domingo, 24 de abril de 2011

Día 4: Al compás de chacachá!!

Hola, holitas compañeros de viaje!

Esta mañana, aún en la cama, antes de abrir los ojos hemos abierto las orejas, para intentar detectar cualquier posible ruido de gotas golpeando el suelo y... no existía tal sonido! No llueve!! Claro, que tampoco hace sol, no se puede pedir todo... ¿no?

Así que un poco animados ante la mejoría del tiempo nos vestimos y bajamos disparados a por nuestro desayuno, ansiosos de iniciar nuestro día. Sharon, nuestra encantadora anfitriona, siempre tan atenta, le ha traído ha Sergio una especie de cereales bajos en todo y supersanos, que ayudan a regular el colesterol y diez mil maravillas más, y ella, toda contenta, le ha preparado un tazón. Cuando lo he visto hecho, por fin he acertado a saber que era ! Copos de avena! Gachas como las que desayunan en las pelis! Pero la verdad... yo me quedo con los croissans. Igualmente, muchas gracias, Sharon, eres un encanto!

Pues ya en nuestro coche, decidimos ir al Priorato de Serrabona, pequeño pero muy bonito. Ha sido curioso llegar antes que la señora que tenía que abrir el monasterio, iba con un cochecillo roñoso a toda leche por la carretera de curvas!!! Y además, nada más salir del coche, de la nada apareció un gato, negro, sarnoso, que nos perseguía allá donde íbamos. ¿Que nos parábamos? El minino se paraba y nos miraba. ¿Qué nos metíamos en el bosque? El felino buscaba un atajo para aparecer a nuestro lado... me ha dado un poco de miedo y todo... hasta se ha metido en el monasterio con nosotros! Creo que olió que les tengo alergia...

En fin, tras visitar el Prieuré, con su maravillosa tribuna de mármol, y con las nubes sobre nosotros, aunque sin lluvia, nos dirigimos hacia Villefranche de Conflent, otra vez, pero ahora con un destino diferente: aprovisionarnos con unos bocadillos y montar en el Train Jaune. Este tren es aún un tren de vía estrecha, que cumplió 100 añitos (ahí es nada) el año pasado y que, en su día, permitió el suministro y transporte de todo tipo de mercancías por una parte de los Pirineos. Ahora, el pobre, privado de su noble oficio inicial, ha quedado relegado a ser usado por guiris varios que se asombran con el paisaje pirenaico.

En fin, con los bocatas en la bolsa y los billetes comprados, nos tomamos un café en el bar Le Canigou, todo dedicado al mundo de los bomberos (que sitio más curioso) y, cuando se hace la hora...Viajeros al tren!!!!

El tren, barato, pues no es, para que os hagais una idea 18 eurines ida y vuelta por persona y el trayecto dura una hora, eso sí, es un tren antiguo, con sus asientos de cuero, sus ventanas a manivela y su dulzón vaivén... al compás del chacachá, del chacachá del treeeeen!!


Nosotros habíamos leído barbaridades que hablaban de hacinamiento, overbooking, superpoblación... vaya, que nos imaginábamos un tren de esos de la India, en los que la gente va colgada por fuera. La verdad es que el tren iba lleno, pero íbamos suficientemente anchos y sin agobios. En verano añaden un vagon sin techo, pero en semana santa aún no están incorporados. También es cierto que en verano, es posible que la cosa vaya más apretada.

¿Las vistas? A partir de que el tren hace su entrada en los Pirineos, propiamente dichos, son impresionantes, los valles, los bosques... Un truskyconsejo: podeis quedaros fuera, entre vagón y vagón para tener unas vistas más alucinantes y una sensación más auténtica (hacedlo vosotros, que nosotros no pudimos!!!!).

Dicen que el recorrido más bonito, pues es el que va entre las montañas, es desde Villefranche hasta Mont-Louis, y eso es lo que hicimos. Cuando salimos del tren, 15 minutitos de subida (sí, subida, otra vez, aquí sólo se sube!! Ya no tengo gemelos, tengo trillizos!!!) y llegamos a la ciudad fortificada, diseñada por Vauban. No tiene demasiada cosa, ya que la parte más interesante, la fortificación militar, tiene el paso restringido porque aún es una fortificación militar en uso!!! Se ven soldaditos por toda la ciudad, todo rapadetes y con los macutos y carteles rojos por todos lados que prohiben el paso, zona militar, riesgo de proyectiles... Desde luego, así persuaden a cualquiera, todo el mundo hacía caso de los cartelitos (cagaos!!!)... casi que un cafetito y de nuevo al tren, ¿no?

El tema de los horarios del tren es complicado, ya que si no quieres estar 4 horas en Mont-Louis (cosa que no recomiendo en absoluto) hay que organizarse bien. A parte de eso, ningún problema! En el andén, emocionados por volver a hacer el trayecto en tren pero esta vez entre vagones, nos íbamos encogiendo en nuestros abrigos... qué aire más fresquito... ¿será por la nieve que vemos en las montañas detrás nuestro? A lo lejos vemos un cosa amarilla que se desliza sobre las vías y nos empezamos a emocionar hasta que... ¿qué leches de tren es ese? Nos encontramos ante nosotros un tren de cercanías, moderno, sin vagones separados, un tren de esos que puedes andarte de una punta a la otra... noooo! Queremos el antiguo!!!! Pero qué le vamos a hacer, una vez acostumbrados, agradecemos no habernos expuesto al aire helado y, después de todo, a este tren le han puesto ventanas panorámicas!!

En fin, que tras otra horita de viaje, y tras un corte eléctrico que hace que el tren se pare en medio de la nada, llegamos de nuevo a Villefranche, con un tímido sol asomando entre las nubes (no sé para qué, por que són ya las 6 de la tarde...)


Decididos a aprovechar la poca tarde que queda antes de la cena, pero sin grandes perspectivas, nos acercamos a la Abadia de Saint Michel de Cuixà. Está cerrada, pero nos damos un paseo por sus alrededores y sus jardines. Qué atmósfera más mágica y más relajante, con el sol poniéndose, los pájaros trinando, las flores oliendo y la alergia volando... una maravilla, salvo por el niño de 13 años que está haciendo prácticas de coche con un Picasso al lado de mi Exeo!!!!!!!!!!!! Gendarme!!!!!!!

Deseándo librar a mi coche de semejante peligro, montamos y vamos a ... sorpresa!!! A Villefranche de Conflent!!!! Parece que tenemos el bono, leches. Pero es que tiene unos cuantos sitios para cenar que estan la mar de bien y sólo a 5 minutos del hotel!

Esta vez hemos acabado en una crêperie La forge de Auguste. Qué bien hemos cenado, qué señor más agradable, monsieur Auguste!!! Tiene galettes hechas al estilo bretón, con trigo sarraceno, una masa muy fina y un relleno adequado y tienen caramelo salado casero que está... huuummmmm. Que no se pué'aguantar!

Y así, aún relamiéndome el chocolate de los labios llegamos a nuestra querida Maison, charlamos un poco con los dueños y ... aish... mañana se acaba esto... ¿tan pronto?

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