lunes, 1 de octubre de 2012

Dia 8 – Picos de Europa – Covadonga – Cangas de Onís – La Virgen de la Cueva – Huellas de dinosaurio

Como se suele decir, hoy es el día grande del viaje. Esta mañana toca madrugar y nos levantamos animados por el radiante sol que aparece en nuestra ventana. Al coche y dirección a los Picos de Europa.

Disfrutamos la carretera de curvas que nos lleva hacía nuestro destino y en lo que nos parece un segundo llegamos hasta el pie de Covadonga. Allí dejamos nuestra cabalgadura en el parking 4, el más alto al que nos dejan llegar en transporte privado. Durante los meses de verano hay un programa de control de tráfico en el parque natural, por lo que es necesario dejar los coches en aparcamientos preparados al efecto y un autobús hace la ruta hasta Covadonga, los lagos y luego hasta Cangas de Onís. Lo bueno del autobús es que puedes subir y bajar de él cuantas veces quieras (lo único que no se puede hacer es subir dos veces a los lagos pero habiendo subido una…).


Así que montados en el autobús comenzamos a disfrutar del ascenso a los lagos. Qué paisajes!! Realmente impresionantes!! Con los ojos como platos intentamos asimilar todo lo que pasa ante nosotros. Y cuando por fin el autobús llega a su destino iniciamos una ruta a pie que tienen muy bien señalizada. Un mirador que quita el hipo, una antigua zona de minas, vacas por todo el mundo y, tras esto, la respiración se contiene.

Se abre ante nosotros un extenso valle, sembrado de vacas, y al fondo un magnífico lado bordeado por las impresionantes montañas. No hay palabras para describir lo que se muestra ante nosotros. No podemos hacer más que sentarnos en el verde césped, al pie del lado y respirar el aire limpio, escuchar el sonido de los cencerros y perdernos en la inmensidad de las montañas.

Tras un momento de relax continuamos nuestro camino hacia el otro lago que a pesar de no estar enclavado en un paraje tan hermoso, es igualmente sorprendente. Un pequeño picnic al sentados al borde del agua, viendo como las vacas pasean por caminos intransitables, y volvemos al autocar que nos llevará al Santuario de Covadonga.

La bajada es toda una ruta turística. El simpático conductor nos explica historietas, nos señala donde podemos ver buitres y nos ilustra sobre múltiples temas mientras no deja de hablar en clave con sus compañeros conductores a través de la emisora. Qué divertido trabajo!

Cuando llegamos al Santuario el agobio del turisteo nos embarga de golpe. Gente en medio, aquí y allá, colas, señoras comprando recuerdos de la Virgen de Covadonga como si no hubiera mañana, ese olor a rancio y exceso de perfume, esos empellones… a parte de eso, el santuario es una preciosidad, un pequeño lago con una fuente de agua fresca, una coqueta cueva y en lo alto una capilla donde cientos de peregrinos pasan en fila india ante la imagen de una Virgen, tan pequeña como bonita. Un paseo por allí, entre curas, excursionistas y beatas y volvemos a nuestro autocar, deseando perder de vista tal cúmulo de turistas.

Nuestra siguiente parada: Cangas. Allí nos deja nuestra montura, en un bonito pueblo, lleno de vida, de tiendas, de productos típicos y donde encontramos el tan famoso puente de piedra con la cruz colgando. Una estampa preciosa, sin lugar a dudas. Un paseo por el pueblo de calles limpias y nos aposentamos en un minúsculo bar a comer un bocadillo. Unas cuantas compras y de nuevo, autocar arriba, ahora sí, hasta nuestro coche.

Bien satisfechos por el día de hoy, revisamos el plano para ver cual puede ser nuestra siguiente parada y encontramos una pequeña referencia en él que hace que nuestro espíritu de turista friki resurga de nuevo con fuerza… El Santuario de… La Virgen de la Cueva!!! Y allá vamos, canturreando la infantil tonadilla, hace el pequeño pero precioso y solitario rincón donde está enclavada la Virgen más famosa del mundo. Qué llueva, qué llueva!!!

Y ya, con los pajaritos cantando y las nubes levantándose, hacemos otra apuesta de última hora y con la música de Jurassic Park en nuestra cabeza, avanzamos decididos a descubrir las huellas de dinosaurio que hay en unos acantilados.

Así que tras aparcar el coche tomamos un sendero un poco al tún tún, que suponemos que bajará hasta la playa donde hay… huellas de dinosaaauurioooo!! Y allí vamos, por un estrecho camino de tierra, empinado y lleno de hierbajo, esperando llegar a nuestro destino porque bajar para nada habría sido una verdadera faena. Y cuando ya empezamos a pensar que tal vez habríamos tenido que coger el camino de la izquierda, llegamos a los acantilados. Rocas contra las que choca el bravo mar y que guardan milenarios secretos. Y allá vamos! A la búsqueda de la huella! Trepando , subiendo, bajando, mirando… hasta que .. ooh! Qué pedazo de pisada! Parece mentira que eso aún pueda existir, y de hecho a pesar de que afirman que es original, nosotros, como buenos escépticos, la observamos entre sorprendidos y recelosos. Pero … hay que tener fe!

Un ratín en las rocas viendo pequeños (y no tan pequeños) cangrejos esconderse de nosotros, analizando diminutas charcas rebosantes microscópica vida, gambitas, minipescaitos, caracolas y caracoles y toda suerte de vida marina, nos sentimos con ánimos suficientes de iniciar el ascenso, sobretodo porque la marea va subiendo…

Y allá que un pie tras otro nos depositan en el bar donde hemos dejado el coche. Tomamos una bebida en la impresionante terraza con vistas al acantilado y al mar, esquivamos estoques de piratas y llantos de niños, y antes de que el cumpleaños infantil llegue a su cénit, nosotros hacemos un mutis por el foro y sin sentirnos demasiado las piernas volvemos al hotel, a la hamaca, a la cena y a la cama…




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