lunes, 1 de octubre de 2012

Dominguereces y cestas de picnic - Steampunk Convention BCN



Hola amigos!! Este sábado hemos hecho algo especial y diferente con nuestra cesta de picnic.


Hemos asistido a la Steampunk Convention de Barcelona.

Y algunos de vosotros direis: Y eso... ¿qué es lo que es?

Vamos a hacer un poco de introducción. Según la explicación de Lady Elizabeth de la asociación Steampunk SP “El steampunk es un movimiento muy amplio que se acepta como retrofuturismo (retrofuturismo es un género estético y de la ciencia-ficción que rescata las visiones de futuro generadas en el pasado, es decir, la visión por lo menos descrita en escritos, ilustraciones y otras formas de expresión, acertadas o no, que se hicieron en otras épocas y que siempre tienen un toque estético del momento en que se hicieron), centrado especialmente en la 2ª mitad del siglo XIX, momento en que se da aproximadamente la 2ª Revolución Industrial y todo lo que conllevó.”

Pos eso. Y justo este fin de semana, el día 29 de septiembre, se han hecho diferentes convenciones por toda Europa, una de ellas en nuestra amada Barcelona. Y estando avisados desde hace tiempo de tal evento, pues allí que nos vamos, de cabeza.

El plan inicial: picnic en el precioso parque de la Ciudadela, juegos, bailes y actividades varias durante toda la tarde-noche-madrugada. La gente emocionada, el facebook soltando vapor por todos sus poros. Una semana de actividad frenética, cosiendo, pegando, pintando, buscando e indagando, probando, creando y diseñando. Un ojo en la máquina de coser y otro en la previsión del tiempo.

Por fin! Llega el sábado por la mañana y no llueve. Diluvia. No sabemos si coger el coche o la barca y desde la organización del evento se ha puesto en marcha el Plan B. La concentración se hará en la estación de Francia.

Con el cestillo lleno de suculentos manjares y exóticas bebidas, vestidos para la ocasión y con las armas preparadas, ponemos rumbo a la estación de Francia.

Poco a poco la gente se va concentrando allí. Cestas de mimbre aquí y allá, sombreros de copa, goggles increíbles, armas sorprendentes, vestidos magníficos… Todo aquel que entra en la estación mirando el reloj, más pendiente de su tren que del clima, de repente se ve transportado a final del siglo XIX. Miradas de sorpresa, móviles que hacen fotos, y cada vez llega más gente.

Ahora ya podemos entrar en el bar donde pasaremos la tarde, un local muy adecuado, con sillas de forja, grandes columnas y un escenario que da mucho juego. Es imposible no quedarse embobado mirando a la gente de arriba a abajo. Tafetanes y sedas, crinolinas imposibles, sombreros inimaginables, cámaras que quitan el aliento, fundas de Iphone sorprendentes… damas clásicas tomando el té junto a mineros, piratas venido de allende los mares compartiendo mesa con aventureras recién llegadas de la selva. Familias enteras encorsetadas y estupendas, niños que corretean disparando a sus mayores y mayores que se dejan.

Agradables charlas, expresiones de asombro o complicidad abarrotan la sala ya de por si abarrotada. Curiosidad en los rostros de los viajeros que han hecho un alto en su camino, novios infiltrados, policías suspicaces, hebillas, engranajes, capas… todo dotado de un encanto magnífico y retrofuturista.


Y llegó la hora del picnic, mantas y manteles al suelo, platos y platillos, vajillas de porcelana y vasos de fino cristal. Camaradería, galantería y glotonería, todo empaquetado en un coqueto papel de cordialidad y alegría. La odiosa lluvia no puede inundar nuestro ánimo aunque todos anhelábamos el cálido sol y el fresco césped.

Una bella canción al piano y exóticas bailarinas hacen enmudecer al público presente. Más de un centenar de personas y ni una sólo sonido perturbaba la grandeza del momento…

Y tras la calma, llega la tormenta. Miles de fotos, gente que sube, baja, que posa, que ríe, una organización atenta a todos los detalles y llena de una energía que contagia al resto.

Una última foto familiar y miramos a la lluvia a la cara y nos reímos de ella. Las damas, paraguas en mano y las faldas recogidas, y los caballeros, transportando las cestillas del picnic, paseamos bajo la torrencial lluvia, con la cabeza bien alta, atravesando el parque que nos ha sido vetado por las inclemencias meteorológicas, y tras suscitar la curiosidad de todo aquel transeúnte con quien nos cruzábamos, llegamos a Madame Chocolat, donde las actividades continúan hasta bien entrada (y caída) la tarde.

Un café se agradece, en compañía de los viejos amigos, de los nuevos amigos y de los conocidos. A pesar de que la fiesta continuará nosotros debemos retirarnos ya, un poco compungidos pero anhelando que llegue ya la siguiente convención para volver a disfrutar del magnífico ambiente, de la imaginación de la gente y de esa extraña complicidad que siempre se crea entre desconocidos cuando te sabes común garante de un pequeño secreto, de un estilo de vida…

Un último paseo en metro. La gente nos mira. Sacan sus móviles discretamente y nosotros posamos con la misma discreción. Los más osados se acercan a nosotros, nos piden fotos y nos felicitan por nuestro atuendo.

Una vez en casa dejamos los paraguas mojados y poco a poco nos vamos desprendiendo de nuestras ropas que colgamos cuidadosamente en el armario. La única pregunta que tengo es… ¿dónde guardo yo ahora las aparatosas armas?


Queríamos dar las gracias a los organizadores del evento, a los fotógrafos, al precioso bar de la estación y a todos los asistentes a la convención. A pesar de ser novatos en este mundo nos hemos sentido como en casa y estamos deseando que llegue la siguiente reunión para veros a todos de nuevo.

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