miércoles, 13 de agosto de 2014

Día 6 – De Piesendorf a Salzburgo



Hoy nos levantamos temprano, como siempre, pero más preocupados por el tiempo de lo habitual. El día se levanta encapotadísimo, con unas nubes muy bajas envolviéndolo todo. Mientras desayunamos nos decimos que qué le vamos a hacer, puesto que hoy queremos recorrer la que dicen que es una de las carreteras más bonitas del mundo, la Glossglockner Hochalpenstrasse. Casi 50 km de curvas por carretera de montaña con los paisajes más espectaculares de Europa, atravesando el Hohe Tauern. Y resulta que las nubes están tan bajas que no se ve la casa del vecino.

Con fe en el clima ponemos rumbo a la montaña y, de repente, nos pareció escuchar los coros celestiales. Cuando cogemos el desvío hacia la carretera vemos que, a pesar de haber una densa capa gris encima nuestro, un gran triángulo de cielo azul se abre justo por el camino que hemos de coger!! No podemos creerlo!!!

Empezamos a rodar y el cielo cada vez es más azul y los nubarrones van desapareciendo. Para cuando llegamos al peaje está totalmente despejado y luce un sol cegados (sí señores, esta carretera es de peaje,  menudo peaje…34 eurazos… al menos te dan una pegatina…)

Comenzamos el ascenso esquivando ciclistas a gogó. Y poco a poco nos vamos quedando sin palabras. Cada recodo del camino es magnífico, unas montañas majestuosas te van envolviendo, los picos nevados, las verdes praderas, las vacas pastando. Una carretera retorcida y ensortijada que se escabulle por las montañas… menos mal que hay áreas de parada cada poco y podemos parar para hacer fotos, porque este paisaje no tiene desperdicio.

Nuestra meta es llegar al Franz-Josefs Hohe, donde hay un Observatorio y desde donde se tiene unas impresionantes vistas del nevado macizo del Glossglockner.

Al llegar allí, como en cualquier lugar de Austria, encontramos restaurantes, baños, aparcamientos (gratuitos), tiendas de recuerdos…. Pero lo que de verdad sobrecoge es la grandeza de las montañas…nos sentimos como Heidi y Pedro gritando por las praderas…Abuelitooooooo!!!! En fin… con suerte podréis ver marmotas, pues son abundantes en esta zona y hay carteles que te informa de donde suelen estar. Nosotros vimos varias y son taaaan monas!

Colmados de montaña ponemos la música clásica a tope en el coche e iniciamos el descenso (bueno…descenso, ascenso y luego descenso de nuevo….) . Os recomendamos ir prontito porque aunque la subida la hicimos la mar de tranquilos, mientras bajábamos veíamos una fila continua de coches, buses y ciclistas que enfilaban camino para arriba.

Nuestro siguiente destino son las gargantas de Sigmund-Thun Klamm, cerca de Kaprun. Hay opción de hacer dos caminos, uno sólo con las gorgues y otro con los lagos. Nosotros escogemos es de las gorgues, porque es más corto (una media hora, el largo es hora y media) y porque es lo que realmente nos ha traído hasta aquí.

Y la verdad es que merece la pena puesto que el camino de madera que nos lleva por encima del estrecho río es fantástico. La luz colándose por la estrecha garganta confiere al lugar un algo mágico (salvo por el hecho de que una señora con burka nos va dando sustos…)

Nos sorprende la cantidad de turismo de Oriente Medio que hay en este país. Allá donde vamos hay autocares repletos de turistas árabes, ellos con bigote y ellas cubiertas de los pies a la cabeza. Incluso hay restaurantes que sólo tienen los carteles en árabe… impresionante.

Comemos cualquier cosa y encaramos la última visita importante del día, la Eisriesenwelt, el mayor sistema de cuevas de hielo del mundo. Más de 42 km hay explorados aunque únicamente 1 es visitable. La verdad es que hay que estar preparado para lo que viene, y nosotros no lo estábamos. Creíamos que llegaríamos, dejaríamos el coche y a la cueva.

Para empezar, cuando te acercas en coche a la zona miras unas altas montañas peladas diciendo…ualaa… qué altaaaas, mientras el castillo de Hohenwefen aparece, señorial, en lo alto de un risco dejándote con la boca abierta.

Para cuando dejas el coche, dicho castillo ya está por debajo nuestro y la montaña gigante la has subido a medias.

Te acercas a la taquilla alegremente y ya te cambia la cara… para subir a la cuevas puedes escoger 3 minutos en teleférico u hora y media caminando (en nuestro caso bajo el sol de las 3 de la tarde…). Pos ale… cueva y teleférico (22 eurazos cada uno). 

Cuando arrancas a andar te das cuenta que el teleférico no está en la puerta sino que has de andar cuesta arriba un rato, hasta que se te plantea la opción…atajas por el frío y oscuro túnel hasta el teleférico o haces el precioso camino panorámico que rodea la montaña? Ya un poco hasta el gorro de tanta opción mandas a paseo las preciosas vistas y atajas por el túnel. Tras andar un poco más llegas al teleférico. Ese medio de transporte infernal que zozobra como un barco en la tormenta y que te eleva a la estratosfera a velocidad de infarto …. (vale…quizás no es para tanto pero yo tengo vértigo…). Tras rezar tus oraciones llegas a la zona de la cueva…bien!!! Pero no… pasas el bar, los baños y cuando giras una curva del camino ves que aquellos enormes y pelados picos que veías hace rato están ante ti… y que tienes que subirlos… Empiezas a acordarte de toda la familia del que descubrió la cueva mientras vas controlando paso a paso lo que falta para llegar. A esto el castillo del que hablábamos antes ya es pequeñiiiiiiiito!

Cuando las fuerzas ya te flaquean llegas a la cueva y te derrumbas en un asiento a la espera que dé comienzo la visita guiada en inglés. Ropa de abrigo imprescindible puesto que el interior de la cueva está a 0 grados y la vista dura un buen rato.

 Lo genial de la gruta es que no hay luz eléctrica y el simpático guía va repartiendo lámparas antiguas para que la fila pueda ir iluminándose. La verdad es que las grutas son geniales y te hacen sentir pequeño entre tantas y tantas toneladas de hielo. Eso sí…después de la excursión para subir hasta allí preparaos para los 1400 escalones de dentro de la cueva…

Cuando acabamos la visita estamos, literalmente, agotados. Las piernicas nos tiemblan entre el esfuerzo y el frío. Salimos al sol de la montaña y hacemos un alto para tomar una cocacola antes de volver a montarnos en el teleférico infernal para volver a bajar por el camino y por el túnel de la muerte hasta las taquillas y, al fin, al coche. Uff…

Dando el día por zanjado ponemos ya rumbo directo a nuestro lugar de descanso de hoy, Salzburgo, capital de la música!

Tras dejar las cosas en el hotel, cogemos un autobús al centro (la tontuná más grande del día porque, total, que son ya 20 minutos más de andar) y buscamos allí algo para cenar puesto que ya pasan de las 18h. 

Con la tontería de buscar algo y el ansia de descubrir la ciudad, acabamos recorriendo gran parte del casco histórico, casi vacío de turistas, con lo que nos damos cuenta de que Salzburgo es, a parte de una preciosa ciudad, realmente pequeña. Agotados damos con un genuino lugar para cenar. Un local regentado por los monjes de un monasterio, que de hecho está en el monasterio y que es un Biergarten para más de 1000 personas donde venden litros y litros de cerveza y donde hay varios chiringuitos para comprar comida.

Nosotros damos buena cuenta de un litro de birra cada uno y de un plato mixto de carnes asadas (codillo, una especie de tocino y salchicha) y más que satisfechos por el día de hoy, y un poco contentillos, vamos caminando al hotel (creo que ya no sentimos ni padecemos) y de cabeza a la cama.

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