Hola Andarines.
Amanece en nuestro paradisíaco hotel y tras un desayuno a
base de pan, mantequilla y mermelada casera bajamos de nuestras montañas para
seguir descubriendo cosas. La lluvia parece que nos da un respiro… a ratos. Al
menos este chirimiri no es una tormenta…
En nada llegamos al castillo de Liechtenstein y bajamos
hasta Vaduz. Tras unas cuantas peleas con los parquímetros damos un rápido
vistazo y seguimos carretera hacia un nuevo país… Austria nos espera. En una de
las últimas gasolineras del país compramos la viñeta para las autopistas
austríacas (unos 8 euros). Ahora ya sí, estamos preparados.
El Tirol nos recibe y nosotros nos sentimos….decepcionados.
Ni qué decir tiene que las montañas son espectaculares, sobretodo con esas
nubes bajas que esconden los picos y que parecen engancharse a los abetos. Los
montes están cubiertos de oscura vegetación y de ven en cuando el verde
brillante del césped se atisba entre las espesas arboledas. ¿Qué es lo que no
nos gusta? Podréis decir. Pues la enorme industrialización del país, las
torretas de alta tensión y sus cables, el intenso tráfico que nos encontramos
nada más cruzar la frontera…
En breve llegamos a Bludenz y nada más salir del coche la
sensación es increíble. La calle huele a chocolate, y es que esta ciudad no es
famosa por ser bonita o tener muchas cosas de interés. No. Es famosa porqué
aquí está la Fábrica Milka (creada por mr. Suchard). Y como no puede ser de
otra manera, empezamos una suerte de fiebre freak chocolatera. La fábrica no se
puede visitar (lo siento Charlie) pero hay una pequeña exposición donde está,
por supuesto, la vaca de Milka y, lo más loco de todo, es la tienda, donde
toooodooo es delicioso y riquísimo. La gente llena carros y bolsas y cajas de
tabletas de chocolate, bombones, chocolatinas, madalenas…. Es una locura…
Con cierta cantidad de chocolate corriendo ya por nuestras
venas cogemos la nacional que pasa por la región de Arlberg. Los paisajes son
impresionantes pero encontramos el mismo problema…el tráfico… Llegamos al
pueblo de Imst, que habíamos encontrado recomendado en algunos foros que
elogiaban su casco antiguo y sus fuentes. Las fuentes vale…el casco
antiguo…pse… si teneis ganas de dar un paseo podeis acercaros al Jardin de
Rosas y en camino veréis algunas casas excavadas en la roca.
Tras hacer un picnic en la parte trasera de nuestro coche a
base de Nodle Salat, Schinken Salat, Käsenoséqué y uTiroln rollo de caballa,
vamos hacía Ötz, recomendación también
de algunos foros. A parte de un par de preciosos hoteles, el pueblo no tiene
gran cosa, así que un café y seguimos.
La siguiente parada en nuestra ruta es Seefeld. Un poco
agobiados porque lo que vemos no nos está llenando nos hace que lleguemos a
esta ciudad con bajas expectativas. Y por suerte nos equivocamos. Nos hayamos
en un centro turístico lleno de hoteles pero con un centro histórico encantador
compuesto por apena 2 o 3 calles plagadas de tiendas y detalles. Tras alucinar
con el anuncio de un hotel donde salía gente como Dios les trajo al mundo y
mucho más animados seguimos hasta Hall in Tirol.
Por suerte en este país las zonas azules son bastante
baratas, rondando los 0,50 euros los tres cuartos de hora así que aparcar viene
siendo fácil y económico. Una vez hemos dejado el coche damos un paseo por el
casco antiguo de Hall in Tirol, un conglomerado de calles empedradas, iglesias
ortodoxas, tiendas y blasones. Es ideal para perderse un ratito y disfrutar de
la arquitectura tirolesa. Varias iglesias con bellos interiores barrocos
aparecen aquí y allá y en la Escuela de Música encontramos una puerta que
atraviesa un solitario parque interior y nos lleva a unos escondidos patios
desde donde ver la famosa torre de la moneda, de planta dodecaédrica, símbolo
de la ciudad.
Más que satisfechos con las visitas, y con el corazón un
poco más alegre, decidimos ir a Igls, donde tenemos nuestro hotel. Cual no es
nuestra sorpresa al llegar y la recepcionista explicarnos que han tenido un
problema de overbooking por un grupo que habían reservado 6 habitaciones y se
habían presentado de más y bla bla bla. La verdad es que antes de poder
quejarnos la chica ya nos lo dio todo resuelto. Un hotel mejor, en la misma
calle, más caro pero la diferencia corría de su cuenta, parking, desayuno…
bueno…la verdad es que como nos lo han dado tan mascado…. Para qué quejarnos!
Así que cuando creíamos que ya habíamos llegado vuelve a meterte en el coche y
cambiamos de hotel. Llegamos al nuevo y el encantador chico de recepción ya nos
estaba esperando. Nos instalamos y, a pesar del cansancio, decidimos coger el
coche y bajar a cenar a Innsbruck, a unos 9 km., capital del Tirol.
Pensando que vamos muy tarde para cenar, pues pasan de las
8, aparcamos y vamos hacia el centro histórico. Y ahora, esto sí, que es
precioso. Calles plagadas de hermosos edificios, fachadas pintadas y
recargadas, suelos adoquinados, casas de colores…. Y animación. Todos los
restaurantes abiertos e incluso algunas tiendas desafían los estrictos horarios centroeuropeos.
Nos decidimos a cenar en un local de cocina tradicional y
tras un gulasch y un plato para mi impronunciable a base de patata, cebolla y
tocino damos un paseo para bajar la copiosa cena.
De vuelta al hotel algunas nubes pretenden adelantarnos por
la autopista pero no les dejamos. La oscuridad que dan las montañas es total,
ni una luz en el bosque. Aparcamos el coche en el hotel y todo es silencio y
Alpes.
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