lunes, 23 de junio de 2014

Descubriendo las Highlands - Parte 1

Días 1 y 2 – Edimburgo: Historia de una llegada y una visita

Tras un año bastante tortuoso y un agosto bastante chunguillo llegó el momento. Una semana de vacaciones perdida en septiembre que esperábamos como agua de mayo. Necesitamos salir, respirar profundo y llenar nuestros pulmones con un poquito de libertad y aire puro. Y que mejor sitio para hacerlo que Escocia…

La preparación del viaje fue un poco laboriosa pues, sin saber aún muy bien porque, los hoteles, albergues y bed and breakfasts estaban a rebosar. Hay que tener en cuenta que durante el mes de agosto se celebran los Highland Games por todo el país y en Edimburgo tiene lugar un importantísimo festival. Pero ya pasado tanto acontecimiento y metiéndonos en el mes más lluvioso del año en territorio escocés es curiosa la cantidad de turismo que hay.

Unas semanas antes cambiamos unos euros a libras esterlinas (por eso de llevar algo de dinero en efectivo), localizamos los pasaportes (por eso de llevar otro documento por si te roban la cartera con el dni), nos agenciamos unas chaquetas impermeables (por eso de la lluvia) y preparamos nuestro gps para las islas británicas (por eso de…ay mare…).

Salir de trabajar, acabar de guardar las cosas, maletas en ristre, al coche, al aeropuerto y ya estamos en el avión. Medio dormitando las 3 horas de vuelo se pasan rápidas y al abrir los ojos ya estamos en Escocia. Llegamos de noche, a las 23h y, cómo no, llueve. En tres horas hemos pasado de casi 30 grados a 15 y las chaquetas salen disparadas de las maletas. 

Pillamos al vuelo el autobús de dos plantas con free wifi que nos lleva al centro de Edimburgo, el número 100. Bajamos en la última parada Waverly y en menos de 3 minutos llegamos a nuestro albergue. Primer contacto con el acento escocés. Fail. Con la seguridad de quien todo lo entiende hacemos el check in sin haber sido capaces de entender una frase entera. Y así pasa lo que pasa. Por suerte entendemos lo más importante, puesto que nuestra habitación, al ser privada, estaba en otro edificio y en otra calle. Así que, sin comerlo ni beberlo nos plantamos en la Royal Mile, la principal calle de Edimburgo, intentado abrir la puerta de nuestro edificio. Claro… como hay 4 llaves y no hemos entendido cual abre la puerta pues aquí estamos. Bajo la lluvia probando llaves, como en los concursos de la tele y cuando damos con la llave correcta, llega el primer ataque de risa. La puerta, de medida normal, está verticalmente partida en dos y sólo se abre la mitad, así que topamos con algunos problemas para entrar el equipaje. Una estrecha escalera nos da la bienvenida y tras intentar allanar una morada que no nos correspondía damos con nuestro apartamento y la llave que lo abre. La estructura es la de un piso con dos habitaciones privadas que comparten baño y cocina. Por fin, la última puerta nos separa de la cama. Parece que se resiste pero, finalmente, cede y ahí está. Una habitación decente para ser un hostel aunque con un radiador que no funciona.

Dejamos las cosas y, muertos de hambre, decidimos bajar a ver si por casualidad un viernes por la noche encontramos algo abierto a las 00.30 en Edimburgo. Y justo delante de la puerta un Fish and Chips shawarmero espera por nosotros. Así, recién llegados, estamos un poco atontados y ante el olor a fritanga nos decidimos por dos pasteles de carne, algo tradicional en Escocia, de los que damos buena cuenta en la mesa de nuestra habitación. Aceitosillos por el fritangueo, los meat pie no están del todo malos. Al menos con algo en el estómago nos podemos ir a dormir con aquella sensación tan extraña de no ser consciente aún de donde estás.

Cuando abrimos los ojillos por la mañana ya somos conscientes de que estamos de viaje. Nos acercamos a la cortina, la abrimos y… hace sol! A vestirse rápidamente para aprovechar a tope el único día que estaremos en Edimburgo.
Salimos por nuestra estrecha puerta y la calle principal de la ciudad, la que dicen es una de las más bonitas de Europa, aún está silenciosa. El sol va secando los restos de lluvia de la noche anterior y nosotros buscamos un lugar donde desayunar. Muy cerquita tenemos el Café Nero, una cadena de cafeterías, y allí vamos. Aquí llega nuestro primer contacto con los precios escoceses… entre 2,5-3 euros un café con leche, no muy bueno, eso sí… muy grande. Mientras damos buena cuenta de nuestros barreños de cafeína empezamos a preparar la ruta y en seguida comenzamos a explorar la ciudad.

Edimburgo es muy bonita. De la amplia Royal Mile llena de tiendas de souvenirs y restaurantes van saliendo Closers a un lado y a otro (cerca de 200 dicen que hay en la calle). Todos los edificios son de piedra, de la misma altura, colocados en perfecta harmonía. Aquí una iglesia transformada en bar, allí la catedral, otra iglesia que no es tal... calle arriba, la entrada al castillo de Edimburgo. Nosotros no pagamos la entrada pues todo el mundo nos ha dicho que no merece la pena. Así que llegamos hasta la parte alta de la calle  para ver la entrada y de vuelta. Lo mejor para ver la ciudad es perderse por las calles, entrar en los closers y descubrir sus patios interiores. Cogemos Candlemaker para llegar hasta Greyfriars para hacer una visita a Bobby, el perro que estuvo durante 14 años delante del cementerio  de Greyfriars esperando que su dueño regresara (y claro…el pobre dueño no estaba en condiciones de volver de ningún sitio).


Pasamos por Cowgate, que es lo más parecido a la zona de Marina en Barcelona: discotecas, bares y hostels (no sé yo si es muy buena zona para dormir….). Llegamos a la bonita plaza Grassmarket y rodeamos el castillo para verlo desde todas las perspectivas posibles. Entramos al Princess Garden, un precioso jardín con una increíble fuente y lo que para nosotros son las mejores vistas de la fortaleza y paseando salimos a Princess Street, la calle comercial por excelencia, llena a rebosar de tiendas de ropa. Nos quedamos totalmente enamorados de la calle Rose Street, toda ella peatonal, con terrazas, bares, tiendas… perfecta para pasear! Desde St Andrews Square bajamos al Scott Monument, en verdad impresionante y seguimos Princess Street, haciendo un alto para visitar otro cementerio, hasta la Carlton Hill, una colina desde donde se divisa toda la ciudad y que alberga varios monumentos (algunos de ellos inconclusos). Las vistas desde aquí son magníficas a pesar de que, ahora sí, el cielo negro negro amenazaba lluvia. Un poquito acongojados por el chaparrón que se avecinaba volvemos hacia Waberly y hacemos una parada de super emergencia buscando algún sitio donde comprar adaptadores de corriente porque… gran fallo… no pensamos en que los enchufes del Reino Unido son diferentes y no podíamos enchufar NADA! Ni cargar baterías de cámara, ni móviles ni ná de ná… (una crisis oiga!).

Por suerte en el centro comercial que hay en la estación de Waberly encontramos un tenderete de un chino (cómo no!) que vende adaptadores. Tras casi besarle volvemos a nuestro albergue para poner a cargar los móviles y aprovechamos para comer en un local que, según dicen, hace las mejores baked potatoes de Edimburgo, patatas al horno rellenas de mil cosas (coged la patata pequeña o moriréis en el intento de comeros la grande…bueno, depende del saque que tengáis)


Para bajar la comida decidimos hacer entera la Royal Mile hasta el Holyrood Palace bajo una impertinente llovizna, haciendo algunos altos para café y para visitar alguna Iglesia y algún que otro cementerio. Vamos paseando, mirando tiendas y dejándonos llevar por las callejas de esta hermosa ciudad. Tenemos mala suerte y las visitas al Mary King’s Close están llenas hasta dentro de un par de días, lo cual nos recuerda que tenemos que mirar las cosas por adelantado. Como hemos quedado para tomar una pinta con una amiga que vive aquí, vamos al hotel a dejar el lastre innecesario y nos dirigimos a cenar. Ojo con los horarios porque para los españoles son complicados. Aquí en la capital no se nota tanto pero al salir de Edimburgo los empezamos a sufrir en serio. Para la cena nos dirigimos a un Pub de la cadena Eerie, que tiene 4 pubs en todo el Reino Unido, todos inspirados en el mundo del terror. El de Edimburgo es el Jeckyll and Hyde  y hacen un fish and chips y unas hamburguesas de miedo!!!! (por lo buenas…claro). Además de ser un local chulo, con buena cerveza y buena comida, en la página web de los pubs van poniendo vales de descuento, de 2x1 y cosas de estas, con lo que sale muy bien de precio. Hay otro en Aberdeen que es amazing. Lo vimos sólo por fuera pero está dentro de una iglesia y tenía una pinta…. http://www.eerie-pubs.co.uk/EerieLanding.htm

Por la noche estad atentos porque hay música en directo en muchísimos locales. Nosotros quedamos con una amiga que vive en Edimburgo y nos llevaron al pub que hay delante de la estatua de Bobby, al ladito del cementerio de Greyfriars. El pub estaba abarrotado pues esa noche actuaba un cantante folk escocés que nos encantó (Graeme E. Pearson). Todo el mundo cantaba a coro las canciones y el ambiente era genial! (El pub tiene Facebook donde ver las noches de actuación).

Con la sensación de haber aprovechado a tope nuestra fugaz visita a Edimburgo paseamos hacia nuestro hotel, atravesando las calles oscuras y húmedas, cada vez más vacías.
Mañana la gran prueba… coger el coche e iniciar ruta por el país. A ver si conseguimos dormir.

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