viernes, 19 de agosto de 2011

Día 7 - De Skradin a Trogir

!Qué tal, andarines!

Nosotros aquí estamos, tras un día de calor, calor y calor.

Cuando hemos abandonado esta mañana nuestro hotel en Skradin, bastante temprano, la temperatura era más que agradable, fresquita, diría yo.

Alegremente decidimos acercarnos a la ciudad donde tenemos nuestro siguiente hotel, Trogir, más que nada para dejar las maletas y no tener que ir todo el día cargando con ellas. A medida que pasaban los minutos... ¿qué digo minutos? los segundos, la temperatura iba aumentando, sin pausa pero sin prisa.

Primera del día... atasco, monumental atasco, para acceder a Trogir. Tengamos en cuenta que el centro antiguo de Trogir es una isla, y nosotros para llegar a nuestro hotel hemos de atravesar dicha isla, por los únicos puentes que cruzan el río, un viernes por la mañana, día de mercado... para morirse! Cruces sin semáforos, coches por la izquiera, por la derecha, por delante, por detrás y casi por arriba y por abajo!! Peatones con un concepto del riesgo y la supervivencia muy bajo, niños, señoras, motos que se cruzan... Vamos... una gozada! A todas estas, el GPS que se une a la fiesta, me hace entrar en calles sin salida, contra dirección... Por fin llegamos al hotel, estresados de la vida... menos mal que en la recepción de nuestro establecimiento son encantadores que si no... Armándonos de valor volvemos al coche para visitar Split y... oh! sorpresa! Hemos de volver a cruzar el pueblo! Armarnos de paciencia es la única solución.

Pero esta vez el trayecto no es tan traumático, puesto que todo el mundo entraba al pueblo y nosotros salíamos. Bien, la cosa iba mejor, hasta que nos vamos acercando a Split.

Es curioso como 3 días rodeados de parques naturales nos hacen olvidar el olor de la polución, menos mal que los alrededores de Split nos lo vuelven a recordar. Vamos adentrándonnos en una ciudad fea, industrial, llena de coches, sucia... qué mal va ésto...

Entre un tráfico mortal conseguimos llegar al centro y encontrar un parking. Bajamos del coche con las piernas agarrotadas por la tensión de la conducción temeraria y osada de los croatas urbanitas y dejamos que las oleadas de turistas nos arrastren hasta el núcleo histórico.

Lo más curioso de Split, y digno de verse, es que el centro histórico no es una ciudad al uso, sino que es el Palacio de Diocleciano. Me explico. En la época de los romanos un tal Diocleciano mandó hacer su palació aquí. Con los años, la caida del imperio y tal y tal el palacio se rehabilitó como ciudad. Así que cuando crees que andas por la calle, realmente estás andando por uno de los pasillos del palacio, o por una de las estancias. Es verdaderamente curioso.

Eso sí, si Diocleciano levantara la cabeza y viera su casa invadida por cientos, miles, millones de gente con pamelas, abanicos, chanclas, cámaras de fotos, taglios de pizza... se volvía a morir del susto. Hacía tiempo que yo no veía tanto turista junto, no se podía ni andar... un momento... los teutones que encontramos en el parque de Krka están aquí! Nos persiguen!

En los alrededores del palacio, un curioso y pintoresco mercado se pone cada mañana, en el que venden desde fruta y verduras a artesanía y recuerdos para los turistas. y todo esto, a 35 grados de temperatura y bajo un sol de justicia, ni una nube oye!

Lo cierto es que ha valido la pena la entrada a la ciudad, el trafico y el calor.

Tras comer y dar una vuelta por el centro, decidimos visitar las ruinas de Salona, en el pueblo de Solin, a tan sólo 5km de Split.

Vamos a dar dos definiciones para este recinto de ruinas romanas. Definición 1 según Sergio: Un p**o basurero. Definición 2 según Silvia: El infierno.

Tras varias intentonas (ahora es el GPS confabulado con la señalización de la ciudad los que deciden tenernos dando vueltas) llegamos al recinto de las ruinas. Entrando podemos ver los restos de una iglesia, bastante interesante. A partir de aquí, pagas entrada. Bueno, ya que estamos, tampoco era tanto, y decidimos pagar a Norman Bates las 20kn de la entrada. Nada más iniciar la ruta están las ruinas más interesantes. A partir de ahí todo es sufrimiento y dolor.

El recorrido, tampoco tan largo, es un sendero, campos de cultivo a la izquierda, basura a la derecha, casas, coches aparcados, hierba quemada, árboles secos... ni una sombra, a ya no sé cuantos grados de temperatura, ni los sombreros nos ayudaban, el agua que llevábamos en la mochila se convirtió en caldo... que ruina de ruinas.

Las ruinas del anfiteatro, rodeadas de basura... y de casas. ¿La gente de las casas pagará entrada para coger el coche? Si quereis verlo atravesad el pueblo y coger alguna de las calles que lleven, imposible que controlen esa entrada!!

Las otras ruinas que resultan curiosas son el teatro y el foro... desde donde vemos la ropa tendida de la señora que tiene su casa justo al lado. ¿Y las rodadas de coche?

El camino de vuelta ya fue el infierno. Subida. 4 de la tarde. Sol. Calor. Nuestra vida pasa por delante de nuestros ojos. Notamos como nos quemamos. Esto deben sentir los que se pierden en el desierto. Queda poca agua. Las gotas de sudor nos caen por todos lados. Miras los pies. Uno. Dos. Uno. Dos. ¿Un espejismo? No! Es la salida! De cabeza al bar de la entrada del recinto y durante unos minutos estamos ciegos. La luz del exterior nos impide ver a los killos del interior! Una Cola, con hielo! Da igual la Cola, trae hielo!!!!! 5 minutos y todo mejora. Decidimos irnos al coche, alejarnos de aquel infierno de basura y desorganización. Nos cruzamos con una asiática que viene de pasar el mismo sufrimiento que nosotros, se lo vemos en la cara y en la desesperación con la que pide una botella de agua fría en el bar.

Nos montamos en el coche, climantizador a tope y llegamos al hotel en Trogir. Ponemos en marcha el aire acondicionado y tras una cabezadita para despejar la cabeza del abotargamiento solar, una ducha fresca y a visitar Trogir.

En este pueblo encontramos una pequeña joya del Adriático reconocida por la Unesco. Estrechas calle empedradas, recoletas plazas, restaurantes, iglesias, una fantástica plaza central, tiendas, vida y, sobre todo, brisita.

Un paseo por el mercado y el puerto, una visita al Konzum para comprar agua y un poco de callejeo antes de cenar. Hoy, pescado. Una dorada a la brasa y un arroz negro con sepia. Después de casi morir abrasados por las llamas del infierno, qué menos que una buena cena.

Y mañana, el madrugón de la vida. Ya os contaremos!!

Km. 123
Km. Acumulados 2355

2 comentarios:

PAPI dijo...

Siempre se ha mdicho, que bonitas son las rosas , pero no hay que olvidar que también tienen espinas. Y esa es la primera espinita del viaje.Pero seguro que, todo lo que queda va a ser un camino de rosas.
A si te sobra alguna chatarra no la cambies´ya te la cambiare yo
Besossssss

Tete dijo...

JAJAJAJAJA Sin palabras... no es necesario JAJAAJAJAJA

¡¡Y tirad ya el gps!! JAjajajaajaja