Buenos días andarines! Tras un fin de semana en Caudete de las Fuentes en el que hemos vivido
al más puro estilo fama pero con disciplina militar nuestro sucio coche arranca
ansioso en busca de nuevas carreteras y de nuevos aires.
Y, diréis…. ¿a dónde se dirigen ahora este par en pleno mes de agosto? Pues vamos
camino a Asturias, patria querida, Asturias de mis amorees!!! Pero como siempre decimos que lo importante
de un viaje es el camino, nos hemos preparado una travesía a través de las
Castillas para visitar algunas de las ciudades que aún no conocemos.
Así que kilómetro a kilómetros nos acercamos a nuestro
primer destino. Valladolid. Cierto es que de esta ciudad no nos esperábamos
nada interesante, puesto que tanta gente nos había dicho que no había mucho qué
ver. Pero la verdad es que, no sé si por las bajas expectativas, pero la
capital “de facto” del antiguo Reino de Castilla León nos ha sorprendido.
Un poco asustados llegamos al hotel, que más parecía una
taberna que un hotel de 3 estrellas, pero como de sabios es rectificar, ahora
decimos que es un hotel muy recomendable. Con habitaciones sencillas pero
cómodas, este limpio hotel está a 5 minutos andando del casco antiguo de la
ciudad. Es una zona muy tranquila puesto
que aquí está la Feria de Valladolid y hay varias cafeterías en los
alrededores. A pesar de no tener parquing cerca hay zona donde aparcar y, si
no, justo delante hay una enorme zona de aparcamiento de pago (2,5 euros todo
el día es muuuy asequible!). Así que… hemos acertado de lleno!
Un corto paseo hasta el centro y nos perdemos por las calles
empedradas y llenas de bonitos edificios señoriales. Preciosa es su porticada
plaza mayor. Y tras una comida tardía callejeamos alcanzado iglesias,
recorremos plazas y placetas y atravesamos el pasaje Gutierrez, pequeña joya
escondida de la ciudad. Entre conventos y monasterios, esta elegante ciudad
esconce bares y restaurantes que nos llaman la atención por sus nombres
originales y dejándonos llevar por las sombras alargadas de los portalones y
las siluetas esbeltas de los campan rios,
y tras haber remojado los gaznates con un chispazo bien frío, el aroma de las
rosas nos lleva a la orilla del Pisuerga, más transitado que cualquier
autopista.
Nuestros agotados pies, piernas, brazos… bueno… nuestros
agotados nosotros nos llevan al hotel, a descansar un poco, y cuando el hambre
azuza, hacemos una visita a una pequeña hamburguesería cercana al hotel, muy
bien de precio pero donde el personal tiene una “chispa” especial y un ritmo
ligeramente lento…
Cuando volvemos a nuestra cama, no nos da ni tiempo a pensar
en mañana… buenas noches.
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