No lo vamos a negar, nos cuesta levantarnos. Suena el
despertador y remoloneamos un poco. La paliza del fin de semana nos pasa factura
y los dolores musculares nos atan a la cama. Pero tenemos que ser más fuertes
que nuestro cuerpo!! Así que medio a rastras conseguimos salir de la cómoda
camita, calentita… esto… que sí, que nos levantamos, un desayuno rápido (es un
decir, claro) en el mismo local en el que cenamos anoche y, ahora sí, rumbo a
Astorga!
Nos empezamos a mover ya por ciudades un poco más pequeñas así que no tenemos problemas para aparcar en la turística ciudad. Una sorpresa nos aguarda aquí, llamadnos incultos, pero no éramos conscientes de la existencia del Palacio Episcopal, obra de ese gran genio, Gaudí. Así que boquiabiertos por el cambio de registro del arquitecto catalán pero a la vez asombrados por la belleza del edificio, no podemos hacer más que girar sobre nosotros. A un lado dicho palacio, al otro la catedral, ejemplo de arquitectura gótica y con una fachada principal barroca que quita el sentido. Todo ello encima de restos de muralla, junto a pequeñas ermitas y edificios de emparedamiento de mujeres impías… Ni un centímetro que no sea interesante!!!
Y, además, una sucursal de la Mallorquina en la misma plaza,
vivan las mantecadas y los hojaldres!!! Vivan!!! Si es que nos pierde la gula…
Damos un paseo por el casco antiguo, declarado Patrimonio de
la Humanidad. La plaza mayor (hemos pillado día de mercado así que poco hemos
podido ver), con su curioso campanario en el que dos maragatos dan las horas,
los restos de una domus romana con un mosaico en bastante buen estado, sus
peregrinos y un coqueto parque completan la visita. Así que tras surtirnos bien
de agua en El Árbol y tras bailar al ritmo del “Mozaaa, mozaaaa, aquí no se
sulfataaa”, panderos al coche y a continuar ruta, ahora, hacia Ponferrada,
capital del Bierzo Leonés.
Y allá que llegamos y allá que quedamos boquiabiertos por su
espectacular castillo Templario que data del siglo XII y que está en un estado
espectacular. Del interior poco podemos decir, puesto que nos habían comentado
que no era gran cosa, pero como no lo hemos visto, sería injusto opinar. Así
que…
Un paseo por sus calles empedradas y llegamos a la plaza
mayor, que no tiene tampoco un encanto especial no sabemos si por la plaza
misma, el calor o el hambre que nos acucia. Por lo tanto una parada en una
pizzería y tras una pasta con queso azul y nueces y un… atención… que ahí va…
un lechazo con patatas (toma yaaa!!!!) ya estamos preparados para la siesta!
Digooooo…. Para continuar camino!
¿Hacía donde ahora? Hacía nuestro punto de descanso. León.
Y ya gozando de distancias cortas, como el Axe, en breve
llegamos a León. Toma de contacto… no
conseguimos llegar al hotel. Que sí, que está ahí, que lo dice el gps
pero…Vamos, que tras dar unas vueltas decidimos llamar a recepción y era tan
sencillo como llegar a un pivote… y picar. Manda huevos. Así que allá vamos, de
lleno con el coche en el casco antiguo de León hasta que llegamos a nuestro
fantabuloso hotel, la Colegiata de San Isidoro.
Como su nombre indica es una
Colegiata aún habitada por una congregación de sacerdotes y es hotel desde hace
muy poco, así que hay partes privadas. Y la verdad es que es una preciosidad.
Tras aparcar en una zona reservada para los huéspedes, con cuidado de no ocupar
las plazas de los sacerdotes, el simpático recepcionista nos da todo tipo de
explicaciones y nos indica nuestra habitación. Tras un laberíntico paseo
llegamos a nuestra “celda” con vista al claustro. Qué silencio! Qué bonito! Qué
espiritual! Un hotel totalmente recomendable.
Y para qué engañarnos, León también lo es. Tiene el encanto
de un pueblo mezclado con el de una ciudad. Pequeñas calles empedradas,
edificios porticados, gente por todos lados y una mezcolanza de olores de esos
que recordarás siempre. El ácido de la sidra derramada, el ácimo del queso…. Y
aquí y allá, está salpicadita de plazas coquetas, algunas llenas de vida, de
sidrerías, otras vacías, donde reina el silencio, pero todas igual de
encantadoras. La Casa Botines, de nuestro querido Gaudí, una joya, la catedral
preciosa, la Plaza Mayor encantadora… qué decir!!! Ya os dais cuenta de lo que
nos ha gustado! Y acabada la ruta y el callejeo, tras tomar una copa de vino de
la tierra en una plaza disfrutando de los últimos rayos de sol, nos acercamos
al hotel a desprendernos del polvo, de la cámara y de la ropa sucia y volvemos
a la calle para hacer lo que mejor se nos da… comer!
Y qué vicio!!! Imprescindible visitar el Barrio Húmedo! Y
sobretodo, según nuestra humilde opinión, no os sentéis a cenar. Id de bar en
bar, de barra en barra, pidiendo bebida y disfrutando de las tapas que os
ponen. Quizás es porque nosotros no estamos acostumbrados a esto en Barcelona,
pero pasamos una noche divertida, tentando al destino en cada bar, esperando la
tapa ansiada y llenando los buches de líquido.
Un buen rato más tarde,
con la panza llena y un poco contentillos, llegamos a nuestro lugar de
reposo espiritual… y vamos si reposamos….
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