domingo, 12 de agosto de 2012

Día 4 – Cudillero-Luarca-Gijón

Hola hola hola!! Tras una reparadora noche y un copioso desayuno nos ponemos en camino, bastante tarde para ser nosotros, hacía uno de esos pueblos de los que tanto oyes hablar y sobre el que tantas alabanzas han caído. Cudillero.

Así que llenos de entusiasmo cogemos la autovía y en un ratín nos plantamos allí. Aparcamos en la zona habilitada para ello y el gran número de coches que rondan nos hace ya pensar en lo turístico del lugar. La simpática chica de turismo, aunque un poco estresada por llegar tarde a trabajar, llevar a la niña con la abuela y encima se le estropea el coche (sí, los asturianos son muy simpáticos y te cuentan y recuentan…me encanta!) nos da un plano de la región y un par de indicaciones.

Y así, cámara al cuello, nos lanzamos al descubrimiento de esta pequeña joya de la costa asturiana. Mientras avanzamos desde el puerto curiosas zonas de baño de aguas cristalinas se abren ante nuestros ojos, abuelos con niños, cangrejos… y el pequeño pueblo que aparece encajonado y encaramado en la montaña que da al mar. Diríase que sus casas se montan una encima de la otra, ladera arriba, para poder besar el mar y mirarlo desde lo alto, todo al mismo tiempo.

Merece la pena perderse por sus estrechas callejas empinadas y llenas de escalones, de esas que te hacen dudar de si estás en una calle o entrando en una casa. Subir o bajar, izquierda o derecha, pequeños recovecos, giros y regiros, olor a ropa recién tendida y a mar. Y entre esto y aquello hay que subir a sus miradores para poder observar el conjunto desde arriba, porque realmente merece la pena.

Con muy buen sabor de boca abandonamos Cudillero justo cuando la plaza central comienza a ser intransitable. Una marea de gente llega desde el aparcamiento ansiosa de pueblo y pescado, así que nosotros hacemos un mutis por el foro y tras comer un bollo preñado y un arroz con leche cara al mar decidimos poner rumbo a nuestro próximo destino que no es otro que la también alabada ciudad de Luarca.

Pero antes de llegar, y aconsejados por la anteriormente mencionada chica de turismo, hacemos un alto en el faro de Cabo Vidio. Y señores, vaya si merece la pena. Qué acantilados, señores y señoras. Ese mar furioso rompiendo contra las olas, el agua que se vuelve turquesa, la espuma revuelta, las aves que sobrevuelan la piedra que se yergue orgullosa soportando los embistes de la brisa… Precioso. Realmente precioso.

Ahora sí, con el olor del mar alegrando nuestros corazones y elevando nuestro ánimo, nos vamos hacía Luarca y al llegar allí…bueno… no podemos decir que sea una ciudad fea, puesto que no lo es, pero la ciudad de nuestro señor Severo Ochoa queda un poco deslucida tras las visitas de la mañana. Así que aconsejamos empezar la ruta por aquí. Paseamos por el puerto y dedicamos un ratín a visitar el Museo del Calamar Gigante… suena freak pero… es genial y superinteresante. Parece mentira que puedan existir bichos así… y más en nuestras costas! Imaginaos que bocatas se pueden hacen con un calamar de 20 metros… yummm.

Como tanto calamar nos ha abierto el hambre, nos arriesgamos a comer en un restaurante ubicado en la azotea de un edificio y con bastante buen resultado, lástima que no tienen chipirones y nos conformamos con un poco de pote asturiano y una fabadita. Algo ligero.

Con las panzas a reventar nos vamos para Gijón, la última de las grandes ciudades que nos faltan. Y la verdad es que nos encontramos una ciudad de tamaño asequible, llena de vida, de bares y de tiendas. Un paseo por sus calles nos lleva en un momento de la preciosa playa al puerto y del estrecho casco antiguo donde los niños juegan a pelota a las anchas calles y avenidas repletas de tiendas, sidrerías y gente que va y viene. Nos perdemos un rato por entre sus gentes y sus aires, visitamos la Iglesia que da a la costa totalmente recomendable pues a pesar de ser de este siglo la parte de detrás del altar no tiene desperdicio y, cansados de todo el día, volvemos al hotel y, de tan llenos que estamos de la opípara comida, no podemos ni cenar.

Una botellina de sidrina para tener nuestros primeros escarceos con el escanciar y a dormir. Mañana más…

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