Ya que tenemos todo el día para ver la ciudad, y como anoche
vimos que es bastante asequible, nos levantamos con toda la tranquilidad del
mundo y bajamos a desayunar. Resulta que la camarera del desayuno era de Vigo y
mira tú por donde, detrás nuestros llegan unos gallegos la mar de simpáticos
pero que revolucionaron el comedor. Tras un poco de charla ponemos en marcha
las piernas.
Llegamos al centro por el río, cuya ribera encontramos llena
de puestos de artesanía y nos disponemos a explorar las dos partes del casco
antiguo. Empezamos por la menos concurrida, un compendio de calles peatonales
llenas de tiendas y de pequeños callejones solitarios.
Varios puentes permiten cruzar el río, el de Mozart o el
conocido como el puente de los candados son los más concurridos.
Y al llegar al otro lado del Salzach empezamos a encontrar las
hordas de turistas que se apelotonan en las vías principales, en las plazas, en
la casa donde nació Mozart, en la caa donde vivió Mozart, en las tiendas de
souvenirs para comprar las bolas de Mozart…. Sí…se vive y se respira Mozart.
A pesar de todo, Salzburgo es una bellísima ciudad. Pequeña,
fantástica para hacerla a pie, está llena de encantadores rincones y hermosos
detalles. Los escaparates plagados de ropa tradicional hacen que veas lo que
viven los austríacos su cultura. Grandes y despejadas plazas flanqueadas por
bonitos edificios, preciosas iglesias barrocas aparecen en cada esquina, carros
de caballos, calles adoquinadas…Además, durante julio y agosto tiene lugar el
Festival de Música de la ciudad, dedicado a la música clásica y ópera y el
festejo se respira en el aire.
Una gran pantalla en Kapitel Platz permite ver gratuitamente
óperas y la gente abarrota la plaza para ver el espectáculo. Cuando va cayendo
la tarde comienzan a aparecer elegantes caballeros ataviados en traje y pajarita
y arregladas señoras embutidas en sus trajes de noche y sus tacones, todos
apretando el paso para no llegar tarde a las representaciones.
Lo mejor de Salzburgo es perderse por sus calles y
disfrutarla. Subir a su castillo, visitar sus cementerios, el de San Sebastian,
donde está enterrado el padre de Mozart, y el de St. Peter, con su Cripta
excavada en la roca, saborear un buen helado y dejarse llevar tranquilamente.
Nosotros además, no sé si fue porque era sábado, topamos con un mercado de
alimentos en Kollegienkirche, lo que le daba más encanto todavía.
Tampoco podéis perderos los jardines del palacio Mirabell,
cuyo interior es gratuito (siempre y cuando podáis entrar porque hacen muchísimas
bodas). En el rato que estuvimos en el jardín vimos 3 novias diferentes… Una
curiosidad sobre este jardín es que hay una zona donde encontramos varias
estatuas de enanos, algunos realmente bizarros.
A pesar de que el original está en Viena, en Salzburgo hay
un hotel Sacher…ya sabéis, el de la famosa tarta. Pero como tiene unos precios
prohibitivos (tanto que ni los ponen…) decidimos merendar en un local que,
según nuestra guía, tiene una pastelería muy apreciada por los salburgueses…salzburguereños…que
sí… se llama Café Fingerlos. Aquí probamos una deliciosa Sacher Torte y una
tarta de chocolate y cereza que poco tiene que envidiar al famosísimo dulce
(porción entre 3-3,20 euros).
A pesar de ser una ciudad muy turística, los precios son…comedidos…
aunque las bebidas, como en todos lados en este país, son muuuy caras (los
cafés rondan los 3-4 euros). Aunque es posible comer muy barato. Nosotros
comimos en un local que nos recomendaba nuestra guía como lugar con encanto y tradición
pero la cena la hicimos en un puesto callejero de salchichas que estaban
realmente deliciosas.
Agotados pero encantados de todo lo que hemos visto en el
día de hoy, a pesar de la molesta lluvia que nos ha acompañado tooooda la tarde,
damos un paseo hasta nuestro hotel felices por haber estado en esta ciudad y
esperando a ver que nos depara mañana.
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