viernes, 22 de abril de 2011

Día 2 - Saint Martin du Canigou - Villefranche - Évol

Bonjour, bonjour!

Aquí no se puede hablar en francés!! Quien no es holandés, es irlandés.. además todo el mundo habla catalán!!! Vete al extranjero para esto... en fin! Buenos días!

Tras 10 horas de sueño (jiji.. sí, lo hemos conseguido) nos vestimos decididos a ir a la Boulangerie. Menos mal que nuestra atenta anfitriona nos ha pescado al vuelo para decirnos que: andevais! Y nos ha llevado al comedor comunal para dar buena cuenta de nuestro desayuno: yogur con muesli y miel, croissans recien hechos, zumo, café y té.

Con la tripita bien llena y cargados de energía, y tras haber sido lo suficientemente conscientes de que subir al pico del Canigó NO era buena idea (más que nada por la nieve, vamos, caminos cortados, frío, riesgo de multimuerte... poca cosa), decidimos hacer algo más tranquilo: visitar el monasterio de Saint Martin du Canigou .. pero haciendo una ruta de unas 3 horas que lo rodea, atravesando las montañas. ¿Qué es eso para nosotros, intrépidos montañeros? Pues la muerte total... me cachus!!!

Nos dirigimos bien animados al pueblo desde el que salen las rutas a pie, Casteil. Primera odisea: ¿¿De dónde leches sale el camino?? Optamos por dejar el coche y buscar a pie. Encontramos lo que parece el inicio del sendero, pero teniendo en cuenta que vamos armados con un plano en francés y que la señalización da pena... Por suerte nos encontramos un joven que estaba trabajando en la obra y que nos guía por el buen camino. Gracias, garçon!



Una vez puestos en ruta los ánimos se caen al suelo... sólo subir y subir y subir y subir... ¿he dicho subir? Yo no podía más, pensaba que volvería a ver el yogur del desayuno. No, si ya llegamos! Sí... llegamos a un sitio donde las señales te dicen que sigas subiendo!!! Si existe el infierno... era eso!! Y tras una hora y media (o algo más) de subidas llegamos a lo más alto! Y no encontramos por donde hay que continuar! ¿Se habrán olvidado de darnos los parapentes? Por fin encontramos el camino de bajada y, a partir de aquí, del "balcon", el infierno se conviertió en el chikipark más divertido en el que hayamos estado: unas vistas impresionantes, bajadas (sí!!! bajamos!!!), trozos de vias ferratas, bajadas, una vegetación preciosa, otra bajada, unas vistas maravillosas, más bajadas y, por fin... tras 2h30 de caminar llegamos a Saint Martin.

Impresionante donde esta situado, impresionante la vista desde el mirador... !impresionante que esté cerrado! ¿Porqué está cerrado? Ah! Que es viernes santo y los monasterios cierran... que gran ironía...

Tras tomar unas fotos y viendo los nubarrones negros que se nos vienen encima, decidimos bajar a buen paso el camino hasta Casteil, ya nada, media horita, con cruce de cascada incluida (que divertido). Y cuando llegamos al pueblo... Charlie, no me siento las piernas!!! Quiero una Coca Cola!!! Arrastrándonos más que andando encontramos un pequeño bar donde suministrarnos de lo básico y esencial, una silla, un bocata y una bebida fría! Y además he hecho un nuevo amigo, Sebastian, el perro de la dueña.. le das un poco de brie y es tuyo!

Más animados, con la barriguita otra vez llena, nos levantamos de la siiiillaaaa aahh! Qué dolor de piernas!!! Al coche! Y nos vamos, chino chano, a Villefranche de Conflent, uno de los Plus Beau Villages que tanto nos gustan! Pero antes, nos paramos en las Grottes de Canalettes, las grandes, decididos a no ver nada sorprendente, pero con ganas de cambiar tanta montaña por un poco de oscuridad..y además... llueve.

Y lo que nos encontramos es, en una palabra, cuevifantástico!!! Hemos visitado varias grutas durante nuestros viajes, pero no sé si ninguna tan interesante y enorme como esta: Estalactitas, estalagmitas, excéntricas, lagos, columnas, pilares... todo tipo de construcción calcárea en una única gruta, una magnífica señalización, buen gusto en la iluminación y música adecuada. Salimos de nuevo de las entrañas de la tierra bien satisfechos de nuestra aventura al más puro estilo Julio Verne!

Ahora sí, llegamos (más o menos en 40 segundos) a la ciudad amurallada de Villefranche de Conflent. Muy bonita, típico pueblo de dos calles, pero con tiendas, restaurantes, muy cuidado y animado, ya que desde aquí salen las excursiones al Fort Libéria, un fuerte del siglo XVII, que fue utilizado por Napoleón y que ahora es invadido por hordas de turistas, a pesar de ser inexpugnable.

De las dos opciones para ascender hasta el castillo (a pie 20 minutos por un camino bastante empinado o en jeep), mis piernas, no yo, eligen el jeep. Tomamos un café, compramos las entradas (qué gracia, aquí todo el mundo será familia, porque al enseñar el tiquet del bar te hacen descuento en la entrada del castillo!) y a esperar el jeep.

Cuando llega nuestra calesa vemos que el conductor tiene, al menos, los mismos años que el castillo y montamos en el coche con los Brady, una familia de 6 miembros adultos más 4 niños, ninguno mayor de 5 años, que hicieron del viaje toda una aventura... menos mal que ellos no veian como el conductor, a toda leche, no iba mirando a la carretera mientras intentaba explicarnos cosas con un extraño acento catalofrancés que no entendía nadie.


Llegamos vivos arriba y tras la visita al castillo, muy bien conservado, decidimos visitar lo más remarcable de toda esta historia, un túnel subterráneo que une el castillo con el pueblo... al menos es bajada! Cuando nos plantamos al inicio de las escaleras nuestras piernas querían huir despavoridas ante el horror que se les avecinaba. Cientos... qué digo cientos! Miles de escalones, uno detrás de otro, esperando ser bajados por piernas incautas... sin exagerar... entre 10 y 15 minutos bajando escaleras. Eran las escaleras eternas... pero al fin vemos la luz! Ah, no, que hay más escaleras... Ahora sí! Una puerta, la abrimos y por fin estamos en el pueblo! Qué experiencia, señores!

Mientras volvemos al coche intentamos poner las piernas rectas pero sufren una especie de tembleque incontrolable, rollo bailarín de samba y, en ese momento, somos conscientes de que caeremos destrozados en la cama!

Vamos al coche y dirigimos nuestras ruedas hacia el vecino pueblo de Évol, otro Plus Beau Village, muy pequeñín, con poco sitio para dejar el coche y sin mucha cosa para ver. Y regresamos al coche, andando como podemos, y recalando de nuevo en Villefranche para cenar.

Cenamos en La Senyera, nombre francés donde los haya, y tras una buena pitanza y la noche a punto de cernirse totalmente sobre nosotros y las montañas que nos rodean, pedimos al Tonto (así se llama nuestro GPS) asilo en su gran sabiduria y tiene a bien iluminarnos el camino de vuelta al hotel y, encima, dándonos ánimos ... sólo quedan 8 minutos! Y pasito a pasito y metrito a metrito llegamos al hotel, a la cama, a zapatos fuera y a....zzzzzzz

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