miércoles, 13 de agosto de 2014

Dia 7 - Salzburgo




Ya que tenemos todo el día para ver la ciudad, y como anoche vimos que es bastante asequible, nos levantamos con toda la tranquilidad del mundo y bajamos a desayunar. Resulta que la camarera del desayuno era de Vigo y mira tú por donde, detrás nuestros llegan unos gallegos la mar de simpáticos pero que revolucionaron el comedor. Tras un poco de charla ponemos en marcha las piernas. 

Llegamos al centro por el río, cuya ribera encontramos llena de puestos de artesanía y nos disponemos a explorar las dos partes del casco antiguo. Empezamos por la menos concurrida, un compendio de calles peatonales llenas de tiendas y de pequeños callejones solitarios.

Varios puentes permiten cruzar el río, el de Mozart o el conocido como el puente de los candados son los más concurridos. 

Y al llegar al otro lado del Salzach empezamos a encontrar las hordas de turistas que se apelotonan en las vías principales, en las plazas, en la casa donde nació Mozart, en la caa donde vivió Mozart, en las tiendas de souvenirs para comprar las bolas de Mozart…. Sí…se vive y se respira Mozart.

A pesar de todo, Salzburgo es una bellísima ciudad. Pequeña, fantástica para hacerla a pie, está llena de encantadores rincones y hermosos detalles. Los escaparates plagados de ropa tradicional hacen que veas lo que viven los austríacos su cultura. Grandes y despejadas plazas flanqueadas por bonitos edificios, preciosas iglesias barrocas aparecen en cada esquina, carros de caballos, calles adoquinadas…Además, durante julio y agosto tiene lugar el Festival de Música de la ciudad, dedicado a la música clásica y ópera y el festejo se respira en el aire. 

Una gran pantalla en Kapitel Platz permite ver gratuitamente óperas y la gente abarrota la plaza para ver el espectáculo. Cuando va cayendo la tarde comienzan a aparecer elegantes caballeros ataviados en traje y pajarita y arregladas señoras embutidas en sus trajes de noche y sus tacones, todos apretando el paso para no llegar tarde a las representaciones.

Lo mejor de Salzburgo es perderse por sus calles y disfrutarla. Subir a su castillo, visitar sus cementerios, el de San Sebastian, donde está enterrado el padre de Mozart, y el de St. Peter, con su Cripta excavada en la roca, saborear un buen helado y dejarse llevar tranquilamente. Nosotros además, no sé si fue porque era sábado, topamos con un mercado de alimentos en Kollegienkirche, lo que le daba más encanto todavía.

Tampoco podéis perderos los jardines del palacio Mirabell, cuyo interior es gratuito (siempre y cuando podáis entrar porque hacen muchísimas bodas). En el rato que estuvimos en el jardín vimos 3 novias diferentes… Una curiosidad sobre este jardín es que hay una zona donde encontramos varias estatuas de enanos, algunos realmente bizarros.

A pesar de que el original está en Viena, en Salzburgo hay un hotel Sacher…ya sabéis, el de la famosa tarta. Pero como tiene unos precios prohibitivos (tanto que ni los ponen…) decidimos merendar en un local que, según nuestra guía, tiene una pastelería muy apreciada por los salburgueses…salzburguereños…que sí… se llama Café Fingerlos. Aquí probamos una deliciosa Sacher Torte y una tarta de chocolate y cereza que poco tiene que envidiar al famosísimo dulce (porción entre 3-3,20 euros).

A pesar de ser una ciudad muy turística, los precios son…comedidos… aunque las bebidas, como en todos lados en este país, son muuuy caras (los cafés rondan los 3-4 euros). Aunque es posible comer muy barato. Nosotros comimos en un local que nos recomendaba nuestra guía como lugar con encanto y tradición pero la cena la hicimos en un puesto callejero de salchichas que estaban realmente deliciosas.

Agotados pero encantados de todo lo que hemos visto en el día de hoy, a pesar de la molesta lluvia que nos ha acompañado tooooda la tarde, damos un paseo hasta nuestro hotel felices por haber estado en esta ciudad y esperando a ver que nos depara mañana.

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