No lo vamos a negar, nos cuesta levantarnos. Suena el
despertador y remoloneamos un poco. La paliza del fin de semana nos pasa factura
y los dolores musculares nos atan a la cama. Pero tenemos que ser más fuertes
que nuestro cuerpo!! Así que medio a rastras conseguimos salir de la cómoda
camita, calentita… esto… que sí, que nos levantamos, un desayuno rápido (es un
decir, claro) en el mismo local en el que cenamos anoche y, ahora sí, rumbo a
Astorga!
Y, además, una sucursal de la Mallorquina en la misma plaza,
vivan las mantecadas y los hojaldres!!! Vivan!!! Si es que nos pierde la gula…
Damos un paseo por el casco antiguo, declarado Patrimonio de
la Humanidad. La plaza mayor (hemos pillado día de mercado así que poco hemos
podido ver), con su curioso campanario en el que dos maragatos dan las horas,
los restos de una domus romana con un mosaico en bastante buen estado, sus
peregrinos y un coqueto parque completan la visita. Así que tras surtirnos bien
de agua en El Árbol y tras bailar al ritmo del “Mozaaa, mozaaaa, aquí no se
sulfataaa”, panderos al coche y a continuar ruta, ahora, hacia Ponferrada,
capital del Bierzo Leonés.
Un paseo por sus calles empedradas y llegamos a la plaza
mayor, que no tiene tampoco un encanto especial no sabemos si por la plaza
misma, el calor o el hambre que nos acucia. Por lo tanto una parada en una
pizzería y tras una pasta con queso azul y nueces y un… atención… que ahí va…
un lechazo con patatas (toma yaaa!!!!) ya estamos preparados para la siesta!
Digooooo…. Para continuar camino!
¿Hacía donde ahora? Hacía nuestro punto de descanso. León.
Y ya gozando de distancias cortas, como el Axe, en breve
llegamos a León. Toma de contacto… no
conseguimos llegar al hotel. Que sí, que está ahí, que lo dice el gps
pero…Vamos, que tras dar unas vueltas decidimos llamar a recepción y era tan
sencillo como llegar a un pivote… y picar. Manda huevos. Así que allá vamos, de
lleno con el coche en el casco antiguo de León hasta que llegamos a nuestro
fantabuloso hotel, la Colegiata de San Isidoro.
Como su nombre indica es una
Colegiata aún habitada por una congregación de sacerdotes y es hotel desde hace
muy poco, así que hay partes privadas. Y la verdad es que es una preciosidad.
Tras aparcar en una zona reservada para los huéspedes, con cuidado de no ocupar
las plazas de los sacerdotes, el simpático recepcionista nos da todo tipo de
explicaciones y nos indica nuestra habitación. Tras un laberíntico paseo
llegamos a nuestra “celda” con vista al claustro. Qué silencio! Qué bonito! Qué
espiritual! Un hotel totalmente recomendable.
Y qué vicio!!! Imprescindible visitar el Barrio Húmedo! Y
sobretodo, según nuestra humilde opinión, no os sentéis a cenar. Id de bar en
bar, de barra en barra, pidiendo bebida y disfrutando de las tapas que os
ponen. Quizás es porque nosotros no estamos acostumbrados a esto en Barcelona,
pero pasamos una noche divertida, tentando al destino en cada bar, esperando la
tapa ansiada y llenando los buches de líquido.
Un buen rato más tarde,
con la panza llena y un poco contentillos, llegamos a nuestro lugar de
reposo espiritual… y vamos si reposamos….
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