para abrirla y 2 más, uno a cada lado, con tres hojas de papel de periódico (no dos ni cuatro, tres) preparados para agarrar los churruscados calçots con la técnica Mari Carmen, envolverlos y guardarlos en una caja para mantener el calor. Se vuelve a cargar la parrilla y se repite la operación. 20 segundos en descargar y cargar. Todo cronometrado! Para hacer esto sólo valen los mejores. La zona parece una factoría. Las parrillas están al rojo vivo. Los calçots entran y salen a una velocidad de infarto. El ambiente se llena de humo y los botes de romesco empiezan a abrirse.
 

Y una vez hechos los miles de calçots hay que seguir el orden natural de las barbacoas. Ahora toca…..la caaaaarrneeee! Aquí también es preciso contar con la ayuda de un ingeniero en Barbacoísmo avanzado. Como dice el refrán, salimos de las llamas para caer en las brasas. Primero lo que más tarda en hacerse, pero al fondo, claro, delante lo más finico, lo que tiene más grasa al final, que aviva llama, mientras en papel de aluminio unas patatas se cuecen en el fondo de ese infierno de sabor! Y para acabar, el pan. Vas colocando las rebanadas de pan bien ordenaditas sobre la parrilla y se van tostando mientras la tripas ya rugen ante tanta carne que pasa, calçots que van y pan que se dora. Sacas del fuego las últimas rebanadas medio blancas porque ya no aguantas más el ansia de comer.
 
Todo el mundo está sentado a la mesa, con cara de hambre, de no haber comido en 3 días (véase que aún quedan restos del segundodesayuno/aperitivo/somosgordosycomemos encima de la mesa). Se hace un momento de silencio y se abre la veda. Salen de la caja millones de calçots envueltos en las noticias internacionales del día anterior. Empiezan las típicas fotos a lo V con la salsa romesco chorreando de un calçot humeante. Las manos negras de ceniza lo van pringando todo. Un despistado acaba con la cara tiznada mientras otro se ríe y se cae del asiento. El porrón va de mano en mano. Uno no muy ducho en el arte del beber a gallote intenta marcarse un tanto sin mancharse demasiado y el de al lado le hace cosquillas para que se atragante (claro, el que acaba duchado es el de delante). Hay un listo que se ha puesto babero para no mancharse pero se mancha igual. Las bandejas de carne van de mano en mano. La gente se pelea por el trozo más blanco o por el más tostado o por media butifarra. El pan vuela mojado en all-i-oli, untado con tomate o en una improvisada tostada de morcilla. Todo vale! Estamos en el campo!!!
 
Cuando la mesa queda arrasada del fondo de mil bolsos aparecen postres varios, termos de café, de leche, de carajillo y bandejas de pastas, bizcochos y chocolatinas. Los niños juegan y corren y se llenan de polvo, de barro y de vete a saber qué. Están asalvajados. Tras el esfuerzo, algunos adultos entran en una especie de abotargamiento y los bancos de piedra se convierten en improvisadas camas y las barrigas al aire reciben el tibio sol de final del invierno. Las siestas hacen su entrada triunfal. Algunos otros sacan las cartas y juegan al remigio, otros cotillean, otros leen el Hola y otros no hacen nada.
 
 
 
Poco a poco el sol cae por detrás la montaña y todo el mundo se reactiva. Uis que fresco!! Los brazos se tapan, las barrigas se cubren, las bolsas de basura aparecen, los repartos se llevan a cabo y se hacen las cuentas de la vieja. Se recogen los bártulos y de nuevo al coche.
 
Estás agotado. Te duele la tripa de tanto comer. Apestas a humo. El sol te ha churruscado la nuca. Te haces pis pero había mucha cola en el único baño del merendero. Te escuecen los ojos porque te ha entrado ceniza. Llevas la ropa blanca del polvo. Te has quemado la lengua con el liquidillo del calçot. Tienes la rodilla rascada por culpa de la mesa de obra. Has cogido frío porque te dejaste la chaqueta en el coche. Se te ha torcido el tobillo porque has pisado mal una piedra y tienes un chichón en la cabeza por no ver una rama de árbol. Se ha pasado el domingo y mañana toca ir a trabajar. Las barbacoas son agotadoras. Pero miremos el lado bueno…. Ya no hay más calçots hasta el año que viene… Espera…que me llega un mensaje.
 
El domingo que viene… Calçotada!!!!!

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