Hoy nos levantamos temprano, como siempre, pero más
preocupados por el tiempo de lo habitual. El día se levanta encapotadísimo, con
unas nubes muy bajas envolviéndolo todo. Mientras desayunamos nos decimos que
qué le vamos a hacer, puesto que hoy queremos recorrer la que dicen que es una
de las carreteras más bonitas del mundo, la Glossglockner Hochalpenstrasse. Casi
50 km de curvas por carretera de montaña con los paisajes más espectaculares de
Europa, atravesando el Hohe Tauern. Y resulta que las nubes están tan bajas que
no se ve la casa del vecino.
Con fe en el clima ponemos rumbo a la montaña y, de repente,
nos pareció escuchar los coros celestiales. Cuando cogemos el desvío hacia la
carretera vemos que, a pesar de haber una densa capa gris encima nuestro, un
gran triángulo de cielo azul se abre justo por el camino que hemos de coger!!
No podemos creerlo!!!
Empezamos a rodar y el cielo cada vez es más azul y los
nubarrones van desapareciendo. Para cuando llegamos al peaje está totalmente
despejado y luce un sol cegados (sí señores, esta carretera es de peaje, menudo peaje…34 eurazos… al menos te dan una
pegatina…)
Comenzamos el ascenso esquivando ciclistas a gogó. Y poco a
poco nos vamos quedando sin palabras. Cada recodo del camino es magnífico, unas
montañas majestuosas te van envolviendo, los picos nevados, las verdes
praderas, las vacas pastando. Una carretera retorcida y ensortijada que se
escabulle por las montañas… menos mal que hay áreas de parada cada poco y
podemos parar para hacer fotos, porque este paisaje no tiene desperdicio.
Nuestra meta es llegar al Franz-Josefs Hohe, donde hay un
Observatorio y desde donde se tiene unas impresionantes vistas del nevado
macizo del Glossglockner.
Al llegar allí, como en cualquier lugar de Austria, encontramos
restaurantes, baños, aparcamientos (gratuitos), tiendas de recuerdos…. Pero lo
que de verdad sobrecoge es la grandeza de las montañas…nos sentimos como Heidi
y Pedro gritando por las praderas…Abuelitooooooo!!!! En fin… con suerte podréis
ver marmotas, pues son abundantes en esta zona y hay carteles que te informa de
donde suelen estar. Nosotros vimos varias y son taaaan monas!
Colmados de montaña ponemos la música clásica a tope en el
coche e iniciamos el descenso (bueno…descenso, ascenso y luego descenso de
nuevo….) . Os recomendamos ir prontito porque aunque la subida la hicimos la
mar de tranquilos, mientras bajábamos veíamos una fila continua de coches,
buses y ciclistas que enfilaban camino para arriba.
Nuestro siguiente destino son las gargantas de Sigmund-Thun
Klamm, cerca de Kaprun. Hay opción de hacer dos caminos, uno sólo con las
gorgues y otro con los lagos. Nosotros escogemos es de las gorgues, porque es
más corto (una media hora, el largo es hora y media) y porque es lo que
realmente nos ha traído hasta aquí.
Y la verdad es que merece la pena puesto que el camino de madera
que nos lleva por encima del estrecho río es fantástico. La luz colándose por
la estrecha garganta confiere al lugar un algo mágico (salvo por el hecho de
que una señora con burka nos va dando sustos…)
Nos sorprende la cantidad de turismo de Oriente Medio que hay
en este país. Allá donde vamos hay autocares repletos de turistas árabes, ellos
con bigote y ellas cubiertas de los pies a la cabeza. Incluso hay restaurantes
que sólo tienen los carteles en árabe… impresionante.
Comemos cualquier cosa y encaramos la última visita importante
del día, la Eisriesenwelt, el mayor sistema de cuevas de hielo del mundo. Más
de 42 km hay explorados aunque únicamente 1 es visitable. La verdad es que hay
que estar preparado para lo que viene, y nosotros no lo estábamos. Creíamos que
llegaríamos, dejaríamos el coche y a la cueva.
Para empezar, cuando te acercas en coche a la zona miras
unas altas montañas peladas diciendo…ualaa… qué altaaaas, mientras el castillo de
Hohenwefen aparece, señorial, en lo alto de un risco dejándote con la boca
abierta.
Para cuando dejas el coche, dicho castillo ya está por
debajo nuestro y la montaña gigante la has subido a medias.
Te acercas a la taquilla alegremente y ya te cambia la cara…
para subir a la cuevas puedes escoger 3 minutos en teleférico u hora y media
caminando (en nuestro caso bajo el sol de las 3 de la tarde…). Pos ale… cueva y
teleférico (22 eurazos cada uno).
Cuando arrancas a andar te das cuenta que el teleférico no
está en la puerta sino que has de andar cuesta arriba un rato, hasta que se te
plantea la opción…atajas por el frío y oscuro túnel hasta el teleférico o haces
el precioso camino panorámico que rodea la montaña? Ya un poco hasta el gorro
de tanta opción mandas a paseo las preciosas vistas y atajas por el túnel. Tras
andar un poco más llegas al teleférico. Ese medio de transporte infernal que
zozobra como un barco en la tormenta y que te eleva a la estratosfera a
velocidad de infarto …. (vale…quizás no es para tanto pero yo tengo vértigo…). Tras
rezar tus oraciones llegas a la zona de la cueva…bien!!! Pero no… pasas el bar,
los baños y cuando giras una curva del camino ves que aquellos enormes y pelados
picos que veías hace rato están ante ti… y que tienes que subirlos… Empiezas a
acordarte de toda la familia del que descubrió la cueva mientras vas
controlando paso a paso lo que falta para llegar. A esto el castillo del que
hablábamos antes ya es pequeñiiiiiiiito!
Cuando las fuerzas ya te flaquean llegas a la cueva y te
derrumbas en un asiento a la espera que dé comienzo la visita guiada en inglés.
Ropa de abrigo imprescindible puesto que el interior de la cueva está a 0 grados
y la vista dura un buen rato.
Lo genial de la gruta
es que no hay luz eléctrica y el simpático guía va repartiendo lámparas
antiguas para que la fila pueda ir iluminándose. La verdad es que las grutas
son geniales y te hacen sentir pequeño entre tantas y tantas toneladas de hielo.
Eso sí…después de la excursión para subir hasta allí preparaos para los 1400
escalones de dentro de la cueva…
Cuando acabamos la visita estamos, literalmente, agotados.
Las piernicas nos tiemblan entre el esfuerzo y el frío. Salimos al sol de la
montaña y hacemos un alto para tomar una cocacola antes de volver a montarnos
en el teleférico infernal para volver a bajar por el camino y por el túnel de la
muerte hasta las taquillas y, al fin, al coche. Uff…
Dando el día por zanjado ponemos ya rumbo directo a nuestro
lugar de descanso de hoy, Salzburgo, capital de la música!
Tras dejar las cosas en el hotel, cogemos un autobús al
centro (la tontuná más grande del día porque, total, que son ya 20 minutos más
de andar) y buscamos allí algo para cenar puesto que ya pasan de las 18h.
Con la tontería de buscar algo y el ansia de descubrir la ciudad,
acabamos recorriendo gran parte del casco histórico, casi vacío de turistas,
con lo que nos damos cuenta de que Salzburgo es, a parte de una preciosa ciudad,
realmente pequeña. Agotados damos con un genuino lugar para cenar. Un local
regentado por los monjes de un monasterio, que de hecho está en el monasterio y
que es un Biergarten para más de 1000 personas donde venden litros y litros de
cerveza y donde hay varios chiringuitos para comprar comida.
Nosotros damos buena cuenta de un litro de birra cada uno y de
un plato mixto de carnes asadas (codillo, una especie de tocino y salchicha) y
más que satisfechos por el día de hoy, y un poco contentillos, vamos caminando
al hotel (creo que ya no sentimos ni padecemos) y de cabeza a la cama.
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